sábado, 29 de diciembre de 2012

¿Y si no hubieras muerto?


Hermana:
leo con tristeza la noticia de tu muerte y pienso en estos últimas semanas que has vivido. Hace apenas unos días, cuando el mundo entero se llenaba de luz para celebrar la Navidad, saliste de tu casa en compañía de un amigo, para ir al cine. Iniciaste tu tarde de asueto siendo una chica joven, estudiante de medicina, con un futuro abierto ante ti. Llegaste al cine y probablemente disfrutaste unas hora de felicidad, ignorante de que serían las últimas en tu joven vida. Tomasteis un autobús que os llevaría de regreso al hogar, junto a la familia, pero nunca llegaste a tu destino.

Duelo por otra joven. Se suicidó tras
ser violada. 17 años
Una banda de animales salvajes se echó sobre ti y tu compañero, golpeándoos, torturándoos y violando tu cuerpo y tu alma. Con la connivencia del conductor del vehículo (¿quizá también de otros pasajeros?), se lanzaron sobre tu cuerpo joven y lo desgarraron sin piedad. Acabada la primera fechoría, pasaron a la siguiente, tomando el amasijo de carne en que te habían convertido y lanzándolo a la carretera, sin parar siquiera la marcha del coche de la muerte. Junto a ti, el cuerpo herido de tu amigo y, sobre los dos, el halo de maldad y violencia con que os cubrieron.

Has luchado varios días contra la muerte, pero tu alma no tenía fuerzas para alentarte y tus miembros, tu piel, tus entrañas, estaban tan destruidos que no se ha podido hacer nada por retenerte en el mundo y te has ido antes de poder ver tus sueños hechos realidad.

Quiero que sepas, hermana, que no te marchas sola: llevas en ti a todas las mujeres del mundo. Yo no conozco tu nombre, pero no es importante. En realidad sé cómo llamarte. Tú eres Anjeli, la  protagonista de esa película india que tanto me gusta; eres Parvati, Manuela, María; eres mi hermana, mi hija, mi madre; eres yo.

Eres la heredera de una tradición que da a las mujeres la consideración de “objeto” ¿Sabías que en tu ciudad se produce una denuncia por violación cada 18 minutos? ¿Y que de estas solo prospera una cuarta parte, gracias a la corrupción policial?

Boda entre niños. Ni siquiera han
llegado a la pubertad.
No puedo dejar de preguntarme qué habría sido de ti si... Imagina por un momento, hermana, que no hubieras sido violada y asesinada. Bajas del autobús, llegas a casa y ¿qué te esperaba allí? Tus padres, probablemente amorosos y preocupados por tu futuro, te han dado estudios, pero eso no basta ¿verdad? Una mujer debe casarse y tener hijos. Cumpliendo la tradición de tu país (que no todos siguen, pero continúa vigente), te habrían buscado un esposo “conveniente”. Sigamos imaginando que pasa el tiempo y contraes matrimonio y, ya que soñamos, hagámoslo en positivo: un buen marido que te sacará de la casa paterna llevándote a la suya, una buena suegra que te quiera como a una hija y un tiempo de paz y amor, pero siempre sin los tuyos, siendo siempre una extraña, una “ocupa” de tu propio hogar, relegada al cuidado de la casa y los hijos, sin voz, sin personalidad, sin nombre propio.

¿Y si hubieras sobrevivido al ataque de los salvajes? ¡Vergüenza sobre tu cabeza y sobre tu familia! Nadie pintaría tus manos con curcuma, porque no celebrarías jamás tu pithi dastoor; ningún tilak de perlas se colgaría sobre tu frente; tus pulseras no volverían nunca a tintinear de felicidad. Serías una mujer marcada para siempre, porque en ciertas culturas, la mujer es siempre culpable: culpable si le nacen hijas en lugar del hijo deseado; culpable si le golpean, porque lo ha ganado con su conducta; culpable por llevar una falda corta o larga; por vestir pantalones o llevar sari; por llevar un velo sobre el rostro, o por tenerlo descubierto. Culpable, hermana, independientemente de lo que hubieras hecho. Culpable si mueres y culpable de vivir

Lloro tu muerte, hermana, pero lloro también por la vida y me pregunto ¿y si no hubieras muerto?

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