sábado, 21 de enero de 2012

Del sueño a la realidad



Tengo uno de esos momentos de reflexión en que de vez en cuando entro empujada por algo que llame mi atención. En este caso han ocurrido tres cosas sin conexión aparente entre ellas, pero que, conforme las percibía, me iban hundiendo en mi propio mundo interior. El relato de esas cosas no hace al caso. Es el resultado el que tiene interés, porque siempre es importante el regresar al mundo real y eso es precisamente lo que me ha sucedido.
Yo suelo moverme sobre la fina línea que separa la realidad del sueño. Camino sobre ella poniendo el pie en uno u otro lado y, a veces, apoyando una extremidad en cada una de sus alas, como si no acabara de decidirme por una de ellas. En el flanco derecho el mundo real con todas sus cosas buenas y malas: familia, paseos por el bosque, la playa, el sol, las noches de verano... las enfermedades, los accidentes, la vida hipotecada real y metafóricamente. En el izquierdo el país de los sueños: viajes, amigos virtuales, cambio de residencia y de forma de vida... futuro.
La comarca donde vive la fantasía es muy hermosa y está llena de proyectos. Lo malo es que no suelen realizarse en el mundo real, porque prefiren quedarse a vivir en la tierra de las quimeras, negándose a traspasar la frontera. No lo tomo a mal, porque yo haría lo mismo si pudiera.
No puedo. Mi vida no me pertenece. Mis sueños sí, pero habitualmente debo dejarlos al otro lado de la divisoria por incompatibilidad con la realidad.
Puedo soñar que estoy estudiando, que un día me graduaré, que buscaré mi futuro en el campo de mi interés. Entonces me siento feliz. Disfruto de mis planes, me esfuerzo por estudiar, entro en mi cuarto de trabajo, abro mis libros y... la realidad hace su entrada en forma de hombre que necesita ayuda, baño que requiere limpieza o niño que reclama atención. Entonces saco mi pie izquierdo del confín en que lo había apoyado, apoyo los dos a la derecha y cierro los libros, porque sé que esa es mi vida real, la que requiere atención inmediata y a la que no debo volver la espalda.
Puedo soñar con ir un fin de semana a El Refugio, para relajarme, leer, escribir o pasear: me veo claramente en mi rincón favorito, escuchando la caída del agua y el canto de los pájaros, al tiempo que aspiro el aire purísimo y me sumerjo en la lectura de alguno de los muchos textos que aún tengo pendientes y... la realidad vuelve a mí recordándome que hace ya muchos años que no he tenido ocasión de volver allí, porque no me es posible dejar solo a mi hijo, un niño discapacitado que necesita mi ayuda para salir adelante. Así que vuelvo a traspasar la línea, regreso al mundo y trato de olvidar lo mucho que añoro mis escapadas de otro tiempo.
Los sueños son buenos, porque ayudan a conservar las ilusiones y estas son el motivo de que nos sintamos vivos, jóvenes, esperanzados. Pero, por mucho que nos apene el pensar que nunca alcanzaremos lo imaginado, no hay más remedio que vivir esta vida, cumplir con nuestras obligaciones y, cuando llegue el momento, despedirnos con la conciencia tranquila por haber hecho siempre "lo que debíamos".
Quizá cuando nuestros días en el mundo acaben, cuando cerremos los ojos para no abrirlos más en esta vida, nuestro espíritu pueda cruzar la frontera con los dos pies. Quiza entonces nuestras almas puedan vivir los sueños que hayamos soñado.

Fuente de las fotos:
http://darklady.blogspot.es
http://www.umamitravel.com
http://www.panageos.es

2 comentarios:

  1. Ampa, tu entrada no me ha hecho llorar porque no estoy sola y el pudor me gana; pero recién levantada (sí, a estas horas) darse de bruces contra la cruda realidad es más doloroso de lo que pensaba.

    Puede que de momento tengamos que seguir viviendo con un pie a cada lado de la línea divisoria, pero estoy segura de que algún día haremos nuestros sueños realidad. Y cuando llegue ese día, tú estaras con nosotros: tú, Yago y Stefan, cómo no. Porque no todo lo que planeamos tiene que ser incompatible con nuestro mundo. Lo único incompatible será aquello que verdaderamente no merece la pena.

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  2. ¿A qué llamas "mundo real", Amparo?

    Dices que sueñas que estás estudiando, que un día te graduarás, que buscarás tu futuro según tus intereses... Disculpa si parezco un poco impertinente, pero te lo vuelvo a preguntar, ¿a qué llamas "mundo real"?

    En lo que sí podría estar de acuerdo es en que nuestra vida no nos pertenece. Al menos no del todo. Para empezar ni siquiera se nos pregunta si queremos venir al "mundo real". Nos sueltan aquí y ¡hala!, arréglatelas como puedas con lo que te ha tocado, con tus taras físicas, tu familia de turno (o sin ella), el sitio o la época en el que te ha tocado nacer, las inesperadas caídas escaleras abajo...

    En lo que no estoy ya tan de acuerdo es en que nuestros sueños nos pertenezcan... ¿Seguro? Yo diría que es justo al contrario, que somos nosotros quienes pertenecemos a nuestros sueños. A nuestros deseos, en definitiva.

    "Ésta es la vida que te ha tocado y éstos son tus deseos", nos dice la Fortuna. Ahora toca vivirlos. A poco que uno cobra concienca se da cuenta de que su vida y sus deseos entran casi siempre en contradicción. Quizás vivir consista precisamente en eso, en ser consciente de estas contradicciones y tratar de compatibilizarlas, logrando hacer algo hermoso y bueno con ellas, lo mejor que podamos hacer con la vida y con los sueños que nos han tocado.

    Tampoco me gusta ese mundo de fantasía que debemos abandonar para volver a la realidad. Yo diría que eso no es Fantasía (así, con mayúsculas) sino evasión.

    Siempre recordaré una frase que dice Gmork en "La historia interminable", cuando Atreyu le confiesa que va en busca de las fronteras de Fantasía (de nuevo con mayúsculas) para tratar de encontrar al niño humano que salve a la Emperatriz Infantil y a su mundo. Gmork se ríe a carcajadas y le dice que nunca lo conseguirá. Atreyu se enfada y le pregunta por qué. Gmork le contesta: "Porque Fantasía no tiene fronteras".

    No se puede entrar y salir de Fantasía, ni tampoco se puede transitar por una línea divisoria con un pie dentro y otro fuera. ¡Porque Fantasía no tiene fronteras! O se está en ella o no se está, eso es todo.

    Fantasía no es un mundo de evasión en el que se entra y se sale para volver de nuevo al "mundo real". Eso no la haría justicia. Sería como una fantasía con minúsculas, que no está mal, pero no es la Fantasía de nuestros sueños. Fantasía (con mayúsculas) es el "mundo real", o debería serlo.

    No sé si cuando muramos se acabarán las contradicciones entre nuestras vidas y nuestros sueños. Supongo que sí, que se acabará eso y todo lo demás. Pero no creo que debamos esperar hasta entonces para ver lo que pasa, esperanzados en que pondremos por fin los dos pies en Fantasía. Más valdría hacer un esfuerzo por vivirla aquí y ahora, en el "mundo real". La alternativa ya conoces cuál es, la Nada.

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