sábado, 22 de diciembre de 2012

Un cuento de Navidad


Una casa en las nubes
Esta es la historia de una casa y sus habitantes.
La casa no estaba hecha de ladrillos o madera. La habían construido con el material que se usa para hacer los sueños: una pizca de ilusión, otra de fantasía, un puñado de anhelos, todo bien amalgamado en la mezcladora de visiones. Se deposita la mezcla sobre una nube de algodón de azúcar y se le da forma de hogar.

Los habitantes eran como deben de ser. Las casas de ensueños solo pueden tener habitantes llenos de fe y esperanzas. Pueden diferenciarse en el temperamento, pero no en la capacidad de soñar, que ha de ser mucha si se quiere ser admitido a la casa.
Estos moradores tenían una particularidad y es que no eran una familia al uso. Nada de papá, mamá e hijos, con abuelita y perro, no. Tenían perro, claro y hasta gato, pero ellos no tenían un parentesco genético. Lo que les unía era el deseo de vivir en esa casa y las metas que se habían forjado. Gracias a ello pudieron ingresar en la mansión y comenzar a vivir en ella.

Las flores de Violeta
Las semanas fueron pasando y, después de recorrer todas las piezas de su nuevo hogar, algunos de ellos se encontraron en una habitación en la que había una mesa preparada para un banquete. Pronto se dieron cuenta de que había llegado la Navidad y que la mesa estaba dispuesta para celebrar su primera gran fiesta juntos.

La pieza, como todas las de la casa, tenía paredes, suelo y techo transparentes para que entrase por ellos el sol y el aire cálido (algunas veces también se colaba el frío por alguna rendija, pero ocurría pocas veces y siempre se le ponía remedio con rapidez). Tenía también la particularidad de ser elástica y podía extenderse siempre que fuera necesario, para admitir nuevos vecinos.
La mesa, rectangular y enorme, había sido vestida con un mantel de finísimo lino, blanco como las nubes y tan suave como ellas. Se había decorado con unas flores que movían sus pétalos al ritmo del viento. Mirándolas fíjamente se veía que las flores no eran tal cosa, sino cientos de mariposas de color violeta, que una de las pobladoras de la casa había colocado allí para embellecer la gran mesa de banquetes.

Llegada del Muyayo
con los plátanos
La comida la habían preparado varios de los inquilinos, basándose en el alimento favorito de todos: el plátano. Uno de ellos se encargó de recogerlos (maduros, dulces y con “puntitos”, como debe ser), ya que en su tierra había unas plataneras excelentes. Otros compañeros, con buena mano para la cocina, se encangaron de prepararlos en cientos de recetas excelentes: enteros y troceados; crudos y asados; fritos y empanados; en tarta o en puré; con salsas o sin ellas... había tantos y de tantas maneras que se podría estar comiendo de ellos todos los días del año y no se repetirían los sabores.

Fueron acercándose a la mesa y comenzó la primera discusión (siempre discutían por todo, como ocurre cuando se convive estrechamente). El tema era quién se sentaría a la cabecera:

-          Me sentaré yo, que he sido quien creó la casa -dijo Friki-, es lo correcto.
-          No. Me sentaré yo, que molestaré menos, porque soy tímido por naturaleza –exclamó otro, aunque nadie le hizo caso, porque todos sabían que no solo no era tímido, sino que además tenía menos vergüenza que ningún otro.
-          Creo que debería sentarme yo, que soy el más elegante y el que mejor adorna la mesa -replicó Churramadre.
-          Mientras lo discutís yo ya me he sentado –añadió Cari, que era muy listo y no se dejaba llevar por estas discusiones.


Mojitos
Así siguieron un rato, mientras una compañera iba diciendo que le gustaba todo lo que decían, al tiempo que se los fue llevando a otros asientos y, alzando la voz dijo que la cabecera estaba reservada a las mascotas. Dicho y hecho: Valentino, Chomsky y An fueron llevados al lugar de honor y se les hizo sentar entre los aplausos de la concurrencia.
Todo transcurrió con absoluta normalidad: tras los mojitos de aperitivo, el Frente Asturiano sirvió las sidras, la Xunta de Fillas de Galicia se ocupó de preparar la queimada, diciendo los hechizos necesarios y el Grupo de Txistolaris de Irún y Donosti amenizó la jornada con su música, acompañados por la guitarra de Dan Whistle.  Gozaron también de las lecturas de versos a cargo de los grandes poetas Rebelde Bohemio y Pedro de Palma

Al fin, agotados ya de tanto comer (y, sobre todo, beber), llegó la hora de ponerse serios, así que hablaron de sus ilusiones, de cómo estas les habían llevado a compartir esa casa con el resto, de lo que les había unido.
Con amigos es más divertido
Estuvieron todos de acuerdo en una cosa: la vida tal vez les pondría en distintos caminos y acabarían separándose en algún momento, pero, independientemente de lo que les deparase el futuro, esa siempre sería su casa y el resto de los participantes del banquete, su familia. Miraron hacia los lazos que les unían y vieron que eran del mismo material que las paredes de aquella habitación y podían estirarse hasta el infinito, sin romperse nunca. Advirtieron que, mezclados con la trama, llevaban sus nombres bordados, porque eran unos hilos creados por y para ellos y no se podía borrar ninguno, porque eran mágicos y solo admitían “entradas”, nunca “salidas”.
Llenos sus cuerpos de plátanos y mojitos, con los corazones repartidos a lo ancho de aquellas paredes, pudieron levantar sus copas y brindar, diciendo, con una sola voz: Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo. Feliz Vida Nueva, Feliz Vida Juntos
 
 
 
Fotos

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