Yo creo en los
ángeles. He conocido algunos seres especiales que van por la vida repartiendo
amor, luz y magia. Tengo la suerte, además de contar con un par de ellos entre
mis amigos. Claro que conocer ángeles lleva unido también el conocer demonios y,
asimismo, conozco alguno. Por suerte para mí, tengo pocos cerca. Por desgracia,
se hacen notar mucho.
Los demonios, al igual
que los ángeles, reparten cosas, pero en su caso se trata de dudas, ira, miedo,
oscuridad... sentimientos terribles que son aún más espantosos por el modo en
que van apareciendo en nuestras vidas: lentamente, sin apenas darnos cuenta de
que llegan, se apoderan de nosotros y un día descubrimos que estamos tristes, enfermos
de nostalgia o de miedo. Cuando llega ese momento ni siquiera lo asociamos con
el ser maligno que inició el proceso, a menos que, de pura casualidad, ocurra
algo que nos haga ver el origen de ese mal momento que vivimos.
Hace relativamente
poco tiempo hubo un diablo en mi vida. Cumplió su función perfectamente en todo
momento: se hizo pasar por bueno, sembró sus semillas y cuando germinaron,
desapareció. De lo que pensé entonces no voy a hablar, porque entrar en
detalles no me interesa, y de lo que sentí ya estoy escribiendo hace rato.
Ahora, por alguna
razón que se me escapa ha vuelto a asomar en mi cercanía. Solo ha mostrado los
ojos y una oreja, supongo que porque solo viene a ver qué nueva maldad puede
hacer y escuchar información que pueda utilizar para sus fines.
Esos seres satánicos
son como los dementores: absorben los buenos sentimientos, los recuerdos bellos
y nos dejan solo los sentimientos destructivos. Eso precisamente hizo mi Leviatán
particular que, tan tonto como solo pueden ser los seres infernales, olvidó que
las sensaciones negativas son, en este caso, herencia y arma, y que está última
se volverá contra él.
Yo suelo perdonar a
todo el que me ofende así que he buscado dentro de mí algún rasgo
positivo, al menos un poco de olvido,
pero en este caso me ha resultado imposible: ni perdono, ni olvido. No
soy capaz de hallar un punto de piedad por el diablo; de pesar o tristeza por
lo ocurrido y no tengo capacidad para borrar el pasado. Lo único que me dejó el
demonio fue ira y eso es todo cuanto tengo para ofrecerle.
Espero que se mantenga
en su escondite para siempre, aunque tenga que ver sus ojos mirándome de vez en
cuando, porque no quiero manchar mi alma con sensaciones negativas, pero si se
atreve a salir ¡qué se ponga casco! porque conocerá la luz y la fuerza de mi
Patronus.
Una de las cosas más bonitas que me han dicho nunca me la dijo una amiga a la que hice un pequeño favor. Para mí no tenía demasiada importancia, pero para ella tenía mucho valor en aquel momento. Tras echarle una mano en aquella situación me dijo que no sabía que los ángeles caminaran por la tierra y que los había también sin alas. Lo recordaré siempre.
ResponderEliminarMe gusta eso que has escrito de que conocer ángeles lleva también a conocer muchos demonios. Y es que hay que ser muy valiente para arriesgarse a entregar lo mejor de nosotros mismos a los demás. Así es como se descubre a los ángeles y también a los demonios.
Yo he conocido también algún que otro demonio que ha acabado por hacer más daño del que hubiese sido prudente permitirle. Qué le vamos a hacer, es lo que tiene ser valiente y arriesgarse. En el fondo nos tienen mucho miedo, porque saben que no les tenemos ningún temor y que, en cualquier momento, podemos acabar con toda su maldad si nos lo proponemos. Y hay muchas formas de hacerlo, pero ninguna pasa por guardarles rencor y estar dolorido por el daño que nos han causado.
Nietzsche conocía una de estas formas de acabar con los demonios. En una ocasión escribió: "No con la cólera, con la risa se mata". Creo que se puede aprender mucho de esta sentencia. Pero para ello hay que ser muy, muy valiente.
Hace unos años tuve un gravísimo accidente automovilístico y tengo un recuerdo siempre vivo en mi mente en el preciso momento antes de perder conocimiento.
ResponderEliminarEstaba segura que me había llegado la hora, no podía salir viva de tremendo impacto,... pero en unos instantes, milésimos de segundos invoqué (no sé a quién) pero invoqué y pedí que se me diera otra oportunidad, no podía dejar solo a mi hijito de 5 añitos en ese momento... es lo único que recuerdo y luego cuando recobré conocimiento ya me encontraba en un hospital. Por mucho tiempo pasé torturándome y culpándome de ese accidente brutal. En realidad yo no tuve la culpa, un camión se me vino encima en una curva y yo no pude hacer nada para evitar el impacto.
Después de darme cuenta de la gravedad de mi accidente y de cómo quedó reducido el coche en el que viajaba, supe que “alguien” me dio una mano.
Yo creo en los ángeles, ellos nos protegen, y estoy segura que el mío ese día estuvo allí...
hey... sé de qué hablás antes de terminar de leer lo tuyo.
ResponderEliminarSoy nino, de esperanza.. y vos de dónde eres... tan lejos estarás de donde esto escribo. Hoy hace 4 días de sólo llovizna cerrada por aquí y encontré lo tuyo de causalidad supongo. te dejo un mail, que poco leo, para saber algo más de vos si dá... y se es parte de lo que sigue.
gustavoallin@hotmail.com
Hola, Nino:
EliminarEn primer lugar, gracias por leerme y por tu comentario.
No te dejes hundir nunca ni por la lluvia, ni por la mala gente. Por suerte para nosotros, hay mucha gente buena en el mundo.
Un saludo afectuoso y, de nuevo, gracias.
amén
ResponderEliminarEs muy curioso como llegue a este blog, tal vez si te contara mi historia no me lo creerias, o tal vez nisiquiera seria bueno, o pensarias que estoy mintiendo, pero es muy cierto lo que escribes, me gusta tu contenido, ya mas temprano leere mas cosas, :) tu siempre confia en que tu angel va a cuidarte, y el será la luz que no permitira que se te haga mal, Dios es tan grande que actua de maneras misteriosas, yo lo se, no se si tengas momentos dificiles, pero piensa en el, eso lo hace feliz, hablale unos minutos, y si eres feliz aprovecha esa felicidad al maximo :) un saludo Dios te bendiga
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