viernes, 31 de mayo de 2013

Lugares demasiado verdes

“¡Cuidado con los sitios demasiado verdes!” Mi padre, la primera vez que estuvo en Alemania.
Nubes sobre mi cabeza
Llueve. El cielo está tan oscuro como si estuviesemos viviendo un atardecer prolongado en el tiempo. Miro a través de la ventana y veo la calle húmeda, gris y vacía. Los niños no juegan en ella, pese a estar de vacaciones, y los adultos apenas asoman una mano para dejar la bolsa de la basura en su lugar correspondiente o sacan el resto del cuerpo para  introducirlo en el coche a toda prisa, huyendo del agua.
Si fuese poeta escribiría unos versos tristes, hablando de corazones partidos y de cómo la lluvia refleja el llanto de mi alma. Como no lo soy en lugar de tristeza siento enfado y, en lugar de corazones partidos, pienso que tendré que andar con cuidado al bajar la escalera, no vaya a ser que lo que me parta sea la testa.
Ya sé que enfadarse con el tiempo no tiene mucho sentido, pero no lo puedo evitar. Me irrita que el color gris se haya apoderado del mes de mayo y me altera ver cómo el agua arrastra la primavera antes de que podamos disfrutar un poco de ella. Mañana, 1 de junio, empezará el verano meteorológico y en veinte días el astronómico y, sin embargo, aún no hemos vivido una primavera en condiciones. Espero  que al menos tengamos un poco de verano, que el frío ya se ha enseñoreado de casi todos los meses del año.
 
Dicen que esta es la primavera más fría desde 1985.  Yo recuerdo otra más fría aún
Gotas sobre las hojas del ginko
  (la del 85 no ha permanecido en mi memoria): justo la del año anterior 1984. Me acuerdo bien, porque ese año y en esa primavera nació mi hija, concretamente el 20 de mayo. Ese día tuve que ponerme abrigo para llegar al hospital y el coche que me condujo hasta allí lo hizo muy lentamente, porque toda la ciudad amaneció cubierta de una capa de escarcha. También el verano se hizo esperar ese año y llegó justo para alegrar las fiestas a los pamplonicas, porque vino acompañando a San Fermín, allá por el 7 de julio.

Lo malo de esta primavera-otoño es que ha llegado tras un invierno igualmente gris y húmedo. No ha hecho mucho frío, ni hemos visto nieve o grandes heladas, pero el sol tampoco ha prodigado su luz y su calor en estos meses. Y eso es precisamente lo que me enoja. Puedo soportar una cantidad razonable de agua, puesto que es imprescindible para la vida, pero debe venir acompañada de la igualmente necesaria luz ¿cómo van a abrirse las flores de los frutales si el sol no viene a avisarles de que ya es la hora?
 
Además, yo soy de secano. Me gusta el agua, siempre que se presente con la cantidad adecuada de sal, olas y peces. Los jardines me atraen en las fotos, pero prefiero un patio cordobés lleno de macetas, a un jardín inglés, por muy cuidado que tenga el cesped. En cuanto a las incomodidades que trae consigo la lluvia, son de sobras conocidas: todo esta encharcado o embarrado; la ropa se moja y los pies chapotean dentro de los zapatos, mientras se van quedando congelados; los niños no pueden salir a la calle a jugar y acaban encerrados en casa, lo que pone a los padres al borde de terminar encerrados también, pero en el manicomio.
 
Si sale el sol, tendremos fresas, otra vez
Cuando era pequeña, vivía en Mallorca y de esa época recuerdo con especial cariño las lluvias de verano. Caía un torrente de agua y, cuando pasaba, nos poníamos unos pantaloncitos y una camiseta, cogíamos el cubo de jugar con la arena, bien enjuagado, y nos marchábamos felices a buscar caracoles. Todo estaba húmedo, pero la temperatura era agradable y sabíamos que en unas horas, a más tardar al día siguiente, volvería el sol y de nuevo disfrutaríamos de la playa y la arena. Lo que tenemos este año es lo más distinto a aquellas lluvias que se pueda imaginar: agua, frío, cielos cerrados y grises. En cuanto a mañana... dice la previsión que más lluvia y 17⁰. De buscar caracoles ¿para qué vamos a hablar?
Habrá que resignarse, claro, porque tampoco podemos cambiar nada. El tiempo meteorológico solo puede ser utilizado como tema (muy socorrido, por cierto) de conversación y poco más. Trataré de consolarme pensando que al menos el jardín está bien regado. Lo que sí puedo asegurar es que nunca olvidaré las palabras que encabezan este texto y que pronunció mi padre la primera vez que vino a Alemania a visitarnos y le llevamos a pasear por el bosque. En aquel momento nos hizo reir pero ¡cuánta razón tenía!
 
La próxima vez me buscaré un lugar donde vivir en que haya menos verde.


Bonito, pero húmedo




Fotos propiedad de la autora


 

miércoles, 29 de mayo de 2013

El duende se hace mayor


Adios, Bob Esponja
Sí: el duende se hace mayor. Ya no quiere saber nada de Bob Esponja, al que ha cambiado por la serie de dibujos „Star Wars”, y prefiere escuchar la música de Sean Paul o Black Eyed Peas, dejando de lado el hip-hop que hasta ahora era su estilo favorito.
Sus andanzas nocturnas se han modificado levemente y, aunque sigue siendo un entusiasta de la decoración, ha adquirido otro método más estudiado. Coloca el sillón junto a la ventana, tal vez por relajarse tomando el sol, y se desprende de los muebles que contienen sus juguetes, como si estuviera despidiéndose de la infancia y adquiriendo costumbres más maduras.
La carita sigue teniendo la misma expresión entre dulce y burlesca, pero su sonrisa está rodeada por una aureola oscura y pilosa así que tal vez muy  pronto deba recibir su primera maquinilla de afeitar. Con el crecimiento del vello ha llegado también el descubrimiento de su cuerpo, que de pronto se ha convertido en un lugar íntimo al que nadie debe acceder sin permiso: le gusta ducharse a solas, se niega a ser besado en público y solo admite un abrazo si realmente desea darlo.
Ha comenzado a escoger su ropa y a decidir qué le gusta ponerse y de qué prefiere
Hola, Star Wars
prescindir: adora las camisetas con diseños modernos o imágenes de sus personajes y animales favorito, pero odia los polos y las camisas; no soporta los jerseys de lana y le encanta llevar sus sudaderas con capucha; no le gustan los abrigos, prefiriendo los chaquetones de corte deportivo; no aguanta los pantalones, los calcetines ni los zapatos, que se pone solo porque así lo exige el decoro y utiliza exclusivamente en la calle o en los lugares en que no tiene mucha confianza.


Claro que el hecho de cumplir años no es suficiente para que un duende deje de ser quien es, por lo que continúa haciendo sus travesuras sin desfallecer ni un segundo, si bien también en ellas se observa un estilo más desvergonzado. Si antes eran producto de su afán por aprender, ahora son un pulso que nos echa para probarnos.
Cosas de hombres
Algunas veces se situa frente a uno de nosotros y nos mira, con una sonrisa en los labios y la mirada clavada en la nuestra. No mueve el cuerpo del lugar en que se encuentra, solo nos mira fijamente, sin parpadear apenas. De pronto sus manos hacen un gesto rápido y, antes de que podamos reaccionar, ha cogido el trozo de tarta que le hemos prohibido comer, ha subido el volumen de la música o nos ha apagado la luz de la habitación, dando la velada por finalizada.
Se pasea por la casa lanzando juramentos, vengan o no a colación, y luego se comenta a sí mismo que “no se dice: es palabrota”. Saca una corbata del armario y se la coloca alrededor del cuello, hasta que descubre cómo le observo, momento en que la devuelve lentamente a su lugar mientras repite “no se toca: es de papa” (así, acentuando la primera “a”). A la hora de comer llama nuestra atención sobre el hecho de que está tocándose los pies y, cuando nos disponemos a enviarle a lavar sus manos, nos espeta un “no se toca el pie, que luego va a la comida y a la cara”, sonriéndo con satisfacción por lo bien que lo ha aprendido... o tal vez por el efecto que su acción provoca en nuestras caras.

Recorrer esta etapa de la vida del duende resulta apasionante, a la par que agotador. He aceptado que debe madurar y llegar a la edad adulta, aunque dejemos algunos jirones de piel por el camino. Disfruto cada momento, incluso de aquellos en que da muestras de mayor desfachatez, tal vez porque el descaro es divertido, al menos cuando ya ha pasado el minuto de insolencia. Lo que no puedo evitar es un sentimiento de nostalgia: añoro al niño que estamos dejando atrás, por más que me alegre de que vaya creciendo. Y es que durante muchos años era mi duende, pero ahora ha decidido que es un hombre y debe estar con los suyos.
 
Mi elfo se está marchando y le hace sitio al compañero de su padre.
 
 
 
 
 
Fotos:

miércoles, 22 de mayo de 2013

"Bavaridades y franquezas"

Palacio "Johannisburg" visto desde el Main. Aschaffenburg
Desde la perspectiva de mis amigos y familiares españoles vivo en Alemania, pero eso es como decir que vivo en Europa: demasiado genérico. De hecho ninguno de mis parientes y conocidos alemanes lo vería así jamás. Ellos dirán que soy de la tierra del Brez´n y el habla gutural; de las mujeres con Dirnd´l,  los hombres de largos bigotes y pantalón de cuero y las jarras de litro llenas de cerveza que no se comparten, porque son para beber uno solo. Vamos, que yo vivo en Baviera.
Bueno, no del todo: en realidad vivo en Franken. Para ser más exactos, en Unterfranken. Esto también es importante, porque nosotros tenemos más sol, un clima más suave y la gente es mucho más simpática que en Ober y Mittelfranken. Al menos eso dicen por aquí. Yo no noto una gran diferencia, pero será porque soy extranjera.
Franken (Franconia en español) es una región situada al oeste de Baviera que políticamente pertenece a este estado, pero sentimentalmente, no del todo. Somos bávaros a final de septiembre, cuando celebramos nuestra Oktoberfest (que sí, se
Janker de niño
llama Fiesta de Octubre, pero se celebra a final de septiembre). También lo somos en el uso del  Trachten, la ropa típica bávara, que se usa en fiestas, y también fuera de ellas (yo misma acabo de salir a la calle llevando un Janker acompañado de unos vaqueros y una camiseta). Por supuesto, nadie dudaría de nuestra procedencia sureña viéndonos comer, que nos sentamos a la mesa como si no fuera a haber mañana y quisieramos acabar con todos los alimentos del mundo de una sentada. Por último somos bávaros del todo en el tema religioso: no es que aquí seamos católicos (que también), es que celebramos más fiestas que el Vaticano. Vamos, que eso de “eres más papista que el Papa” seguro que se inventó aquí.

La diferencia más importante entre nosotros y Bayern, es el idioma: nosotros hablamos fränkisch y ellos bairisch. A mis oídos suena a diferentes formas de pronunciar la misma palabra, pero no se lo digais a mis paisanos porque aquí el hacer semejante comentario puede ser causa de destierro.
"Gracias a Dios, soy un franco"
Muchas de las leyendas que conocemos tiene su origen en esta rivalidad entre unos y otros. Piensan los historiadores que el mito de Osiris e Isis, sin ir más lejos,  nació en en esta región, donde  parece ser que una vez hubo un turista que, disfrutando de una puesta de sol en Spessart exclamó “¡que bonito es el atardecer en Baviera!” Fueron sus últimas palabras. Su viuda se dedicó a recoger los restos del hombre, que se hallaban repartidos a lo largo del Maa (Main, en alemán y Meno en español) para darles piadosa sepultura. Puede que sea cierto, porque desde luego los parelelismos entre ambas historias son asombrosos.
Se cuenta que en alguno de esos repartos que se hicieron en Alemania, nos adjudicaron a Baviera, sin preguntar a nadie y sin tener en cuenta que los habitantes de esta zona se sentían bastante independientes del resto. De ahí a la antipatía solo había un paso y no costó nada darlo.  Afortunadamente la sangre no ha llegado al Maa y y nos permitimos, muy de vez en cuando, presumir de “bavaridad”, aunque solo sea a la hora de vestirnos para las fiestas o de beber cerveza, cosa esta última que hacemos como si hubiéramos nacido todos en pleno centro de Munich.
En realidad, si lo pienso bien, ser bávaro no es tan malo. Lo terrible, lo verdaderamente espantoso sería que nos confundieran con prusos. Pero de eso hablaré otro día.
 
 
 
Un poema dedicado a Aschaffenburg, escrito  en fränkisch y su traducción al alto alemán y al castellano.
 
O du mei liebes Ascheborg
Du Städtsche wunnerbor
Wie liegste drin im griene Tal,
Sou schöi, sou sunnekloor!
 
Ascherborjer Posse. Karl Reuß (Poeta de Aschaffenburg, que escribe en el dialecto de la zona)
Alemán (Hochdeutsch)                                                               Castellano
O du mein liebe Aschaffenburg                                 ¡Oh, tú, querida Aschaffenburg!
Du wunderbare Stadt                                                  ¡Tú, ciudad maravillosa!
Wie liegst du im grüne Tal,                                         ¡Cómo yaces en el verde valle,
So schön, so sonnenklar!                                            tan bella, tan radiante!
 
 
 
 
 
Fotos:




miércoles, 15 de mayo de 2013

Nervios

Insomnio
Todo empezó con una sensación extraña en el estómago muy parecida al apetito. Trato de comer algo, pero no me es posible masticar y hasta una rodaja de sandía parece un puñado de arena en mi boca. Mi respiración se acelera, me sudan las manos y no logro conciliar el sueño. Entonces comienzan los temblores de manos. Intento sostener en ellas un vaso, pero el temblor es tan intenso que apenas puedo llenarlo hasta la mitad, porque de colmarlo vertería su contenido.   Me siento ante mi mesa de trabajo y, de repente, soy consciente de que hay un libro abierto ante mí. No sé cuándo lo puse ahí, ni cuánto tiempo llevo mirándolo. Tampoco sé de qué habla.

Me levanto y camino por la casa. Llego a la cocina, pero no puedo recordar para qué he ido hasta allí. Por inercia tomo una manzana del frutero: me quedo mirándola como si fuese una fruta exótica que veo por primera vez. La devuelvo a su sitio y salgo de la habitación. Regreso a mi cuarto y trato de retomar la lectura, pero en ese momento algo llama mi atención desde la calle y miro por la ventana. Es una urraca que se ha posado en el tejado de los vecinos y observa el jardín desde la altura. Se lanza a volar y yo sigo junto a la ventana, mirando el hueco que deja al partir.

Decido que las tejas de mis vecinos son más feas que las de mi casa y me alegro de haberlas elegido de ese color y textura. Mi mente vuela a los días en que comenzábamos a construir nuestra casa y pienso que la hemos hecho demasiado grande. Me doy cuenta de pronto de que estoy otra vez sentada a la mesa y de que el libro sigue ahí también. Comienzo a leer.

“Fue designado como sucesor de Domiciano en el poder por los mismos conjurados que acabaron con el último Flavio.” El último... ¿queda fiambre? creo que comimos el último esta mañana. Debería salir a comprar, porque si no me tocará cocinar esta noche y no me apetece nada. “Nerva pertenecía a una antigua y prestigiosa familia...” ¡Qué lejos vive mi familia! A veces llego a sentirme realmente sola. Llamaré a mi padre. Marco el número de casa y oigo la voz tan añorada. Me pregunta cómo va todo y le digo que bien, que como siempre, aquí estoy leyendo (¿qué estaba leyendo?) y que solo quería charlar un rato. Cuelgo una hora y media después.

Voy beber algo que con tanta charla estoy sedienta. Al llegar a la cocina me fijo en el reloj: es hora de hacer la cena. Saco unos huevos de la nevera para preparar una  tortilla y caigo en la cuenta de que no quería cocinar, pero ya no me apetece salir a comprar nada, así que busco la sartén y me pongo manos a la obra.

Acabamos de cenar y vuelvo a mi cuarto. Ya he perdido el hilo completamente, por lo que cambio de lectura con la esperanza de centrar mi atención algo mejor de lo que venía haciendolo: “Baldinger toma en cuanto punto de partida lo que llama el

triángulo de Ullmann...”  El triángulo de las Bermudas. Ya no se habla nada, pero hace unos años estaba en boca de todo el mundo. Como lo de Rosswell. Claro que esto ya se ha visto que era todo mentira, un montaje para vender más periódicos. “ De la inmotivación de los vocablos...” ¡eso es! ¡motivación! toda la mañana intentando recordar la palabreja. Lo que no sé es para qué la necesitaba. Bueno, no sería nada importante. “Años más tarde Baldinger reflexiona...” Ya es muy tarde, debería irme a dormir. Si no descanso lo suficiente mañana no estaré en condiciones. Bueno ¡qué digo mañana! ¡hoy! apenas faltan un par de horas para el amanecer. Además tengo que salir a comprar los regalos de cumpleaños, que mira que cumplir ambas con dos días de diferencia. Seguiré leyendo mañana. Total: no me estoy enterando de nada...


Y así todos los días, un mes entero de cada cuatro. Siempre que he de presentarme a los exámenes.