Entradas de cine, utilizadas por primera vez, en años |
No suelo escribir dos
días seguidos para el blog, pero hoy quisiera hablar con unas personas que son
especiales para mí y a las que no puedo dirigirme de viva voz.
Ayer os contaba una
perspectiva de la Navidad, pero tiene otras. El año pasado comenté algo sobre
ello por este mismo medio (ver entrada del 16/12/2011). Allí hablaba de los
gastos y las reuniones familiares, aunque no de manera negativa. Todo lo
contrario: defendiendo ambas cosas como algo excepcional y necesario. Los que
vivimos lejos de la familia sabemos de la importancia de esa cercanía anual,
tal vez la única que podemos disfrutar. Precisamente por esa soledad que nos
embarga a lo largo del año valoramos más los pequeños detalles. En realidad no
tan pequeños por todo lo que desencadenan.
Hoy el día empezó
cargado de emociones: después de varios años sin poder hacerlo, mi marido y yo
íbamos a disfrutar de una jornada especial, juntos y a solas. No es que
fuesemos a hacer nada extraordinario desde la perspectiva de cualquier persona,
pero ir al cine o cenar juntos y a solas en una cafetería son lujos que no nos
podemos permitir debido a nuestras circunstancias personales.
Pasé toda la mañana
excitada, mirando las entradas del cine, escuchando la banda sonora de la
película y recordando palabras élficas (que por algo la película era El Hobbit).
Sobres, promesas de emociones |
A media tarde sonó el
timbre de la puerta y me encontré con la persona que reparte el correo, quien
puso en mis manos varios paquetes y un par de cartas, que comencé a ordenar
como hago siempre, separando las de S de las mías (nunca abro la correspondencia
que no esté dirigida a mí), colocando las suyas sobre su mesa y seleccionando
las mías por el orden en que las abriría.
La primera sorpresa
me la dió un sobre más grande de lo habitual, sin remite y, en el lugar de este,
un pequeño corazón rojo. Lo abrí, sabiendo ya que quien quiera que fuese la
persona que lo enviaba, debía ser alguien cercano a mí. Saqué del mismo un
papel rojo, bellamente decorado y con las palabras “¡Sorpresa, querida Amparo!”
escritas sobre un colchón de corazones.
Cuando vi la firma no pude evitar conmoverme hasta lo más hondo.
La persona que me
enviaba esa felicitación navideña se ha incorporado a mi vida hace
relativamente poco, aunque con su sonrisa enorme y sus modos “tormentosos” ha
ganado un lugar de honor entre los seres que aprecio. Aún nos falta un poco más
de trato para saber si realmente tenemos un futuro como amigas, pero los
primeros pasos ya están dados y lo que he visto hasta ahora me parece más que
prometedor. Lo que sí puedo decir en este momento es ¡bienvenida a mi vida!
Parecen postales, pero son corazones |
El segundo sobre, más
grande todavía, sí tenía remitente. Tras la emoción del primero, solo pude
sentarme, sin abrirlo siquiera, me lo quedé mirando casi sin verlo por que mis
ojos estaban empañados de lágrimas. Cuando por fin lo abrí estaba lleno de
regalos. Los más bellos que he recibido en mi vida, porque cada objeto que
salía del sobre llevaba un trozo de la persona que los mandaba. Me había metido
en el paquete un pedacito de su propia vida, otro de su corazón y me los ponía
en las manos como muestra de cariño. Nunca había recibido nada tan valioso.
Cuando entré en el
cine, feliz por la ocasión y por el desarrollo del día, excitada por la
película y armada de un paquetón enorme de palomitas de maiz, me senté
dispuesta a disfrutar del remate para este jueves feliz. Llevaba la película
apenas media hora cuando vibró el móvil. No podía cogerlo en ese momento, pero
ahí estaba un nombre muy querido por mí y que últimamente me ha dado algún disgusto,
así que la preocupación casi no me dejaba esperar para devolverle la llamada, cosa que hice durante
el descanso. Entonces recibí la guinda para decorar el dulzor del día: mi más
querido compañero, mi “hermano”, solo quería decirme que estaba pensando en mí.
Le contesté medio en broma, pero al colgar no pude evitar sentirme ¡una vez más!
emocionada.
Esta imagen solo la va a entender un persona. No se me olvidará lo que me prometiste, así que iré a reclamarlo |
Este es sin la menor
duda, el lado más bello de la Navidad. Sentir cerca a los que están lejos, que
la añoranza se convierta en emoción, que las personas importantes en nuestra
vida nos descubran que nosotros también somos valiosos para ellos, que el amigo
más querido llame en medio de una película, para decir que solo quiere que
sepamos que está ahí, envolver todo eso en una cita con el propio marido...
estas son las cosas que no se pueden pagar más que de una forma: con amor. No sé si podré hacer tanto como han hecho
ellos conmigo, pero espero ser capaz de devolverles un poco del calor que me
han regalado hoy.
La de ayer fue una
fecha muy estética, pero hoy, 13 de diciembre de 2012, ha sido uno de los días
más felices de mi vida. Gracias a los cuatro.
Fotos:
Propieda privada de la autora
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