lunes, 9 de abril de 2012

Carta mi amiga

Para A., compañera de viaje, y para mí, que también  estaba olvidando que la vida tiene estas cosas.


Hace unos años, cuando decidimos tomarnos las manos y caminar juntas, estábamos llenas de ilusión, de ganas de mostrar de qué pasta estamos hechas. Hicimos planes, concretamos proyectos, nos pusimos las mochilas y dimos el primer paso.


Lo malo es que no pusimos en el equipaje todo lo que necesitamos para el trayecto. Creimos que el entusiasmo, las ganas y la compañía era cuanto nos haría falta, pero se nos olvido la brújula que nos debía aclarar la ruta y el mapa que nos diría dónde podríamos parar a comer o a pasar la noche. Se nos pasó, en suma, que la vida no viene con instrucciones de uso, ni con un prospecto que señale las contraindicaciones.

Ahora que llevamos casi la mitad del camino andado, nos han surgido problemas inesperados que nos llenan de dudas. Pensamos que lo mejor es echarse a un lado o tomar otro camino más fácil.  Probablemente es ahora cuando más equivocadas estamos.

Incluso sin indicaciones acabaremos por llegar a la meta. Solo hay que seguir el camino. Habrá que adaptar el paso a las necesidades de cada momento, pero dejar de andar es peor opción. Parar y morir son la misma cosa.

No te servirá de consuelo, pero este ha sido un mal año para todos. Muchos de nosotros hemos tenido problemas de salud, unos más serios que otros; asuntos familiares que han requerido nuestra atención especialemente; cuestiones de trabajo agobiadoras (y agotadoras); tantas cosas que resulta difícil creer que quepan en tan pocos meses, pero aquí seguimos. Mientras haya un hilo de fuerza en nuestro cuerpo no debemos rendirnos. Esta es la hora de la siembra, ya llegará la de la cosecha.

Y si no llega tampoco es tan grave porque en realidad no hay nada especial en los logros: lo que nos hace crecer es la lucha, no la victoria.

Durante toda nuestra vida nos hemos dedicado a acumular riquezas y trabajar por ellas. Primero fue la familia, luego los estudios y los amigos. Un día llegó el amor, los hijos, el trabajo, y por esas cosas hemos luchado. Nos centramos en esos pequeños éxitos y los convertimos en nuestra razón de vivir, pero no es suficiente. No hay nada más importante en la vida de cualquier ser humano que él mismo, aunque solo sea porque podemos prescindir de todo, de todos y seguir viviendo, seguir luchando, volver a construir.

Vuelve mentalmente al principio, a aquellos días en que comenzábamos a conocernos. Recupera la alegría y las ganas, porque nada ha cambiado. Sentémonos un rato, si es lo que te apetece, pero sigue andando en cuanto te recuperes; ya sabes que siempre acabamos arrepintiéndonos de las cosas que no hicimos y ya que hay que morir, muramos de ira, pero no de miedo.

Recuerda que sigo contigo y, ya sabes, en el peor de los casos echaremos unas risas a costa de las dificultades. Reirse de ellas les humilla tanto que acaban por irse a otro sitio a molestar.

Bien, ya hemos descansado un rato. Ahora ponte de pie, toma mi mano de nuevo y volvamos a andar.


Fotos:

4 comentarios:

  1. Mis amigas,
    no me avisan cuando deciden llegar,
    tocan a la puerta,
    saben donde encontrarme.
    Si no abro, se quedan fuera,
    en las escaleras, esperándome,
    esperan que yo esté lista.
    Mis amigas,
    no se limpian los pies en el felpudo,
    entran con las botas sucias de barro y
    dejan huellas que se mezclan con las mías.
    Mis amigas no visten a la moda,
    llegan sin maquillaje,
    llevan ropa sencilla, solo para cubrirse,
    Mis amigas,
    no hacen caso al desorden,
    saben cuando es tiempo de llegar y
    cuando de marcharse.
    Sin que yo entienda mucho la diferencia,
    mis amigas saben cuando es la hora
    de coger un espejo y maquillarse, y
    reír como locas de nuestras alegrías
    Mis amigas saben ...

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    1. Ya sabes, ¡eso es lo bueno de las amigas!

      Gracias por tu poema. Es muy bello y expresa perfectamente mis propios sentimientos

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  2. La primera vez que leí tu entrada no pude evitar una gran emoción por dentro. Desde luego, si esta entrada hubiese ido dirigida hacia mí, no hubiese podido contener esas lágrimas dulces que saben tan bien...
    La amistad se puede definir de muchas formas; pero, ahora mismo, solo una me viene a la mente: CORAZÓN.

    Parece ser que este año no ha comenzado bien para muchos. A veces, eso me hace pensar que los mayas no se equivocaron con su profecía: nuestras vidas están tomando un aire apocalíptico con el que creo que no contábamos. Aún así, tu relato me ha hecho pensar, mucho, especialmente una frase: "se nos olvidó la brújula que nos debía aclarar el mapa". Cuánta razón tienes. Y hoy me he dado cuenta de algo, de algo que ya hace tiempo decidí y que ni la mayor distancia conseguirá cambiar: mi norte, mi brújula, son esos tres jinetes que quiero que me acompañen hasta el final; hasta el final del camino que los cuatro empezamos hace tiempo, hasta el final del camino que empezaremos después de este primer paso, hasta el final de cualquier camino que comencemos, porque cuando no consigo levantarme siempre llega alguna noticia de alguno de ellos que me hace recuperar las ganas y la fuerza que con demasiada frecuencia se me escapa.

    En mi caso, solo espero que esas tres personas sepan perdonar mi ausencia, mi desgana y, quizás, la cobardía que he demostrado últimamente. Supongo que en algún momento creí que llevaba demasiado tiempo sin querer traspasar esa fina línea que separa el sueño de la realidad... caminando solo del lado de los sueños, de nuestros sueños; y la realidad terminó estampándose contra mí sin previo aviso. Eso hizo que me asustara, supongo, y opté por no caminar ni de un lado ni del otro. Como tú dices, sencillamente me senté.

    Hoy, gracias a ti, me he dado cuenta de que llevo demasiado tiempo sentada. Y, sobre todo, me he dado cuenta de que una de las barreras que más crecía entre mis sueños y yo, la distancia, no era más que un mínimo obstáculo en nuestras vidas. Da igual la distancia, lo lejos que puedas estar, las vidas que cada uno tenga fuera de este mundo que nos hemos construido; lo que realmente importa es saber que no caminas sola, que, pase lo que pase, hay una mano que siempre llega para hacerte recuperar el norte...

    Yo también tengo una A muy especial en mi vida. Y le doy las gracias por todas las lágrimas que me ha secado, aunque nunca me haya visto llorar.

    Por mi parte, y espero que tu amiga haga lo mismo, me levanto ya de mi cómodo asiento. Estar sentado es lo mismo que huir, o que morir, como tu dices; y la muerte siempre aparece cuando menos te lo esperas, cuando menos lo mereces, así que mejor será no ponérselo fácil.

    Y como dice otro gran amigo... "a tu señal: ira y fuego".

    Y a esos tres jinetes que no me dejan parar, especialmente a una de ellos: ¡sus loviu!

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