Son muchas las personas que asocian la copla al franquismo, como si antes o después no hubiese existido. Sin embargo mucho antes de la llegada de la dictadura ya triunfaba este género por toda España dándose el caso de que uno de los más grandes intérpretes de esa época fue maltratado, torturado y obligado al exilio precisamente por su apoyo a la causa republicana (además de por su homosexualidad): Miguel de Molina, de cuyo nacimiento se cumplen 104 años el día 10 de abril.
Nació en Málaga, en ese día del año 1908 y murió en Buenos Aires el 4 de marzo de 1993. En el año 1931 comenzó su carrera artística. En Valencia obtendría sus mayores éxitos y fue allí donde, al ser requerido para hacer el servicio militar, propuso la creación de un cuadro artístico que actuaría recaudando dinero para ayudar a la causa republicana.
Al establecerse la dictadura se vió obligado a trabajar por un sueldo miserable, bajo amenazas de acusarle ante las autoridades por su pasado republicano. Un día tres hombres (de los que años más tarde identificó a dos, dando sus nombres y apellidos) se presentaron ante él identificándose como policías y, acusándole de republicano y homosexual, le apalearon, forzándole al exilio.
Miguel de Molina fue un artista completo y, lo más importante, un innovador dentro del mundo de la copla. Sus espectáculos eran cuidados hasta el más mínimo detalle y su vestuario, diseñado en buena parte por él mismo y de una gran originalidad y barroquismo, han hecho historia: la idea que tenemos del coplero vestido con camisa de lunares o traje corto con alamares y mucho color, se la debemos a él. En cuanto a las canciones, sus creaciones bellísimas de La bien pagá, Te lo juro yo o el Zorongo gitano han sido memorables, sin olvidar la que es considerada por muchos, entre los que me incluyo, la copla más hermosa de todas: Ojos verdes.
En estos tiempos en que se habla tanto de la memoria histórica, en que se condena a un juez por luchar para que no se olvide, en que un diccionario académico trata de vendernos la vieja idea de la “dictablanda” que ya no creen ni ellos, no está de más recordar de vez en cuando a personas como Miguel de Molina, artista, cantante, diseñador, creador e innovador, republicano y homosexual. Seres que sufrieron persecución, exilio, en algunos casos incluso muerte, por pensar diferente, por vivir de otro modo, por querer otras cosas.
El arte y el genio no tienen patria, pero los artistas sí y ser perseguido en el propio lugar de nacimiento, torturado y expulsado de él es algo que marca la vida de cualquier ser humano para mal. No lo olvidemos, no porque el recuerdo sirva para prevenir la repetición, que para eso no sirvió nunca, pero sí para tratar de que nuestros niños crezcan considerando que lo normal es la variedad, que ser diferente no es sinónimo de ser malo y que, de hecho, las imágenes más bellas son las que están llenas de colores y trazos distintos. En pocas palabras, las que se parecen a las camisas de Miguel de Molina.
Fotos:
En Málaga tenemos un monumento a Miguel de Molina muy cerca de donde yo vivo, en el barrio de Capuchinos. Te dejo un enlace para que veas algunas fotos del lugar:
ResponderEliminarhttp://www.minube.com/fotos/rincon/117863/533314
Por esa curva donde se sitúa la escultura he pasado yo cientos de veces, en coche, en bici y a pie. La Escuela Politécnica donde estudié estaba muy cerquita de allí, en el monte de El Ejido.
Quizás no sea un monumento que llame mucho la atención. No sé si le hubiese gustado a Miguel de Molina...
Seguramente hubiera dicho lo mismo que cuando le entregaron la Orden de Isabel la Católica: que llegaba un poco tarde.
ResponderEliminarLo importante es que se le reconozca el papel que tuvo en el mundo del arte, aunque sea con una estatua discreta.