lunes, 30 de enero de 2012

Tres Cartas de Amor

Primera. A mi familia, esa que está formada por un sinnúmero de parientes, más o menos cercanos en la consanguinidad y la distancia física, y un pequeño grupo de amigos:

Porque estais conmigo en días de fiesta y en los de luto; porque sabeis cuándo quiero estar sola y cuando necesito compañía; porque al necesitar ánimo para continuar me abrazais con ternura y si tenemos buenas noticias que celebrar me estrechais con alegría; porque me conoceis mejor que nadie y respetais mis rarezas; en suma, porque me quereis como soy y yo puedo quereros del mismo modo, sois lo más importante de mi vida.
A veces me siento molesta con alguno de vosotros, sobre todo por lo que suelo calificar de "falta de delicadeza", como cuando alguien se come toda la comida que he preparado, incluyendo mi porción, o cuando alguno me obliga a trabajar para él, pese a estar enferma o lesionada, pero el enfado se me pasa pronto, porque es mayor el deseo de disfrutar vuestro amor que el de ser mimada por vosotros. Claro que si, de vez en cuando, me dedicais un gesto cariñoso me sentiré mucho mejor.
Pero he dicho una tontería, porque ya lo haceis. Lo que pasa es que cada uno de vosotros hace las ternuras según su carácter y no según el mío: Algunos besais, otros escribís un correo. Alguien se limita a preguntar a un tercero por mí, y eso también es una forma de mostrar afecto y por fin están los que desaparecen por meses y un día vuelven porque han oído que se les podría necesitar.
A todos vosotros quiero deciros que os amo, que todos os encontrais en mi corazón, que es justo ahí donde se encuentra vuestro domicilio permanente, pese al tiempo y a los sinsabores que nos ha tocado sufrir de vez en cuando. O tal vez, precisamente, por ellos. Amo a aquellos de vosotros a los que me unen los genes y amo a aquellos a los que me unió la vida. Todos sois mi familia, sin excepción, y por eso os hago receptores de mi primera declaración de amor.

Segunda. A mis estudios:

Si yo hubiera alcanzado a ser lo que soñaba de niña hoy en día sería periodista y arqueóloga. Concretamente sería una reportera especializada en historia antigua y escribiría series sobre importantísimos descubrimientos en las excavaciones de Egipto, Jordania o Hispalis. Mi heroína era Victoria Prego y deseaba ardientemente conocerla algún día y poder charlar con ella de tú a tú, como dos colegas.
Las circunstancias y mi incapacidad para luchar contra ellas se aliaron para obligarme a seguir otro camino, pero un buen día decidí recuperar mi sueño y hacerlo realidad: Me propuse estudiar una carrera. Encendi mi ordenador, busqué la página de la UNED y comencé a investigar las opciones que se me ofrecían. Por supuesto me centré en Humanidades y encontré algunos grados que me parecieron interesantes: Antropología, Historia del Arte, Filosofía y, por fin, Lengua y Literatura Españolas. Cuatro nombres llenos de sugerencias, de sueños, de ilusiones. Me decidí por el último, tal vez porque el amor hacia el periodismo fue siempre un amor más o menos encubierto hacia la palabra. Me matriculé y comencé a estudiar.
No ha habido un día en que no me haya arrepentido mil veces de haberlo hecho, ni ha habido un día en que no me haya sentido feliz otras mil por el mismo motivo. Ahora, a pesar de ciertos contratiempos, me permito incluso hacer planes sobre másters o estudiar otras carreras. He aprendido muchas cosas desde que empecé: Conceptos, palabras, métodos de investigación... pero la más importante de todas ellas ha sido a estudiar por amor al estudio, sin pensar en el resultado y sin dejarme hundir más allá de lo lógico cuando este es negativo.
El sueño que tuve de niña se ha transformado en un amor profundo por el estudio, por el lenguaje en general y mi idioma en particular. Si antes amaba a los libros, ahora los adoro. Si en otro tiempo desee escribir, ahora escribo. Por todo ello mi segunda declaración de amor es para la lengua española y para todo lo que aprendemos en la universidad y que no está en el programa, pero es más importante y útil que todas las asignaturas juntas.

Tercera. A mis compañeros; Josean, Lorien, Andrea, Sheila, Rosa, Iñaki y Paula.
(Y también a los que no nombro, pero están y a los que ni nombro, ni están, pero estuvieron)

Yo no utilizo la expresión "buenos amigos", porque los amigos lo sois o no, sin adjetivos. Con algunos tengo más intimidad, pero eso no es definitivamente aclarador. No es más amigo mío el que escucha mis protestas que el que me hace reir: Eso es solo cuestión de necesidades momentaneas y puede cambiar al día siguiente.Tampoco el orden en que he escrito vuestros nombres significa nada. En otras ocasiones os adjudico otra jerarquía.
Lo que sí marca las diferencias entre vosotros y los simples conocidos es, en primer lugar, lo que compartimos. Intereses y vivencias comunes nos dan ocasión de permanecer en contacto. Los usamos como se utiliza la leña en el hogar: Para avivar el fuego. En este caso, el de la amistad.
En segundo término hay algo que os hace especiales sobre el resto del mundo y que no surge de vosotros, sino de mí: El amor que me inspirais, que no nace de vuestras virtudes, sino que se forma directamente en mi alma y que no muere por vuestros errores, porque no sabe reconocerlos.
No he tenido ocasión de mostrar el afecto que os tengo, salvo la de hacer algún favor que casi ni merecía ese nombre. Vivimos a muchos kilómetros de distancia unos de otros, así que tampoco podeis ver la sonrisa que se me dibuja en los labios al nombraros y, aunque estuviesemos cosidos por los hombros, jamás sentireis el calor que siento en el corazón cuando pienso en vosotros. En realidad, salvo un par de excepciones, solo conocemos las palabras del otro.
Como no hay otra forma, os dedico más palabras a la espera del día en que pueda demostrar con hechos lo mucho que significais para mí.
Desde que nos conocimos, sin saber muy bien por qué, se comenzó a formar el lazo que hoy nos une. Fuimos aliándonos unos con otros con tanta naturalidad como nos íbamos separando del resto. La distancia, las diferencias de edad, sexo o tradiciones no pudieron con nosotros. Aprendimos a congratularnos con los éxitos de los compañeros como si fueran propios y a tendernos la mano cuando alguien necesitaba ayuda. Y yo, particularmente, aprendí a quereros.
Como soy la más mayor de todos a algunos os considero mis niños, e incluso hay quien se permite llamarme su "madre putativa". En algunas ocasiones quisiera serlo de verdad ¡me llenaría de orgullo! En un par de casos no quiero ser la madre de nadie, pero es solo por la edad. A esos les llamo "mis chicos", que no me hace tan vieja.
A todos os quiero y deseo que lo sepais. No sé qué nos tiene dispuesto el destino, pero siempre estareis en mi corazón, querais vosotros o no, que sobre mis sentimientos no teneis potestad y a mí me cuesta coger afecto, pero cuando lo hago es para siempre.
Tal vez el tiempo y las circunstancias nos vaya separando, como ya ha ocurrido en algún caso, pero os garantizo que nada cambiará lo que siento, porque, como expliqué antes, esto no tiene que ver con vosotros, es algo que ha enraizado dentro de mí y que no puede tocar nadie.
Por eso mi tercera declaración va destinada a vosotros mis compañeros, amigos, casi desconocidos, pero amados. Muy amados.

3 comentarios:

  1. Si ahora mismo te tuviese sentada a mi lado te daría el abrazo más largo y fuerte del mundo...
    Porque yo tampoco entiendo muy bien cómo ni cuándo se formó este lazo, pero lo que sí sé es que sin vosotros esto no hubiese sido igual, ni parecido.

    Dicen que la distancia hace el olvido... pero quien escribió esta frase aún no conocía el poder que tendría internet ;)
    De hecho, tiene tanto poder que te permite querer a alguien con todas tus ganas sin ni siquiera haber podido mirar a esa persona ni una sola vez a los ojos.

    Ah! A mí no me importa el puesto que me permitas tener en tu vida, solo con que me sigas dejando que esté ahí ya seré feliz <3

    Gracias, CORAZÓN!

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  2. Aquí no voy a comentar, ni a opinar.

    En breve te lo demuestro cara a cara, seguro que sienta mucho mejor.

    See you*

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  3. El Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce define la amistad como "un barco lo suficientemente grande para llevar a dos cuando hace buen tiempo y sólo a uno cuando hace malo".

    Por lo que he podido leer, creo que los que mejor entendieron en qué consistía la amistad fueron los griegos. Aristóteles distinguía entre la amistad por interés, la amistad por placer y la amistad auténtica, la única que puede llamarse realmente amistad y que sólo se da en la virtud.

    Algo parecido escribió Voltaire en su Diccionario Filosófico. Decía que la amistad era como un casamiento del alma entre dos personas sensibles y virtuosas. Los perversos no tienen amigos sino cómplices; los comerciantes, asociados; y la mayoría de personas llaman amistad a lo que sólo son relaciones superficiales que les libran de su propio aburrimiento. Sólo los virtuosos tienen realmente amigos.

    Ahora bien, no se puede ser virtuoso estando solo, ni nadie que permanezca solo puede tener amigos. Se podrá ser bueno, tener buen corazón, buenos sentimientos o como queramos llamarlo, pero no se puede ser virtuoso estando solo. Es como un círculo vicioso, nunca mejor dicho.

    Necesitamos amigos, buenos amigos, auténticos amigos. Pero el barquito no es muy grande y la tormenta siempre arrecia...

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