sábado, 21 de abril de 2012

Ángeles, demonios y dementores

Yo creo en los ángeles. He conocido algunos seres especiales que van por la vida repartiendo amor, luz y magia. Tengo la suerte, además de contar con un par de ellos entre mis amigos. Claro que conocer ángeles lleva unido también el conocer demonios y, asimismo, conozco alguno. Por suerte para mí, tengo pocos cerca. Por desgracia, se hacen notar mucho.

Los demonios, al igual que los ángeles, reparten cosas, pero en su caso se trata de dudas, ira, miedo, oscuridad... sentimientos terribles que son aún más espantosos por el modo en que van apareciendo en nuestras vidas: lentamente, sin apenas darnos cuenta de que llegan, se apoderan de nosotros y un día descubrimos que estamos tristes, enfermos de nostalgia o de miedo. Cuando llega ese momento ni siquiera lo asociamos con el ser maligno que inició el proceso, a menos que, de pura casualidad, ocurra algo que nos haga ver el origen de ese mal momento que vivimos.

Hace relativamente poco tiempo hubo un diablo en mi vida. Cumplió su función perfectamente en todo momento: se hizo pasar por bueno, sembró sus semillas y cuando germinaron, desapareció. De lo que pensé entonces no voy a hablar, porque entrar en detalles no me interesa, y de lo que sentí ya estoy escribiendo hace rato.

Ahora, por alguna razón que se me escapa ha vuelto a asomar en mi cercanía. Solo ha mostrado los ojos y una oreja, supongo que porque solo viene a ver qué nueva maldad puede hacer y escuchar información que pueda utilizar para sus fines.

Esos seres satánicos son como los dementores: absorben los buenos sentimientos, los recuerdos bellos y nos dejan solo los sentimientos destructivos. Eso precisamente hizo mi Leviatán particular que, tan tonto como solo pueden ser los seres infernales, olvidó que las sensaciones negativas son, en este caso, herencia y arma, y que está última se volverá contra él.

Yo suelo perdonar a todo el que me ofende así que he buscado dentro de mí algún rasgo positivo, al menos un poco de olvido,  pero en este caso me ha resultado imposible: ni perdono, ni olvido. No soy capaz de hallar un punto de piedad por el diablo; de pesar o tristeza por lo ocurrido y no tengo capacidad para borrar el pasado. Lo único que me dejó el demonio fue ira y eso es todo cuanto tengo para ofrecerle.

Espero que se mantenga en su escondite para siempre, aunque tenga que ver sus ojos mirándome de vez en cuando, porque no quiero manchar mi alma con sensaciones negativas, pero si se atreve a salir ¡qué se ponga casco! porque conocerá la luz y la fuerza de mi Patronus.



Fotos:

domingo, 15 de abril de 2012

Cuento para Yago

Para Yago, que se despertó de madrugada pidiendo el desayuno pero se conformó con un cuento.

Erase una vez un niño que no era como los demás. Tenía la piel blanca y fina, casi transparente. Su cabello, castaño y muy abundante, le caía sobre los ojos haciendole cosquillas en la frente y la nariz. El rostro era de rasgos suaves. En sus finos labios se dibujaba casi siempre una sonrisa, que solamente desaparecía cuando enfermaba o le dolía algo, pero esto ocurría muy raras veces. Sus ojos eran pequeños y oblícuos, como los de los chinos, y tenían un color gris brillante que les hacía parecer dos bolitas de mineral de plata incrustadas en su cara. Completaba su fisonomía una nariz pequeña que se arrugaba al aparecer su risa y unas orejas pequeñas y un poquito puntiagudas. Su mamá decía de él que parecía un elfo. Le gustaba jugar en el jardín, sobre todo en el cajón de arena. Allí hubiera pasado el día entero si le hubiesen dejado. Se divertía haciendo hoyos en la arena o sencillamente comiendosela. Llegó incluso a probarla con ketchup, pero no debío gustarle demasiado porque sólo lo hizo una vez.

Solía entretenerse también escuchando música o tratando de interpretar sus canciones favoritas en distintos instrumentos; xilofón, piano, flauta, guitarra. Le bastaba una cuchara con que golpear el suelo rítmicamente para sentirse un gran músico.  Y, por fin, lo que más le gustaba de todo: bailar. Eso lo hacía todo el día y parte de la noche.
Un día se le ocurrió juntar sus dos aficiones, así que se sentó sobre la arena y comenzó a golpear  la madera del cajón con una pieza de su juego de construcciónes. El sonido era muy agradable, un “cloc” seco y sordo que repetía unas veces muy despacito, otras más rápido, variando el ritmo y creando así una melodía encantadora.

No se dió cuenta de que tenía público hasta que alzó la vista y descubrió una mariposa que se había posado sobre la hierba que crecía frente a él. Le pareció que el insecto bailaba al compas de su música, así que continuó observándola sin dejar de ejecutar sus redobles.  Efectivamente, el animalillo danzaba, pero lo hacía de una forma extraña para un bicho como ese ¡bailaba sobre dos patas! Aquello era muy raro, tanto que cesó en su concierto para observar mejor a la mariposa. Esta, al sentirse observada, le miró y se acercó a él. Revoloteó un poco alrededor de su cabeza, se posó sobre su mejilla y le dió un beso.

A cualquier otra persona le hubiese sorprendido, pero no a este niño. Ya hemos dicho que no era como los demás: Era un niño especial y podía ver cosas que nadie más veía.  Por eso se dió cuenta desde el principio de que aquello no era una mariposa normal. Era un hada.

No todo el mundo puede ver a las hadas. En realidad es que no todos estamos capacitados para ver cualquier cosa. Nos concentramos tanto en lo que esperamos encontrar que no somos capaces de percibir lo inesperado. Y, claro, nadie espera ver un hada así que no notamos su presencia. Algunas personas, en cambio, andan siempre mirando a su alrededor con el corazón dispuesto a ver cualquier cosa. Son las que descubren un caracol apoyado en una brizna de hierba, un botón de cuatro agujeros caído en una pequeña fisura de la acera o un hada que baila en el jardín.

Pese a ser tan chiquitina era un hada muy mayor y sabia, por eso se dió cuenta en seguida de que el niño era excepcional. Los niños que son capaces de ver hadas y además no se asustan, son niños valientes. Los que interpretan música tan bonita que hasta las hadas se ponen a bailar son, además, niños buenos y sensibles, que es como la pequeña gente prefiere a que sean. Cuando los seres mágicos se encuentran con alguien así se sienten muy agradecidos y siempren demuestran su gratitud haciendo un regalo.

En el caso de nuestro amigo la diminuta ninfa decidió que le contaría algo especial sobre las flores, para que él aprendiese a cuidar el jardín.
El hada le dijo que vivía entre las raices del ciruelo y le explicó como todas las primaveras salía por una puerta secreta para repartir un poco de polen aquí y allá. Así se aseguraba de que todo volviese a flocerer y de esta manera lograr que el otoño estuviera lleno de frutos. Le reveló secretos que nadie más conoce relacionados con el cultivo y cuidado de las plantas, que Yago anotó cuidadosamente en su libro de jardinería para no olvidar ningún detalle. Antes de irse le regaló unas semillas para que empezase cuanto antes con sus tareas de siembra. Luego se acercó a un rayo de sol y desapareció, como si se hubiera fundido con él.

Yago se puso muy contento por todo lo que había aprendido, por sus semillas y, sobre todo, por su nueva amiga. El sabía que volverían a verse más veces y trabajarían juntos en el jardín todas las primaveras, logrando así que este se llenase de color y aromas.

Entro en casa y preparó su semillero, depositó en el las simientes, las regó y colocó junto a la ventana para que les diese la luz del sol. Ahora tendría que esperar unos días para ver los primeros frutos de su trabajo, pero sería paciente, como su amiguita le había recomendado. La paciencia forma parte de la magia de los jardines y Yago había aprendido muy bien todos los hechizos que el hada le enseñó.

Con una sonrisa en los labios salió de la casa y volvió a su cajón de arena. Su mamá decía de él que parecía un elfo y ahora el niño sabía que eso es exactamente lo que era: un elfo, guardián del jardín.
Era, definitivamente, un niño muy especial.






Fuente de las fotos:
http://unicornblanc.blogspot.com
http://lobo-atento.blogspot.com
http://jardinesinteriores.blogspot.com
http://www.decorablog.com
http://www.magic-deco.de

sábado, 14 de abril de 2012

Cuando el viento sopla en contra...

El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que le llamen.  F. de Quevedo


Hay personas que se pasan la vida dando, sea su tiempo, su mano o su corazón; ofrecen a los demás cuanto creen que puedan necesitar.

No es que sea una actitud meritoria, como no es virtud ser alto o tener las piernas largas: el dador lo es por naturaleza. Tampoco se trata, como se suele pensar, de algo que se haga sin querer nada a cambio. Siempre se espera un detalle, una pequeña muestra de agradecimiento; una sonrisa, un gesto de afecto son esperados por quien da. Un poco de amor, a cambio del amor entregado, ni más, ni menos.

Al final todos somos personas y tenemos sentimientos entre los que se incluye el deseo de ser queridos. En realidad todos nuestros actos, incluso los más generosos en apariencia, esconden la necesidad de ser notados y valorados por los demás.

Las personas generosas tienen también una vida y en ella ocurren cosas ingratas, exactamente igual que en las de los demás y en ese momento son ellos los que necesitan una mano que les apoye para no caer. También tienen problemas de familia, de trabajo o de salud que les hunden en la tristeza y, como el resto del mundo, no pueden salir solos de esas situaciones. Tal vez incluso les cueste más que a otros porque a fuerza de dar a los demás y no recibir nada en trueque acaban vaciándose por dentro y sintiendo que nada de cuando han podido hacer mereció la pena.

Es cierto también que el pago llega a veces por el camino más inesperado, a través de aquella persona que apenas conocemos y que nos aprecia sin saberlo nosotros, pero no lo es menos que la indiferencia de aquellos a los que llamamos amigos nos hiere mucho más de lo que nos consuela el afecto de un conocido, seguramente porque a los primeros les consideramos parte importante de nuestra vida, mientras que a estos últimos los vemos como “gente que conocemos”, sin más.

El amigo es una sucursal de nuestro corazón y cada vez que actúa de forma injusta o muestra desinterés nos seca un trocito de alma.  Como dijo Aristóteles, algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud. Quien piensa así, peor aún, quien actúa así, hace daño y demuestra ser menos amigo de lo que quiso hacer creer o supone él mismo.

Claro que aún hay otro tipo de “amigo” más dañino: el que vive con las manos tendidas para recoger y gira la vista cuando se le pide. Este último es difícil de reconocer, porque siempre está cerca. Con una sonrisa en los labios permanece junto al dador, le gasta bromas, le habla de su afecto y un día, cuando esa persona que tanto le dió pide ser ayudado, esconde rápidamente las manos en los bolsillos, borra la sonrisa y se despide apresuradamente diciendo que le han surgido cosas que requieren su presencia urgente en otro lugar.

Y allí queda el otro, solo, con un gesto de tristeza en la mirada y frío en el alma, sabiendo que nada volverá a ser igual, que no podrá recuperar la confianza perdida, que no creerá más en las protestas de afecto que le hagan, que tendrá que enfocar su vida hacia otra dirección, porque en esta no hay nada para él.

Encontrará a otras personas a las que amar, pero ya nada será como fue en el pasado, porque las mirará con miedo a que algún día reaccionen del mismo modo y sentirá que ha llegado a un pequeño oasis que se agotará, como se agotó lo que hubo antes.

Puesto que estas son cosas que pasan en la vida no queda más remedio que aceptarlas, por más que cueste. Y cuando todo se ponga gris, cuando el viento sople en contra, habrá que tratar de seguir el consejo de Gandhi:

Ante las injusticias y adversidades de la vida... calma.



Fuentes de las fotos:
http://www.fullfondos.com
http://www.tustrucos.com
http://www.baixaki.com.br

miércoles, 11 de abril de 2012

Copla, arte y memoria histórica

Son muchas las personas que asocian la copla al franquismo, como si antes o después no hubiese existido. Sin embargo mucho antes de la llegada de la dictadura ya triunfaba este género por toda España dándose el caso de que uno de los más grandes intérpretes de esa época fue maltratado, torturado y obligado al exilio precisamente por su apoyo a la causa republicana (además de por su homosexualidad): Miguel de Molina, de cuyo nacimiento se cumplen 104 años el día 10 de abril.

Nació en Málaga, en ese día del año 1908 y murió en Buenos Aires el 4 de marzo de 1993. En el año 1931 comenzó su carrera artística. En Valencia obtendría sus mayores éxitos y fue allí donde, al ser requerido para hacer el servicio militar, propuso la creación de un cuadro artístico que actuaría recaudando dinero para ayudar a la causa republicana.
Al establecerse la dictadura se vió obligado a trabajar por un sueldo miserable, bajo amenazas de acusarle ante las autoridades por su pasado republicano.  Un día tres hombres (de los que años más tarde identificó a dos, dando sus nombres y apellidos) se presentaron ante él identificándose como policías y, acusándole de republicano y homosexual, le apalearon, forzándole al exilio.

Miguel de Molina fue un artista completo y, lo más importante, un innovador dentro del mundo de la copla. Sus espectáculos eran cuidados hasta el más mínimo detalle y su vestuario, diseñado en buena parte por él mismo y de una gran originalidad y barroquismo, han hecho historia: la idea que tenemos del coplero vestido con camisa de lunares o traje corto con alamares y mucho color, se la debemos a él. En cuanto a las canciones, sus creaciones bellísimas de La bien pagá, Te lo juro yo o el Zorongo gitano han sido memorables, sin olvidar la que es considerada por muchos, entre los que me incluyo, la copla más hermosa de todas: Ojos verdes.

En estos tiempos en que se habla tanto de la memoria histórica, en que se condena a un juez por luchar para que no se olvide, en que un diccionario académico trata de vendernos la vieja idea de la “dictablanda” que ya no creen ni ellos, no está de más recordar de vez en cuando a personas como Miguel de Molina, artista, cantante, diseñador, creador e innovador, republicano y homosexual. Seres que sufrieron persecución, exilio, en algunos casos incluso muerte, por pensar diferente, por vivir de otro modo, por querer otras cosas.

El arte y el genio no tienen patria, pero los artistas sí y ser perseguido en el propio lugar de nacimiento, torturado y expulsado de él es algo que marca la vida de cualquier ser humano para mal. No lo olvidemos, no porque el recuerdo sirva para prevenir la repetición, que para eso no sirvió nunca, pero sí para tratar de que nuestros niños crezcan considerando que lo normal es la variedad, que ser diferente no es sinónimo de ser malo y que, de hecho, las imágenes más bellas son las que están llenas de colores y trazos distintos. En pocas palabras, las que se parecen a las camisas de Miguel de Molina.


Fotos:

lunes, 9 de abril de 2012

Carta mi amiga

Para A., compañera de viaje, y para mí, que también  estaba olvidando que la vida tiene estas cosas.


Hace unos años, cuando decidimos tomarnos las manos y caminar juntas, estábamos llenas de ilusión, de ganas de mostrar de qué pasta estamos hechas. Hicimos planes, concretamos proyectos, nos pusimos las mochilas y dimos el primer paso.


Lo malo es que no pusimos en el equipaje todo lo que necesitamos para el trayecto. Creimos que el entusiasmo, las ganas y la compañía era cuanto nos haría falta, pero se nos olvido la brújula que nos debía aclarar la ruta y el mapa que nos diría dónde podríamos parar a comer o a pasar la noche. Se nos pasó, en suma, que la vida no viene con instrucciones de uso, ni con un prospecto que señale las contraindicaciones.

Ahora que llevamos casi la mitad del camino andado, nos han surgido problemas inesperados que nos llenan de dudas. Pensamos que lo mejor es echarse a un lado o tomar otro camino más fácil.  Probablemente es ahora cuando más equivocadas estamos.

Incluso sin indicaciones acabaremos por llegar a la meta. Solo hay que seguir el camino. Habrá que adaptar el paso a las necesidades de cada momento, pero dejar de andar es peor opción. Parar y morir son la misma cosa.

No te servirá de consuelo, pero este ha sido un mal año para todos. Muchos de nosotros hemos tenido problemas de salud, unos más serios que otros; asuntos familiares que han requerido nuestra atención especialemente; cuestiones de trabajo agobiadoras (y agotadoras); tantas cosas que resulta difícil creer que quepan en tan pocos meses, pero aquí seguimos. Mientras haya un hilo de fuerza en nuestro cuerpo no debemos rendirnos. Esta es la hora de la siembra, ya llegará la de la cosecha.

Y si no llega tampoco es tan grave porque en realidad no hay nada especial en los logros: lo que nos hace crecer es la lucha, no la victoria.

Durante toda nuestra vida nos hemos dedicado a acumular riquezas y trabajar por ellas. Primero fue la familia, luego los estudios y los amigos. Un día llegó el amor, los hijos, el trabajo, y por esas cosas hemos luchado. Nos centramos en esos pequeños éxitos y los convertimos en nuestra razón de vivir, pero no es suficiente. No hay nada más importante en la vida de cualquier ser humano que él mismo, aunque solo sea porque podemos prescindir de todo, de todos y seguir viviendo, seguir luchando, volver a construir.

Vuelve mentalmente al principio, a aquellos días en que comenzábamos a conocernos. Recupera la alegría y las ganas, porque nada ha cambiado. Sentémonos un rato, si es lo que te apetece, pero sigue andando en cuanto te recuperes; ya sabes que siempre acabamos arrepintiéndonos de las cosas que no hicimos y ya que hay que morir, muramos de ira, pero no de miedo.

Recuerda que sigo contigo y, ya sabes, en el peor de los casos echaremos unas risas a costa de las dificultades. Reirse de ellas les humilla tanto que acaban por irse a otro sitio a molestar.

Bien, ya hemos descansado un rato. Ahora ponte de pie, toma mi mano de nuevo y volvamos a andar.


Fotos:

miércoles, 4 de abril de 2012

Efemérides del 4 de Abril

G-15 a punto de salir
hacia los exámenes de febrero
El 4 de Abril es el 94º día del año según el calendario gregoriano y el 95º los años bisiestos. En 271 días podremos celebrar de nuevo la Nochevieja. Han pasado cosas interesantes en este día,  algunas incluso pertenecientes al mundo literario: tal día como hoy del año 1984 el protagonista de la novela homónima, Winston Smith, empezó a escribir su diario. Volviendo al mundo real, hoy es el Día Internacional de Información sobe el Peligro de las Minas y pueden celebrar su santo las personas que se llamen Benito o Isidoro.

Han ocurrido cosas como estas:

1833 comienza la obra de la Catedral de la Almudena, en Madrid
1847 se inaugura el Gran Teatro del Liceo, en Barcelona
1854 Franz Joseph se casa con Elizabeth ( o sea Francisco José y Sissi)
1949, creación de la OTAN
1968 es asesinado M. Luther King
1973 se inaugura el complejo Worl Trade Center
1975 en California Bill Gates y Paul Allen fundan Microsoft

Y han nacido estas personas:

186 Caracalla, emperador romano
1508 Ercole d´Este, noble renacentista
1914 Margerite Duras, escritora
1915 Muddy Waters, cantante
1932 Anthony Perkins, actor
1951 Mercedes Milá, presentadora de televisión
1960 Hugo Weaving, actor, famoso por sus papeles en El señor de los anillos y Matrix
1965 Robert Downey Jr., actor
1985 Lorien Andrés, famoso informático y filólogo, mundialmente conocido tanto por sus escritos en el blog de su creación, Informático de Letras (http://informaticodeletras.wordpress.com/), como por sus colaboraciones en el proyecto informático A ver si logro que estos capullos no cojan una aguja cada vez que digo “pinchar”. Es también miembro de una sociedad secreta, de la que lo único que hemos podido averiguar es el nombre,"Grupo de los Quince", y algunas de sus actividades criminales, como copiar PEDs y pasarse libros con derechos de autor.

Hoy nos centraremos en la vida y obra de este grande de la literatura universal.

Imagen tomada el día de su
nacimiento. (Como es
muy detallista, traía un regalo
para su madre)
Lorién Andrés nació hace dos años, milagrosamente como adulto y armado con los instrumentos que le darían fama posteriormente: un ordenador, una PS, maquillaje verde moco y rojo sangre y, por supuesto una paciencia infinita para contestar a todas las preguntas que se le hicieran, pese a que casi todas eran de  índole profesional y ninguno de los “preguntantes” mostró la menor intención de pagarle por la respuesta.

El lugar exacto de su nacimiento nunca ha sido aclarado del todo. Varios sitios rivalizan por ser la patria de este prócer de las letras: Lleida, ciudad en que tiene su residencia habitual, presume de ser la plaza en que el gran hombre llegó al mundo, pero recientes excavaciones realizadas en Minas Mogul han sacado a la luz varios papeles que ponen en duda esa afirmación, al tiempo que aclaran el hecho de que el bosque en que vive la Señora Galadriel lleve el mismo nombre que nuestro protagonista: Lorien.

Uno de los documentos encontrados reza así:

Tres anillos para los reyes elfos bajo el cielo.
Siete para los señores enanos en casas de piedra.
Nueve para los hombres mortales condenados a morir.
Uno para el «Señor Lorien», sobre el trono oscuro
en la tierra de Lorien que le debe el nombre.
Un Anillo porque lo merece. Un Anillo para premiarle,
un Anillo para atraerlos a todos y explicarles informática
en la tierra de la UNED donde no hay más que ineptos.

Su programa favorito
durante la infancia
Su tiempo libre también lo dedica a actividades de índole cultural, siempre a la búsqueda del engrandecimiento de su espíritu y el solaz de cuantos le rodean. Es un magnífico intérprete de varios instrumentos musicales como la batería y el kazoo (este último con verdadera maestría); se disfraza de zombie en los carnavales, en Halloween y en las Fiestas de la Vendimia, para espanto placer de niños y mayores; participa activamente en un grupo de Castellers, aunque este año parece que han surgido problemas porque  le han dicho que de ninguna manera le permitirían volver a hacer de anxaneta. Después de esa discusión, ha comenzado a hacer dieta, para recuperar la tan ansiada posición.

Portada de El País
El diario “El Pais” le ha dedicado su portada, haciéndose eco de sus nuevos proyectos de cara a los próximos meses. No es está la única publicación que lo ha hecho: todos sus seguidores hemos podido ver su imagen y actividades reproducidas al detalle en la prestigiosa Facebook, publicación de gran tirada en la que también podemos consultar su biografía.

Tras este esbozo realizado sobre la personalidad del eminente literato, no nos queda más que desearle un feliz cumpleaños y recordarle que si es cierto que se siembra lo que se recoje, él ha debido sembrar mucho amor, porque todos sus amigos le queremos y yo, concretamente, le adoro y me paso los días preguntando si me lo puedo quedar para siempre.
FELIÇ ANIVERSARI, NEN

lunes, 2 de abril de 2012

Cumpleaños de Hans Christian Andersen

La reina de las nieves, El patito feo, El ruiseñor, El soldadito de plomo, El vestido nuevo del emperador, La sirenita, Pulgarcita, La princesa sobre el guisante, La cerillera, La Pastorcita y el deshollinador... todos estos cuentos y otros muchos más se deben a la pluma de Hans Christian Andersen, nacido en Odense (Dinamarca) tal día como hoy del año 1805.
Su infancia fue probablemente dura. Hijo de un zapatero empobrecido y una madre alcohólica, es de imaginar que su niñez no sería feliz, pero luchó hasta  terminar sus estudios universitarios y acabaría convirtiéndose en el autor más importante de Dinamarca. Tanto, que el símbolo más famoso de Copenhage y, por extensión, de todo el país, es esa pequeña escultura que representa a una sirena, personaje protagonista de uno de sus cuentos.

Los cuentos de Andersen son muy diferentes de los de los hermanos Grimm: incluso los más alegres tienen algún punto de nostalgia o de tristeza. Muchos tienen finales que no se parecen en nada al “...y vivieron felices, por siempre jamás”. La cerillera, muere; el soldadito de plomo acaba fundido; la sirenita se diluye en la espuma de mar... Quizá sea que la vida con sus padres le marcó más de lo que parece.

Lo que me parece innegable es que son cuentos únicos, contados muchas veces desde la perspectiva del niño, no de la del adulto como era costumbre hasta entonces, lo que hace que los pequeños los disfruten con deleite.

Una vez más debo agradecer a mi padre el haber conocido a Andersen muy pronto. Él tiene en casa una colección en dos tomos de aquellos antiguos, encuadernados en piel y escritos en finísimo papel de pergamino que, como siempre, se me permitió leer desde pequeña. Cuando leía algo que me llamaba la atención, lo comentábamos. Tuvimos charlas muy interesantes sobre aquel niño enfermo a quien el Ángel de la Guarda recogía para llevarse al cielo, o la cerillera, que moría intentando calentarse con el fuego de sus cerillas: yo pensaba que eran finales tristes, pero mi padre me explicó que en esa época la muerte se consideraba una liberación, en ciertos casos, además de algo bello y poético. Hablaba,  por supuesto, del Romanticismo, aunque ese nombre no lo aprendí hasta algo más tarde.

Otros me resultaban más agradables de leer y no me dejaban con un nudo en el estómago al acabarlos. Me reí mucho a costa de la broma que le gastaron a aquel emperador presumido y me encantó que el patito feo fuese, al acabar la historia, el más bello de todos los cisnes.

Hoy, en el aniversario del nacimiento de Andersen, quiero darle las gracias a los dos: al uno por escribir esos cuentos tan maravillosos; al otro por dejarme leerlos y por explicarme lo que no entendía.

Y aquí dejo un enlace, con uno de los cuentos de Andersen que siempre entendí:
 http://blogs.diariovasco.com/cuentameuncuento/2005/04/11/absolutamente_cierto/

domingo, 1 de abril de 2012

Buscando a Dios

Para J., porque le debo una respuesta.
Parece que últimamente el tema  „Dios“ surge contínuamente, cosa que no me extraña nada, porque es una de las cuestiones que más ha ocupado al ser humano desde que empezó  a pensar. Yo, para no ser menos, también contaré mi experiencia.

Mi relación con Dios y la religión ha sido fluctuante. Nacida en una familia en la que la mayoría de sus miembros son agnósticos, mi contacto con la religión fue el de las clases de esa asignatura en el colegio y poco más. Me bautizaron, porque cuando nací era obligatorio hacerlo, pero jamás se me exigió ir a misa o aprender el catecismo.

Un día, tendría yo unos trece años, un compañero de colegio me invitó a formar parte de un grupo que me interesó porque organizaban excursiones, tenían un club para reunirse al salir de clase y realizaban actividades de tiempo libre que me atrajeron. La sede del club estaba en el colegio San Francisco de Asís y se trataba de las Juventudes Seráficas, un grupo católico.

No hubo nunca presiones por parte de los frailes que nos dirigían y acompañaban. Se comportaron siempre como personas abiertas, dispuestas a hablar de todo sin referirlo a Dios, el Papa o la Iglesia. Con el tiempo me contaron que los frailes franciscanos siempre habían sido así: ropas pobres, todo de todos y amor incondicional para todas las criaturas, siguiendo la costumbre instaurada por el santo fundador de su orden.

En este grupo se realizaban también los llamados “retiros espirituales”, de los que pude participar varias veces y en los que conocí las misas más bellas que he visto en mi vida. No había altar, nos sentábamos todos en círculo y el sacerdote nos dirigía, pero cada uno hacía y decía lo que quisiera: una oración; una lectura de los evangélios, una poesía... cualquier cosa que nos apeteciera en ese momento. La comunión también era especial porque se colocaba una mesita en el centro con el cáliz y la patena, llenos respectivamente de vino y hostias consagradas. Cada uno se levantaba, tomaba su porción y volvía a su sitio. La idea era que nos sintiesemos parte activa y no meros espectadores, que viviesemos la religión como una parte de nuestra vida en la que éramos tan actores como en los exámenes del colegio. Durante el tiempo que formé parte de este grupo comenzó a crecer en mí el interés por Dios, la muerte y lo que viene tras ella; la vida y su sentido.

Como yo llegué a ellos sin educación previa no me sentía unida a una religión concreta, así que empecé mi búsqueda por varios frentes: leí la Biblia, el Corán, la Torá, la biografía de Buda y los escritos del Dalai Lama; me empapé de historias y leyendas hindúes, sintoistas y libros new age. De aquellos tiempos conservo aún la costumbre de encender varitas de incienso ante el altar de Kwan-Yin, mi diosa favorita, y la de canturrear mantras en sánscrito cuando estoy nerviosa o alterada por algo.

Aprendí que Dios está en todos los lugares y que nosotros somos parte de Él; que por ser solo “parte” no somos tan perfectos, pero que nos debemos respeto y amor a nosotros mismos, porque nuestra divinidad lo merece; que ese respeto lo hemos de hacer extensivo a todas las criaturas de la creación, porque entre ellos y nosotros hacemos el “todo”o sea, a Dios.

Un buen día me acerqué al Dios de los cristianos pensando que encontraría al mismo que me presentaron los franciscanos, pero no le encontré. En lugar de a Dios, hallé curas; en lugar de Iglesia, dí de bruces con la política; en lugar de seres buenos, tope con intransigentes, engreidos por sus púrpuras y convencidos de vivir en posesión de la verdad. En lugar del cielo, tropecé con el infierno y estaba lleno de demonios.

Tengo muchos motivos para creer en Dios, pero cuando alguien me pregunta, sobre todo si son personas de entorno cristiano, judio o musulman, no puedo evitar decir que no es así, porque automáticamente pienso en su Dios, en el modo en que viven sus creencias y me doy cuenta de que jamás podré creer en Él por la sencilla razón de que sus seguidores, tampoco lo hacen.

Es una pena, pero Nietsche tenía razón al decir que Dios ha muerto. No para “el mundo” o para “la sociedad”, es peor aún: empezando por las jerarquías eclesiásticas y terminando en las beatonas de misa y comunión diaria, Dios ha muerto para los cristianos.