Yo fumo mucho. Me considero una fumadora compulsiva, así que esas leyes que dicen que no debo hacerlo en ciertos lugares me resultan particularmente molestas, aunque debo decir que siempre he respetado a los no fumadores, puesto que he vivido rodeada de ellos: en casa de mis padres no se debía fumar, tampoco en la de mi abuela, así como en las de varios amigos míos. He crecido sabiendo que había lugares en los que no se podía encender un cigarrillo, como hospitales o cines y se me educó para evitar hacerlo en presencia de personas mayores, enfermos o niños y me parece lógico que así sea.
Lo que ya no me parece tan razonable es que se prohiba en lugares que son privados, como bares, restaurantes y otros similares. No se trata de que me resulte más o menos cómodo salir a la calle para ello, puesto que yo pertenezco al grupo de fumadores que ha dejado de visitar ese tipo de locales desde que entró en vigor la prohibición. Lo que me pregunto es ¿tiene derecho el estado a imponer su voluntad sobre la propiedad privada? Y, si lo tiene ¿está también prohibido fumar en las casas particulares?
Si la ley dice que en los puestos de trabajo no se debe fumar; si el hogar es el puesto de trabajo de sus propietarios, más concretamente, de aquel que se ocupe de cuidarlo; si además es un lugar en que se sirven comidas, es de suponer que esa ordenanza es de aplicación en las viviendas privadas.
Si no es así, si el hecho de ser “privadas” les permite mantenerse apartadas de la jurisdicción ¿por qué no ocurre lo mismo con los bares? ¿qué persona ha decidido que mi casa es mía, pero mi bar no me pertenece? ¿quién se eroga el derecho a decidir sobre mi propiedad privada? ¿quien dice que yo debo pagar los impuestos, tasas e hipotecas con que esté cargada mi vivienda, pero no puedo hacer lo que desee en ese lugar? Y, pensamiento terrible aunque inevitable ¿podrá el estado decidir algún día si me está permitido o no fumar en mi casa? ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar nuestros gobernantes
Si echo un vistazo a la historia y veo el camino que hemos recorrido los humanos, me temo que la respuesta a esa pregunta no nos va a gustar a nadie, porque está claro que la meta de los poderosos siempre fue el mando, el poder, en dos palabras: la tiranía.
Tal vez nos dejen votar para mantenernos en el mundo ilusorio de la libertad, pero la realidad es otra. Solo somos libres de hacer aquello que no entorpezca el camino de los dirigentes. Porque, no nos engañemos, si nuestra salud les importase algo habrían añadido a esa normativa la obligación por parte de la Seguridad Social de hacerse cargo de las personas que deseen dejarlo, cosa que no ha sucedido, ni sucederá en los próximos años; si realmente la razón fuese la protección del ciudadano prohibirían que los cigarrillos se saturen con productos tóxicos o con adictivos que nos hacen más dependientes aún del humo azul, pero eso tampoco ocurrirá jamás ¡el dinero que deja el consumo de tabaco es muy sabroso! Lo único que han hecho es quitarnos la opción de elegir qué clase de local queremos que sea el nuestro y qué clientela deseamos tener. Y eso lo deciden las mismas personas que cierran un dominio en la web por que no respeta la propiedad intelectual ¿es esta última más respetable que la privada?
Ya no hay por qué preguntarse si tenemos libertad para escoger no ser libres. Ahora sabemos la respuesta: no. No la tenemos.
Nos han quitado de un plumazo una de las más interesantes preguntas de la ética. Nos hemos quedado sin esa aporía.
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