Por enésima vez miró al techo. No ha cambiado mucho desde la última, salvo por una araña que estaba en una esquina y ahora se encuentra cerca de la lámpara.
En condiciones normales yo hubiera pegado un salto tan alto como los de un Watusi en su danza, seguido de una carrera enloquecida buscando un cartón o algo similar con que recoger al bicho y, sin tocarlo por si muerde, trasladarlo hasta el jardín, entre escalofríos por haber tenido que enfrentarme a tan peligroso animal, donde lo dejaría con la esperanza de no tener que volver a vivir semejante experiencia en lo que me queda de vida.
Hoy no lo he hecho. No es que me haya convertido en valiente durante la noche: Es que no puedo andar ni, mucho menos, saltar o correr.
Un pequeño accidente casero me tiene encadenada a un sofa en el que un montón de almohadones me ayuda a mantener la postura adecuada. "Adecuada" según mi médico, porque en mi opinión esta postura no se adecúa a nada, salvo a la observación de las peripecias arañiles en el techo de mi cuarto.
Ya que no puedo leer, estudiar, escribir o tocar el piano, me dedico a la única opción disponible: A pensar.
Lo primero que pienso es que he tenido mucha suerte, por extraño que suene viniendo de alguien que apenas puede moverse. Sí, he tenido mucha suerte, repito, porque estas molestias son circunstanciales: En unos días volveré a andar, correr y pegar saltos horrorizada al encontrar una araña en mi camino. Podría haber sido muy diferente. Dadas las circunstancias del accidente ahora quizá estuviera contando que he quedado parapléjica o algunos conocidos estarían contándose la historia de "esa pobre mujer, fíjate. Si es que no somos nadie".
Eso no cura los dolores, claro, pero no deja de ser un consuelo. La esperanza de que todo irá mejor en unos días más o menos próximos ayuda aceptar lo desagradable de los actuales. Desde luego no seré yo quien llore por mis zapatos mientras me queden los pies... por mucho que los callos me estén matando.
También pienso en mis estudios, mi familia y amigos. Sobre todo en mis relaciones con esos tres pilares tan importantes para mí. En todos esos campos tengo cosas a medias que deben ser aclaradas cuanto antes, porque si algo he sacado en claro de esta situación es que hoy estoy y puedo hacer cosas. Mañana quizá sea tarde, porque tal vez ya no esté. Encontrarse a un lado u otro de la frontera depende de un solo paso. O de un resbalón en la escalera.
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