Hoy he escrito una carta. Para la gente menor de 30 años explicaré que una carta es el resultado de plasmar los pensamientos, las novedades o, sencillamente, los saludos a conocidos, en ¡pásmense! una hoja de papel. Exactamente: De ese material con que se fabrican las servilletas, los pósters de Spiderman y las guías de teléfono.
Para mayor admiración de propios y extraños diré que se utiliza como herramienta un bolígrafo. Si, hombre, claro que han visto alguno. Esos tubitos negros que hay en los bancos sujetos con una cadena y que se usan para firmar las hipotecas.
Aún habrá quien no entienda de qué hablo porque para muchos de nosotros el papel y el lápiz tienen un aire tan arcaico como la pluma de ganso, la tablilla de cera o el papiro. En lo que se refiere a las cartas... ¡en fin! ¿quién escribe hoy día más de diez líneas? Y eso en los ratos productivos.
La forma de comunicarnos en estos tiempos es, naturalmente, a través del internet y, más concretamente, de las redes sociales. Dos líneas, tres quizá. Una frase sin sujeto, comenzada por un gerundio y rematada con aire ¿A mí que me importa que ese señor empiece su jornada "leyendo el periódico y tomando café"? Primero que yo a ese hombre no le conozco de nada: Por mí como si lee las instruciones de la licuadora y toma cianuro. Y segundo ¿qué mérito tiene que comience el día así? ¿Pues no es como lo empieza medio mundo?
Las cartas son otra cosa. En ellas se relatan con detalle todas las situaciones que hemos debido afrontar y los sentimientos que nos han provocado. Vaciamos en ellas todo lo que nos ha conmovido el alma, tanto si ha sido placentero como si nos ha herido.
Las dirigimos a personas que saben leernos, que no malinterpretan nada, precisamente porque también saben escribir, porque ellos redactan cartas en las que ponen el corazón. Personas que observan lo que se encuentra entre las líneas y son capaces de ver más allá de las meras palabras dibujadas sobre la blancura. Seres que aprenden a conocernos y se dan a conocer abriéndose completamente, dando y recibiendo amor. Creando Amistad, en mayúsculas.
Los acostumbrados a comunicarnos en el espacio reducido que nos prestan las redes nos olvidamos de cómo hay que leer. Un saludo mandado por educación puede desatar una pasión desenfrenada y una queja enviada en un día de tristeza puede significar la expulsión del grupo. Ser humano no está bien visto en el mundo virtual, no se pueden tener sentimientos negativos. El lema es “sonríe y traga, o vete”.
Nos enorgullecemos de que nos siga x cantidad de gente y de seguir a otros tantos, pero luego tenemos que crear un blog para tener a quien contar nuestras cosas, para desahogarnos cuando estamos tristes o alegrarnos en los ratos de buen humor, porque de esos seguidores ni uno solo es un amigo. Porque ni uno de ellos nos escuchará cuando tengamos algo que decir, ni nos secará una lágrima, ni nos dará una palmada de ánimo. Conocemos más gente que nunca y estamos más solos de lo que hemos estado jamás.
Y mejor no escribir mucho sobre ello, que si la entrada del blog es muy larga nadie la leerá.
Pues yo adoro las cartas y tengo una caja llena de ellas y me encanta releerlas y olerlas y pensar en lo que hacía la persona que la escribió en el momento :3
ResponderEliminarPero ya sabes que yo soy una menor de treinta años poco al uso, más bien tirando a rara.
Te quiero millones.