Esta semana ha sido de
lo más tonta. Corta, porque tenía tantas cosas pendientes que apenas he
percibido el paso del tiempo, pero tonta del todo.
Yo soy así, pero sin esos colores tan bonitos |
De las tareas que he
comenzado apenas he terminado un par, generalmente por pura desorientación por
mi parte. Me he enfrentado a trabajos por escrito, estudio, compras, arreglos
en la casa y fuera de ella, todos al mismo tiempo y sin apenas ocasión para sentarme
a disfrutar de un té, un libro o, sencillamente, unos minutos del necesario aburrimiento
que tan bien sienta a los espíritus agotados.
Lo peor de todo es que
mi cerebro no está dispuesto a concentrarse en lo inmediato, porque lo tengo
preparando las futuras vacaciones veraniegas, mientras el resto de mi cuerpo se
esfuerza por afrontar las tareas diarias y, claro, así no avanzo.
Hace un par de días
tenía que haber entregado un trabajo, pero yo preparé otro, porque los
confundí; hoy fui al banco a pagar tres facturas y dejé dos sin pagar, ya que olvidé
los datos
Pensando dónde dejo la cartera, seguro |
En mi familia suelen
decir que convivir conmigo es fácil, seguramente porque ellos no son yo. Desde
mi perspectiva, convivir conmigo es dificilísimo. Dentro de mí vive una persona
ordenada, que sabe exactamente dónde deja sus cosas, lleva una agenda impecable
y no se olvida de una fecha. A su lado, otra, que es incapaz de concentrarse,
no recuerda las cosas más elementales y vive pendiente de que llegue una nueva
oportunidad para empezar de cero, porque le parece imposible terminar nada de
lo que ha empezado hasta el momento. La primera se enfada y avergüenza muchísimo
de la conducta de la segunda y esta se siente inconsolable al ver los disgustos
que causa, pero es incapaz de cambiar de actitud.
La mayoría de personas
que conozco ríen con lo que ellos llaman “mis despistes”, pero a mí cada vez me
cuesta más acompañar sus risas, puesto que las consecuencias de estos, sin ser
graves, me producen incomodides: tendré que volver al banco, no pude entregar
el trabajo que no hice, gasté más agua de la necesaria y me veré obligada a
volver a estudiar lo que ya debería saber desde hace días.
Mientras, mi cerebro... |
Algunas veces me
siento tan impotente que incluso me planteo dejar todo lo que hago y dedicarme
exclusivamente al cuidado de la casa y la familia. Si no puedo concentrarme en
mis lecturas, ni en los trabajo que he de realizar, no merece la pena que siga
esforzándome, porque cuando llegue el momento de demostrar mis conocimiento, no
estaré preparada. Otras veces pienso que mi vida estaría muy vacía si no la
ocupase de esta forma, así que continúo adelante y espero que el año que viene
todo vaya mejor. Seguramente es por eso por lo que mi mente está ya planeando
las vacaciones: sabe que después de sentir el sabor de la sal y la textura de
la arena, vuelvo a relajarme y recobro el entusiasmo y la capacidad de
aprender.
En cualquier caso, mis
dos yos siguen enfrentados, el uno con enfado y el otro con arrepentimiento, esperando
el milagro que le cure del extravío casi crónico del que es víctima.
Ya digo que da igual
lo que opine mi familia: mi vida conmigo no es nada fácil.
Fotos:
Walt Disney Worldfondosni.com
Tranquila Amparo, a mi tb me pasaba lo mismo hasta que el tercer yo que tenemos, el adulto y sensato apareció de repente y concilió a mis otros dos "yo". Para eso escribía en un cuaderno cartas entre ellos tres y ahora soy una. Espero que te sirva. Me encanta como escribes. Un beso.
ResponderEliminarSeguramente tienes muchas fuentes de distracción cerca. Elimina todas las que puedas, redúcelas al mínimo indispensable y verás como tu capacidad de concentración mejora y todo te resulta más sencillo. Céntrate, Amparo. Tienes una oportunidad entre manos que no debes desaprovechar.
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