jueves, 26 de julio de 2012

¿Un mundo feliz?

Yo viví los primero años de mi vida durante los últimos coletazos del franquismo, así que recuerdo algunas cosas que pude conocer de primera mano y que marcarían mi forma de ver el mundo.

Manifestación pro aborto
Madrid, 1983
En una España gobernada por el nacionalcatolicismo, no había mayor delito que los relacionados con el sexo: no estaba tan mal visto el asesinato, como el tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Por supuesto que no había divorcio, ni posibilidad de abortar en un hospital decente. Separaciones y abortos sí que había, claro, pero no eran legales. La gente seguía casada aunque llevasen treinta años separados y, sobre todo los hombres, tuviesen una vida paralela con otra señora y varios niños frutos de esa relación. Lo importante era que ningún papel reflejase la situación real. La sociedad española podía aceptar una infidelidad prolongada en el tiempo, pero no que esta se hiciese oficial.

El tema del aborto era peor aún. Muchas mujeres morían entre unas manos inexpertas que manipulaban sus cuerpos hasta desangrarlos, llevándose dos vidas por el precio de una. Otras desaparecían de su pueblo junto con su madre durante los meses necesarios, para volver al cabo del tiempo con un “hermanito” en los brazos de su progenitora, quien había tenido buen cuidado de avisar, antes de la partida, de que había quedado embarazada. Luego estaban las que tenían más suerte, hijas de familias adineradas que iban a Londres para deshacerse de su hijo en una clínica decente y bien atendida por médicos conocedores de su trabajo. Estas últimas, en muchos casos, eran hijas de unos padres que iban a misa los domingos y se escandalizaban porque la niña de fulanito había sido descubierta mientras besaba a un muchacho. Llevar a sus niñas “de compras a Londres” era una forma de mantener limpia la imagen que tenían de sí mismos.

La iglesia sigue tratando de imponer su
voluntad. Las mujeres continúan respondiendo
Por fin llegó la democracia y, lentamente, fueron otorgándose derechos entre los que se encontraban el divorcio y el aborto. Yo era aún una niña y, por lo tanto, muy impresionable, así que se me quedaron profundamente grabadas las reacciones que vi y escuché en aquellos días: el divorcio traería el fin de la familia como la conocíamos hasta el momento, iba a terminar con los matrimonios y  provocaría una vida de desorden y caos. El aborto era un crimen de lesa humanidad y a partir de ese momento todos viviríamos en una orgía permanente. Fue casi un alivio descubrir que no ocurría ninguno de esos horrores apocalípticos que se nos anunciaban entre rezos y rogativas por las almas de los pobres españoles.

Poco a poco toda la nación fue creciendo en el espíritu de la libertad. Salvo alguna excepción, el español se convirtió en ciudadano demócrata y se divorció o abortó, sin que eso significase una pérdida de valores, incluyendo los religiosos. Como lo único que se hizo fue permitirlo, que nadie obligó nunca a nada, quien no quiso separarse de su pareja continuó unido a ella y las mujeres que decidían tener a sus hijos, así lo hicieron.
Ahora, en nombre del respeto a la vida, se nos quiere quitar uno de esos derechos. No se dan opciones: se obliga a hacer las cosas como se nos ordena. Los derechos que tantas lágrimas y tanto esfuerzo costaron, se quitan de un plumazo. Si una mujer queda embarazada y no quiere o no puede tener a su hijo, deberá tenerlo igual, porque sí. Sin razones de peso y sin compensación de ningún tipo. El mismo gobierno que nos ha quitado el derecho a la salud y al estudio, nos obliga a parir hijos, por narices. Hijos que no tendrán acceso a una medicación cuando la necesiten, que no tendrán una persona que les cuide y ayude a sus padres a sacarle adelante, que no podrán estudiar porque no habrá dinero para ellos. Niños que se convertirán en hombres sin preparación, sin cultura y sin salud. Rebaño perfecto para ser guiado por el poderoso. Ganado sin voluntad, porque para desear hay que conocer y esa generación habrá crecido sin conocimientos.

Portada de Un Mundo Feliz
De A. Huxley
Ya me parece estar viendo la España del futuro. No será un regreso al pasado franquista: se parecerá más bien al reflejado por Aldous Huxley en su novela “Un mundo feliz”, con un montón de ciudadanos epsilon que trabajarán para unos pocos alfa a cambio de su ración de soma, ese porción de felicidad ficticia que garantizará la fidelidad de las clases inferiores.

No estamos tan lejos como pueda parecer: ya hemos empezado a dejar de protestar por las decisiones del gobierno, cada vez que algún deportista español gana una competición. El siguiente paso será crear  mano de obra fuerte para el trabajo y descerebrada, para que no proteste por nada. Y ya se está haciendo lo necesario para que empiece a nacer.
 








Fotos:
http://www.lapicesparalapaz.com
http://pornuestrosmedios.wordpress.com

7 comentarios:

  1. Querida amiga, una vez más te has colado en mi ser por dos ventanas: una, la de la vida paralela en el tiempo y pensamiento que nos ha tocado vivir y que has reflejado con pulcra letra; dos,con tus palabras has aflorado en mí aquellos recuerdos, nunca olvidados, que también viví y que igual que tú, por falta de edad sólo fui espectadora, pero que forjó en mí el espíritu crítico, la solidaridad con el débil, la rebeldía y sobre todo, aprendí que ser mujer y luchar por el derecho y libertad de ser dueña de mí vida y cuerpo, también era mi obligación. Felicidades Amparo una vez más.

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    1. Gracias por tu palabras tan amables. Tienes razón en eso de que llevamos vidas paralelas. Hemos conocido de primera mano (aunque desde los ojos de unas crías) el fin de la dictadura, la transición, los primeros pasos por la democracia... creo que hemos tenido suerte porque crecimos sabiendo que había otras opciones y que podíamos (y debíamos) luchar por ellas.

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  2. El tema del aborto es una de esas cuestiones límite que no tienen solución. Habría que distinguir entre la lucha por el derecho al aborto y la decisión moral propiamente de abortar o no. Al primero podemos darle respuesta: la que se consense o se acuerde políticamente entre todos, sin que por ello el tema del aborto quede cerrado para siempre. Esto es lo que está en juego en la polémica recurrente de aborto sí o aborto no, la lucha política por el derecho.

    Pero como digo, la cuestión del aborto es una de esas cuestiones límite que no tienen solución. Desde luego no tienen una solución política definitiva. Implica a la moral, a la ética, a la filosofía, a la religión. Cada uno debe darle respuesta y tomar una decisión en conciencia, desde su libertad y responsabilidad, incluso oponiéndose al derecho establecido si lo considera injusto.

    La cuestión del aborto sí o aborto no debe quedar abierta siempre, no debemos intentar encontrar una solución definitiva y absoluta. Ése es el riesgo que corremos con estas discusiones excesivamente polémicas entre posiciones extremas encontradas, el que queramos dar una respuesta definitiva al tema del aborto. Si construimos una sociedad en la que el aborto ya no se vea como una problema nos ahorraremos muchos conflictos morales, desde luego; viviremos en una sociedad mucho más "feliz" en la que ya no haya luchas políticas, cierto; nos evitaremos el tener que pensar y pensar horas y horas en un tema que no tiene solución, por supuesto; pero esa "sociedad feliz" será una sociedad mucho menos humana.

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    1. Yo no creo tampoco que se pueda llegar a un acuerdo absoluto, pero sí que cada uno debe obrar según lo mande su conciencia y teniendo la opción de elegir. Por eso creo que debe ser legal y sin imposiciones: porque la libertad es poder escoger entre varias alternativas. Luego, que cada cual obre como le parezca.

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    2. Sí, estamos de acuerdo. La dificultad está en que, siendo la decisión en un sentido o en otro, tiene que ser una decisión en conciencia, esto es, una decisión moral.

      Toda decisión moral se toma en última instancia desde la soledad más absoluta, pero debe abrirse a los demás si quiere seguir siendo una decisión plenamente moral. No vale hacer lo que a uno le venga en gana según el momento. La decisión de abortar o no abortar debe ser compartida con los demás, no vale abandonarla al capricho individual. Si así fuera dejaría de ser un acto plenamente moral.

      Hay está la dificultad, en que hay que ponerse de acuerdo en unas normas comunes y válidas para todos, que se deben respetar. Una tarea política muy, muy complicada cuando se trata cuestiones límite como la decisión de abortar una vida. Yo particularmente no lo tengo nada claro.

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    3. Por una vez me vas a permitir que no esté de acuerdo contigo. Al menos, no del todo.
      La decisión de abortar no tiene porqué ser una decisión comunitaria puesto que el "no-nacimiento" no afecta a la comunidad; lo que sí afecta es la llegada al mundo de un nuevo habitante del planeta, así que supongo que tu siguiente propuesta será que el gobierno decida cuántos hijos debemos tener, de qué sexo y, a partir de ahí, sobre todo lo demás.
      Antes de nacer es un cuerpo extraño dentro de otro y como ese otro es el que tiene cerebro y sabe qué desea o necesita para sí y sus descendientes, es el único que puede optar por seguir adelante o no, puesto que es el único afectado por ese embarazo. El embrión tiene la misma vida que una bacteria y, generalmente nos quedamos con las bacterias benéficas. Las que nos dañan, las atacamos con antibióticos sin que nadie se escandalice por que "asesinemos" a algo que tiene vida.
      Y, antes de que te lleves las manos a la cabeza, no he calificado de "bacterias" a los niños, ni siquiera a los fetos: solo a los embriones.
      En cuanto al "capricho" de abortar... dudo mucho de que la mayoría de mujeres que abortan lo hagan "por capricho". Habrá alguna, porque en este mundo hay de todo, pero te aseguro que subirse a una camilla, abrir las piernas y permitir que manipulen tu cuerpo hasta arrancarte del vientre a un ser que en otras circunstancias hubiera podido convertirse en tu hijo, amado más que tu vida, no es algo que se haga por capricho.

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    4. No he dicho en ningún momento que la decisión de abortar deba ser una decisión comunitaria. Al contrario. Lo que he dicho es que se trata de una decisión moral y que, por tanto, debe tomarse en conciencia, es decir, en primera persona.

      Pero no podemos olvidar el matiz importantísimo de que se trata no de cualquier decisión (me compro un coche, me rapo la cabeza, pinto la casa de azul, etc.), sino de una decisión moral acerca de una cuestión límite como es abortar el nacimiento de un ser humano.

      Tal decisión puede venir directamente determinada (o en cualquier caso afectar) por nuestros propios pensamientos filosóficos acerca del mundo, por nuestras creencias religiosas o por nuestros planteamientos globales de vida. Y no sólo individuales, sino en cuanto que somos seres humanos, en cuanto que compartimos la misma condición humana con nuestros semejantes. Y esto sí es comunitario.

      Nadie nace con una idea filosófica o una creencia religiosa en la cabeza. Esto se aprende, se crea (o recrea) a partir de lo que aprendemos de los demás, del diálogo con los demás. Realmente nadie sabe si en cuestiones tan límite como el aborto, la eutanasia o la pena de muerte se hace lo correcto cuando se toma la determinación política de permitirlo legalmente. Nadie lo sabe y por eso estas decisiones, aun siendo en última instancia un asunto de conciencia (decisión solitaria en última instancia), deben abrirse a los demás, deben ser compartidas.

      Quien decida desde su solipsismo absoluto, a su capricho, sin querer compartir su decisión con los demás (que cada cual haga lo que le parezca) en nombre de su "libertad de conciencia", sin ser consciente de que tal decisión afecta a nuestra condición humana común, tal persona sencillamente no tiene conciencia.

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