sábado, 18 de febrero de 2012

Febrero

Durante tres semanas, aproximadamente, he estado enferma. Los síntomas han sido variados: tenía palpitaciones; sudaba mucho, pese a que hemos tenido los días más fríos del año; me temblaban las manos y las piernas y no era capaz de probar bocado.

Mi familia fue la primera en darse cuenta, porque los primeros signos del malestar fueron de conducta. Yo suelo sonreir a menudo y ando por la casa cantando o bailando. Cuando vieron que mi rostro comenzaba a desencajarse, perder el color y la sonrisa lo achacaron a un catarro, pero en el momento en que cambié los cantos por gritos y lágrimas comprendieron que algo malo ocurría.

La cosa se fue complicando al pasar de las manifestaciones mentales a las físicas y quisieron llevarme al médico. Fue imposible encontrar un momento para ello, porque yo tenía todos los días ocupados, así que hemos tenido que bregar con mi enfermedad nosotros solos.

Para combatir algunos de los síntomas se tomaron decisiones desesperadas como comprar café sin cafeina, con lo que se pretendía calmar los temblores y favorecer el sueño, mas no ha funcionado. He seguido sin poder dormir y temblando hasta hoy mismo.

Lo siguiente que pensamos fue en añadir vitaminas a la dieta, así que hemos comprado varios kilos más de frutas de lo que nos es habitual. Hemos llenado la cocina de naranjas, mandarinas, papayas, mangos, piñas tropicales, plátanos... No he notado mejoría hasta ahora.

Esta tarde, casi de repente, ha remitido todo. Sin hacer nada especial, de pronto he dejado de temblar. Hasta me he atrevido a cenar algo. Ni tiemblo, ni tengo sudores y, lo más asombroso, hasta me he lanzado a tararear una canción.

Salvo un intenso cansancio, me siento en perfecta forma. Parece que me hubiera metido en uno de esos túneles de lavado que limpian la porquería y dejan todo reluciente en unos minutos.

Empecé a notar esta tarde como me iba recobrando y sin darme cuenta apenas empecé a hacer mi vida normal. He dedicado la tarde a repasar los temas que he de estudiar en los próximos meses e incluso he planeado continuar con la redecoración de la casa que había dejado de lado estos días en que me he sentido tan mal.

Curiosamente la mejoría vino acompañada de una toma de conciencia: se inició en cuanto me di cuenta de que, por fin, habían terminado los exámenes de febrero.

2 comentarios:

  1. Qué grande, y qué gran verdad.
    Ahora que han terminado no te libras, te voy a aplachurrar mucho, aunque sea virtualmente.
    Te quiero mil.

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  2. Hay que dominar esos nervios ante los exámenes, Amparo. Piensa que no tienes nada que demostrar, que estudias por satisfacción personal, y que los exámenes son otra oportunidad para aprender: te obligan a sintetizar, ordenar, discriminar...

    Pero quizás lo que te provoca el malestar no sean los exámenes. Quizás pienses todavía que tienes que demostrar algo a alguien estudiando filología, y por eso te pones tan nerviosa. Te lo repito: no tienes que demostrar nada a nadie.

    Nadie medianamente inteligente necesitaría ver tu expediente académico para darse cuenta de que eres una mujer excepcional y muy especial, fuera de la media. Y lo que piensen los necios... bueno, ¿a quién demonios le importa lo que piense un necio?

    El mundo está lleno de necios que creen que por tener un título, un doctorado y no sé cuantos máster eres más respetable que el resto de los seres humanos. Cuando me encuentro con alguien que presume de tener un título de esto o de lo otro, siempre me acuerdo de cómo definía Ambrose Bierce el término "Educación" en su Diccionario del Diablo. Decía: "La educación es aquello que muestra a los lúcidos, y oculta a los necios, lo deficiente de su entendimiento". El mundo está lleno de necios con título universitario.

    Lo dicho, ninguna persona inteligente que te conozca necesita ver tu expediente académico ni saber si has aprobado esta o aquella asignatura para darse cuenta de que eres una mujer excepcional. Sólo hace falta leer dos o tres de los párrafos que escribes para darse cuenta de ello.

    Ánimo con las asignaturas del segundo semestre y que no te puedan los nervios en los próximos exámenes. En los meses que vienen tenemos una nueva oportunidad de demostrar lo que valemos y tomarnos la revancha de estos primeros "dichosos" exámenes de febrero.

    Un fuerte abrazo, Amparo.

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