Diciembre es el mes más divertido del año y el que mejor refleja lo contradictorios que somos los humanos. Pasamos las tres primeras semanas protestando a su costa y la última celebrándolo como si no fuese a haber mañana.
Como todavía estamos en la segunda semana por todas partes se oyen quejas. Desde las alusivas al dineral que se gastan los ayuntamientos (esas luces innecesarias de todo punto, mejor haría en invertir ese dinero en quienes realmente lo necesitan) y la gente (pagando fortunas por regalos absurdos, comida y bebida en cantidades exageradas...) hasta las más profundas relativas al hecho de celebrar una fiesta cristiana, el nacimiento de un niño que no nació en esa fecha y que a saber si nació realmente... Por no mencionar el disgusto ante esas reuniones familiares que acaban siempre en discusión y gritos.
Este año he decidido defender a este pobre mes tan injustamente tratado. Creo que lo merece porque las fiestas navideñas son algo más que todo eso, aunque no niego que esas reclamaciones tengan su punto de razón. Pero no del todo...
Las luces, al menos en algunos lugares, son exageradas. Realmente cuando llegan tiempos de crisis habría que ahorrar un poco y plantearse el invertir en aquellos sectores que más lo necesitan. Por supuesto que la salud o la educación son más importantes que la Nochebuena y yo propondría a los ayuntamientos españoles que hiciesen como se hace en muchos sitios de Alemania: Menos iluminación eléctrica y más faroles con velas en las puertas de las tiendas y las cafeterías. Pero quitarlas no ¡eso nunca! porque precisamente en los malos momentos es cuando más imprescindible se hace lo superficial. La ciudad a oscuras está más fea que iluminada, da sensación de inseguridad y produce, por lo tanto, miedo. La luz provoca exactamente lo contrario, proporciona belleza y tranquilidad, que es justamente lo que se necesita, porque es lo que no se tiene.
Lo de gastar dinerales... no es obligatorio y son muchas las familias que no caen en esa trampa. Quienes sí invierten su dinero en celebraciones son aquellos que desean hacerlo. Cada familia sabe cuánto puede destinar a las fiestas y se amolda a ello. Al menos yo no conozco a nadie que pida un crédito para las cenas festivas.
A cambio de ese desembolso tendrán una reunión familiar en la que tal vez surjan discusiones, incluso peleas graves. "Tal vez", no hay garantías de que la cena termine en bronca. Lo que sí es seguro es que la familia, quizá también algún amigo, se reunirá para hacer algo juntos ¿Un argumento tonto? Quien lo crea así tal vez debería vivir lejos de sus seres queridos una temporada; irse a otro país, lo bastante lejano como para que estar con la familia y los amigos sea una excepción; pasar por instantes, buenos o malos, desear compartirlos y darse cuenta que solo el teléfono o el mensaje en la web permiten hacerlo; descubrir que los hermanos y amigos tienen problemas y no se les puede ayudar; notar que los padres envejecen, enferman o mueren sin posibilidades de despedirse de ellos; tener solo un día al año para tocar a quien quieres... o para pelear con ellos, que a veces es lo más divertido. Seguramente así cambiaría la opinión respecto a ese "dispendio" anual que es la comida de Navidad.
En cuanto al aspecto religioso, seamos realistas ¡solo los curas celebran la Navidad como festividad católica! ¿Cuántos de nosotros vamos a la Misa del Gallo? ¿o a cualquier otra misa? La Navidad es una orgía de comida y borracheras, la Nochevieja otra, con más bebida aún y el añadido de las uvas, las serpentinas y los gritos de ¡feliz Año Nuevo! lanzados con voz pastosa por la ingesta de cava, vino y cualquier otro licor que se acerque a nuestras manos; basta ver cómo en otros paises celebran en Navidad y Año Nuevo, mientras nosotros lo hacemos en Nochebuena y Nochevieja, que la noche es más propicia para la borrachera ¡dónde va a parar! En cuanto a los Reyes Magos... estos tres personajes merecen renglón aparte.
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