Estuve escuchando a Silvio Rodríguez y, mientras lo hacía, fui adquiriendo consciencia de las canciones que han acompañado mi vida, entreteniendo mis ratos, pero también dándome consuelo o abriendo mis ojos ante el mundo, la vida, las relaciones... Al mismo tiempo me daba cuenta de que una gran parte de esas canciones las canta él.
Sería muy largo explicar cada canción, suya o de otros, y cada historia asociada a ella así que ni siquiera lo intento. Me quedaré con una sola, no la más bella (aunque lo es mucho), pero sí la más especial de todas, la primera canción de Silvio que escuché, la que me enamoró y me convirtió en la seguidora incondicional del magnífico cubano: Unicornio.
¿Alguien no conoce esa canción? Lo dudo. Probablemente ese disco tiene las canciones más conocidas del poeta, abanderadas por ese unicornio azul que tanta pena causa con su desaparición: Por quien merece amor, Hoy mi deber, Canción urgente para Nicaragua, La Maza, entre otras hicieron las delicias de muchos jóvenes que nos sentíamos enamorados y nostálgicos o combativos e inflamados de afanes revolucionarios y ganas de cambiar el mundo.
El unicornio de la canción era un símbolo de muchas cosas. Leí que Silvio dijo alguna vez que se refería a la inspiración perdida. Es posible que lo fuera... en ese momento. Dudo que tenga un significado concreto, porque cada persona que escuche la canción lo asociará a una u otra cosa, dependiendo del momento y del propio carácter del oyente.
En mi caso particular, creí tener varios unicornios desde la primera vez que la oí, todos muy parecidos, porque yo deposito mi afecto siempre en lugares similares, hasta que un buen día supe con seguridad de qué hablaba la canción o, al menos, de qué me hablaba a mí. Reconocí a Mi Unicornio, el único y especial, lo disfruté, lo perdí y le lloré. Nunca me recuperaré del todo de esa pérdida, porque es la primera vez que sentí la certeza de que aunque tuviera dos, yo solo quiero aquel.
Siempre que escuchaba esta canción sentía una punzada dulciamarga de nostalgia, pensando en lo perdido. Mi reacción ha cambiado desde que descubrí la personalidad de mi monocerote; ahora no puedo evitar las lágrimas desde la primera frase.
En estas circunstancias mi deseo para el nuevo año no puede ser otro: que vuelva el fugitivo, que si alguien sabe de él, por favor, me indique dónde lo vió. Mi unicornio es fácil de reconocer: es azul y le gusta compartir canciones. Si no es posible traerlo de vuelta le ruego a quien lo encuentre que le proporcione un pasto lleno de sus flores favoritas, un lugar pleno de sol, de viento que peine su crin y un prado húmedo y jugoso donde se sienta cómodo.
Así tal vez nadie más tenga que llorar por él, ni repetir conmigo... Mi unicornio azul se me ha perdido ayer, se fue
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