Primera Ley.
Cuando un anciano y distinguido científico afirma que algo es posible, probablemente está en lo correcto. Cuando afirma que algo es imposible, probablemente está equivocado.
"Imposible. No podrás con ello. Tu vida ya es lo bastante complicada. Tienes muchas ocupaciones."
Estas frases y otras muy parecidas fueron las que escuche a mi alrededor cuando decidí matricularme en la universidad. Tras asentir a todas ellas regresé a mi cuarto, encendí el ordenador y me matriculé. La palabra imposible produce invariablemente ese efecto sobre mí: Me motiva.
Existen situaciones difíciles y complicadas, pero pocas son realmente "imposibles". Hay que esforzarse mucho para salir adelante, claro. En mi caso una disciplina prusiana y un compañero apoyándome y colaborando han sido fundamentales para salir adelante. Sin la primera no hubiese podido cumplir el horario previsto y sin el segundo no habría dispuesto de la tranquilidad necesaria. Todo hubiera sido aún más arduo sin ellos.
No olvido tampoco que soy una persona privilegiada, puesto que estoy haciendo lo que deseo y en el momento en que me apetece hacerlo. Tal vez si mi objetivo fuese otro habría tenido que esperar, o buscar otra vía para lograrlo, pero pienso sinceramente que lo hubiese conseguido un día u otro porque yo también creo que quien afirma de algo que es imposible probablemente se equivoca.
Segunda ley.
La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse hacia lo imposible.
Pronto hará dos años de aquel momento en que, con una sola excepción, el mundo decidió que yo no sería capaz de salir adelante y, salvo un par de "tropezones", puedo decir que todo ha salido perfectamente.
Ha habido malos momentos, aún los hay de vez en cuando, pero cuando hago balance de estos meses descubro que he aprendido muchas cosas nuevas, no solo de tipo académico: He cometido errores que no volveré a cometer jamás y otros que repetiré periódicamente; he tenido fracasos estrepitosos y éxitos que me ayudan olvidar los primeros; he conocido personas que no soporto y otras a las que me atrevo a calificar de amigos.
Ahora, cuando solo me falta un día para iniciar la semana de septiembre en que trataré, junto con algunos de mis compañeros, de sacar adelante alguna asignatura que quedó pendiente a final de curso, puedo decir que da igual si apruebo o suspendo, porque lo importante no es la meta. Lo realmente valioso es el camino y lo que recibimos o dejamos en él.
Porque sigo en ese camino, porque no me he apartado de él, ni me apartaré, considero que todos los que quisieron hacerme desistir estaban en un error. Aún no he encontrado los límites a lo posible, pese a haberme atrevido con lo imposible.
Tercera ley.
Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
En todos los caminos se encuentran piedras con las que tropezar y agujeros en los que caer. Mi "pedrusco" es la informática. Aparte de hacer alguna búsqueda en internet o escribir un par de textos en Words, lo más complejo que soy capaz de hacer con un ordenador es buscar canciones en You Tube, por lo que el encontrar algo útil en la red tiene algo mágico para mí.
Todos los días me asombro al descubrir como, tras escribir una palabra en el recuadro adecuado, aparecen antes mis ojos páginas repletas de información que, para mayor admiración, coincide exactamente con lo que necesito.
La mayor prueba de esa magia la recibí precisamente al matricularme en la universidad.
Por vivir en el extranjero me vi obligada a escoger la UNED y me veía ya estudiando sola en casa, abandonada a mi suerte cuando descubri el milagro: Foros de alumnos, cursos virtuales, apuntes intercambiados por correo electrónico, todo un mundo de posibilidades se abría ante mí desde la pantalla de mi ordenador. Podía ver la cara de mis compañeros, escuchar a los profesores dando sus explicaciones en tiempo real e incluso realizar evaluaciones desde mi casa.
La técnica me dió la posibilidad de sentirme cerca de todo cuanto necesitaba para estudiar, además de ayudarme a crear un círculo estrecho de compañeros-amigos con los que compartir los buenos y malos momentos que se han ido sucediendo.
Sigo siendo un desastre dentro del mundo virtual, pero ahora puedo preguntar a un compañero cómo funciona este o aquel programa y recibo la respuesta antes de que me dé tiempo a desesperar. (Por cierto: Gracias, Lorien.) Si necesito una información para seguir adelante con lo que esté estudiando siempre hay alguien dispuesto a decirme en qué dirección la encontraré... o a dármela, si es que dispone de ella. Y cuando me siento desesperada y creo que no voy a salir adelante jamás, solo tengo que escribirlo en el Facebook o en los foros y al momento aparece un compañero dándome ánimos y recordándome que no estoy sola en esto.
En resumen: Indistinguible de la magia.
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