domingo, 27 de mayo de 2012

Punto de ruptura

Estoy en crisis. Esta situación es nueva y antigua al mismo tiempo. No es mi primera crisis, ni será la última: periódicamente me enfrento a algún momento de cambios imprevistos y la consiguiente necesidad de adoptar nuevas actitudes.

Una de las primeras rupturas que recuerdo ocurrió en el año 1982, el año del mundial de fútbol en España. Yo vivía en Palma de Mallorca, convencida de que aquella sería mi ciudad para siempre y de que el chico que estaba a mi lado sería “El chico”. Una serie de circunstancias hicieron que ninguna de las dos cosas se cumpliera. Al chico le siguieron otros, pero ninguna otra ciudad ha podido ocupar el lugar de Palma en mi corazón, porque en todas las crisis hay algo que se pierde sin lesiones y algo que deja cicatrices de esas que duelen cuando cambia el tiempo.

Ahora me encuentro de nuevo en medio de una de esas situaciones de riesgo en que, independientemente del resultado, habrá despedidas, probablemente dolorosas.  Todo empezó hace tiempo, meses ya, pero cobró toda su intensidad hace apenas dos días. El reflejo tuvo la culpa de todo. Mi reflejo.

Hace ya casi cuatro años que tomé la decisión de volver a estudiar. Probablemente una de las más importantes, si vemos lo que me ha aportado. Junto a los conocimientos académicos y la recuperación de sentimientos y actitudes olvidados como la responsabilidad, la organización, los nervios o la alegría ante los aprobados, han aparecido las personas, los compañeros a los que me une las aficiones comunes y el deseo de construir algo de cara al futuro. Entre esos compañeros hay algunos especiales, mi pequeña familia virtual, con la que estudio, comparto alegrías y penas y reproduzco todas las relaciones normales entre personas que se aprecian y conviven.

Una de las cosas que hacemos de vez en cuando es quedar “para charlar”. Nos hacemos el firme propósito de aclarar cosas de los estudios, organizar los exámenes y apuntes y trabajar un rato juntos. Al final acabamos, por supuesto, hablando de lo que hemos hecho en el día, gastando bromas y diciéndonos lo mucho que añoramos el momento en que podamos vernos en persona, en lugar de hacerlo por video conferencia. Y aquí es donde mi reflejo entra en acción.

Al mirar la pantalla ahí estaban los cuatro rostros. Cuatro sonrisas iguales, cuatro pares de ojos brillantes de sonrisas y afecto. Tres caras llenas de futuro... y yo.

La  pantalla se quedó bloqueada y pude estudiar las imágenes a fondo. Escuchaba la conversación, pero no podía participar de ella, porque no era capaz de hablar. Estaba hipnotizada por esos cuatro retratos. Dos de ellos, muy jóvenes aún, un tercero no tanto, pero por sus circunstancias, todavía con un porvenir esperándole... y yo.

De repente me di cuenta de que yo no soy como ellos. Yo no tengo ese futuro ante mí. Puedo estudiar, porque eso es bueno para el cerebro y el talante, pero no hay esperanza de que algún día llegue a trabajar en lo que me gusta o de que este grado sea realmente mi llave para un futuro laboral de cualquier tipo.
Dentro del laberinto
Cuando acabe, si es que lo acabo algún día, seré lo que soy ahora, una madre con un hijo discapacitado que requiere cuidados, una extranjera viviendo en tierra hostil, una persona con edad suficiente para ir pensando en la jubilación, al menos para el país en que vivo y su concepto sobre el modo de vivir la madurez. Un ser, en fin, desplazado en el tiempo y la distancia respecto de aquello que desea y aquellos con los que desea compartir su vida profesional.
Habrá que ir pensando en la despedida. Decir adios ¿a qué? Esa es el dilema a aclarar: ¿al estudio? ¿a los compañeros? ¿a los planes anteriores?

Definitivamente, estoy en crisis. Ya veremos qué quedará atrás esta vez.



Fuente de las fotos:

domingo, 13 de mayo de 2012

Abschied / Despedida

Mahnmal Bittermarkt
Cuando llegué a Alemania por primera vez, venía como turista, acompañando al que después se convertiría en mi marido. Me llevó a la casa de sus padres para mi apuro, pues yo no hablaba una palabra de alemán y apenas podía comunicarme con ellos. Como para S. era un viaje de trabajo, me encontré “sola ante el peligro” desde el primer momento y estaba preocupada porque no sabía ni siquiera pedir un vaso de agua. Y, sin embargo, todo salió perfectamente: comí, bebí, paseé y hasta charlé sin problemas, aunque estó último fue a base de gestos y sonrisas.

El artífice de todo fue un hombre de baja estatura, pelo castaño veteado de canas y ojos azúles. No cesaba de contar cosas a base de señalar y usar de la mímica. Cuando S. regresó del trabajo nos encontró convertidos en amigos y dispuestos ya a compartir lo que nos deparase el futuro. Lo que nos trajo fue una relación familiar, puesto que algún tiempo después de ese primer viaje se convirtió en mi suegro.

Arroyo en Rombergpark,
coloreado de rojo
por el mineral de hierro.
Nuestro primer paseo nos llevo a un lugar que pronto se convertiría en uno de mis preferidos de la ciudad. Se trata del bosque que está justo al lado de la casa familiar. En el centro de ese bosque hay un claro en el que se alza un monumento conmemorativo de un acto atroz, de los muchos que se dieron durante la II Gran Guerra: un grupo de trescientas personas, vecinos todos de la zona,  fueron tomados prisioneros y asesinados a manos de la Gestapo en la Semana Santa de 1945, concretamente entre los días 7 y 12 de abril de 1945. Un día después, el 13 de abril, entraron las tropas americanas en Dortmund. Estas fueron las últimas víctimas de la guera en esta ciudad. Mi suegro me contó la historia, como los alemanes de su edad hablan de la guerra: usando más dolor y más ira que los naturales de otros paises.

Él tuvo que abandonar su hogar tras el reparto del botín que se hicieron los ganadores. Nacido en Chequia, en una pequeña población entonces alemana (en Sudeteland), su familia se vió forzada a dejar el país natal debido a su nacionalidad germana. En esa época era apenas un adolescente y debió ser muy duro abandonar el hogar, los amigos y lo que había sido su vida, pero  siguió adelante y lo superó bastante bien. Estudió, se convirtió en ingeniero, se casó, tuvo hijos, viajó por medio mundo, tras los hijos vinieron los nietos, una bisnieta y se fue convirtiendo en un anciano.  

"Floppbier", en realidad
Hövels, cerveza amarga
de Dortmund
Mientras tanto me fue enseñando unas nociones de jardinería, me contó cosas de sus viajes, discutió conmigo alguna que otra vez (que para alzar la voz nunca tuvimos dificultades ninguno de los dos), me dió a conocer la "floppbier" (llamada así por el sonido que hace al abrirse la botella) y fuimos cobrándonos afecto. Sin la menor duda, ese ha sido su mayor logro: el amor de los suyos, incluyendo familia política y amigos, reflejo del  que él supo siempre dar a los demás.

Yo solía salir al jardín a fumar, mientras él andaba por allí, arreglando plantas o el estanque y seleccionando unas verduras o unas hierbas para que nos lleváramos a casa al acabar nuestra visita. En ese rato yo aprovechaba para contarle las novedades que iban surgiendo en mi vida y él me preguntaba mostrando siempre interés por mis cosas y aconsejándome, como lo haría un padre con su hija.

Hoy ha decidido que ya es hora de descansar y se ha ido. Muy despacito, mientras dormía, en paz consigo mismo y con el mundo, sin hacerse notar demasiado, para no tener que despedirse. Nos deja a todos un vacío muy grande y a mí el dolor de no tener a nadie más con quien escaparme a charlar.  Pero también me deja un nieto suyo que se le parece mucho, me deja a su hijo, que tiene el mismo sentido del humor y la misma facilidad para la broma que él tuvo siempre.

Y me deja el jardín.

jueves, 10 de mayo de 2012

Filosofía en pantalla grande

Hoy he visto una película „para niños”. Así las suelen calificar, pero yo prefiero llamarlas películas amables que es lo que son realmente: cintas que se hacen amar por quien las ve.

"¿A qué tú no puedes
hacer esto?"
Yo soy una entusiasta espectadora de las llamadas “películas Disney”, sobre todo de las clásicas. Las actuales se me quedan un poco “cojas”, porque los dibujos hechos por ordenador son excesivamente perfectos, casi en tres dimensiones. Por si fuera poco les suele faltar algo que, al menos para mi gusto, siempre formó parte del encanto de esas películas: las canciones. Hay personas que lo prefieren, pero a mí se me quedan “cojas” si no puedo escoger mi canción preferida. Asociar la película a su canción era uno de los juegos favoritos que se derivaban de la visita al cine. El otro era recordar la frase o el diálogo que nos había llegado al corazón y que acabaría convirtiendose en proverbio o, simplemente, en una de nuestras bromas favoritas. Terminábamos de ver “Alicia...” y pasábamos meses repitiendo “exácticamente”, viniera o o a cuento. Precisamente de esta película es un diálogo que se me grabó desde que lo escuché por primera vez:

Alicia: ... Solo quiero saber qué camino debo tomar.
Gato: Pues depende de a dónde quieras ir.
Alicia: Eso no importa. Si tú me dices...
Gato: Entonces, realmente no importa el camino que escojas.

Era pequeña, pero no tanto como para no comprender la verdad que encerraban las palabras con que el Gato risón cierra la conversación. Aunque entonces las entendí en sentido casi literal, con el tiempo aprendí a reconocer su alcance: solo cuando sabemos qué queremos conseguir podemos dar los pasos que nos conduzcan a lograrlo. Mientras tanto, no importa el camino que escojas.

Mamá Odie
La película de hoy me ha recordado un poco a esta escena. Se trata de The Princess and the Frog (ignoro el título en español). El príncipe y Tiana, convertidos en ranas, llegan a la presencia de Mama Odie, una sacerdotisa vudú que vive el bayou, para pedirle que les devuelva la forma humana. Mama Odie trata de hacerles ver la diferencia entre lo que quieren y lo que necesitan. Al final se darán cuenta de que lo que necesitan es lo importante, lo que realmente les permitirá ser felices: sus amigos y familia. El resto (dinero, un restaurante de lujo, una vida de despreocupacion económica) tal vez lo quieran, pero no es imprescindible.

Es más o menos la misma enseñanza que daba el gato risón: debemos mirar dentro de nosotros, descubrir quienes somos y que es lo importante en nuestra vida. Cuando descubrimos la respuesta podemos tomar el camino correcto,  el que nos lleve hacia aquello que realmente necesitamos.
Mufasa y Simba
Estas cintas tienen siempre una enseñanza, aparte de los valores que tratan de inculcar a los niños. Hablan de la amistad, la familia, el esfuerzo que hay que hacer para lograr lo que nos proponemos, cuestiones eternas que hacen de las películas de esa factoría unos clásicos que gustan a todas las generaciónes. Cuando Mufasa le dice a Simba aquello de “...todos estamos conectados en el gran ciclo de la vida”, se lo está diciendo también a todos los espectadores y, sobre todo, a los niños, que entienden perfectamente el mensaje y recuerdan mucho mejor que hay que respetar a todos los seres vivos y cuidar la naturaleza. Además ¿quién se atrevería a contradecir a Mufasa? Y ¿qué decir de Sid, el oso perezoso, medio tonto y entrañable de Ice Age? Entre los muchos números cómicos que protagoniza en las tres películas de la saga, también él se atreve a tener un momento de seriedad y recomienda: “Tienes que olvidar el pasado, para poder tener un futuro”.

A veces Diego pierde la
paciencia con Sid
También hay momento para consejos más ligeros, que son los que mejor se recuerdan. Sobre todo si salen de los labios de un oso gandul, entusiasta de la música, que educa a su protegido cantándole “busca lo más vital, no más. Lo que es necesidad, no más y olvidate de la preocupación (...) y la naturaleza te lo da”.  En la Biblia también se da un mensaje parecido con aquello de los pájaros del cielo que vendrán a alimentarte y esas cosas, pero no hay evangelista que tenga la mitad de encanto y carisma que Baloo. Y además, lo dicen sin música, así que no pueden pretender llegar ni a la décima parte de público.

Ahora me voy a retirar. Trataré de descubrir qué necesito para ser feliz. Para ello miraré un poco dentro de mí, , buscaré la segunda estrella a la derecha y dejaré que me ilumine en la búsqueda. Ya sé lo que debo buscar: lo que es necesidad, no más.

"... si como una abeja afanas...
¡trabajas demasiado!"

domingo, 6 de mayo de 2012

Hay festividades que se consideran inventos modernos, creados por los comerciantes para vender sus productos y esta es una de ellas. Como en otros casos, tampoco en este es cierto.
Rea, entregando una piedra a Cronos
para que fuera devorada, salvando
así a Zeus.
Los griegos ya celebraban el día de la madre para conmemorar a Rea, madre de los dioses más importantes y en toda Asia Menor se celebraban ceremonias para adorar a la madre en la persona de Cibeles, la Gran Madre. Los romanos, que tomaron tantas manifestaciones culturales de los griegos, adoptaron también esta: todos los días 15 de marzo se iban al templo de Cibeles y le realizaban ofrendas. Después vino la cristianización de la fiesta,  se cambió a Cibeles por la Virgen María, la pasaron al 8 de diciembre y se continuó festejando a las madres (en Panamá aún se celebra en ese día). De regalar a una madre sagrada se pasó a hacer lo propio con las madres profanas, que al fin y al cabo resultaban más cercanas y, tras un par de “paseos” por el calendario, la fiesta vino a parar en el primer domingo de mayo, fecha en que se celebra en España, Portugal y algún país más.

Julia Ward Howe
El concepto actual de este día lo debemos a Julia Ward Howe (1819-1910), neoyorkina, abolicionista y activista en la lucha por los derechos de las mujeres. Esta mujer, que se enfrentó a su marido, estudió filosofía e idiomas, escribió poesía y prosa y fue la primera mujer elegida para la Academia de las Artes y las Letras en EEUU,  escribió (en 1870) la “Proclama del día de las madres”, un poema que empezaba diciendo: ¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas!

En 1914 el Congreso de EEUU aprobó una resolución, firmada por el presidente W. Wilson, que establecía la celebración del día de la madre en el segundo domingo de mayo de cada año, fecha en que se sigue celebrando en varios países, Alemania entre ellos.

Isis, dando de
mamar a Horus
Es innegable que este día ha degenerado, como tantas otras celebraciones, en uno de gastos y regalos, pero no deja de tener su atractivo el hecho en sí de que haya un momento especial para festejar a las madres y lo que hacen por sus hijos. Si los niños son el futuro, sus madres son las que les cuidan, educan y sitúan en el camino a seguir, así que reconocer esta labor es de justicia.

Yo no celebro ya el día de la madre porque hace tres años que murió  la mía y no he educado a mis hijos en la idea de que haya que agasajarme de ningún modo, pero me gustaría hacer una excepción esta vez y felicitar a todas las madres (las del presente, del pasado y del futuro) por la tarea que realizan. Algunas lo merecen más que otras, pero no vamos ahora a discutir sobre ello. Son mayoría las que han luchado por sus hijos, por su felicidad, aún a costa de la propia; las que trabajaron y trabajan para hacer verdad ese proverbio que dice que "Dios creo a las madres, porque Él no puede estar en todas partes". Y eso, bien se merece un agradecimiento.

sábado, 5 de mayo de 2012

¿Un mundo nuevo?

Para el G-15, porque caminar es más fácil desde que existe.

Laja, piedra dura, bella y
usada para hacer muros.
Quizá el G-15 entienda el porqué
Una amiga mía se preguntaba hace unas semanas si tendrán razón los mayas. Se refería, por supuesto, al tan traido y llevado fin del mundo que, siempre según los más pesimistas intérpretes de calendarios, se habrá de producir al termino de este año. Como conozco a mi amiga, que forma parte de mi círculo más cercano, y como sé en qué contexto lo dijo, no puedo menos que responder a su pregunta de modo afirmativo. Sí, el mundo se acaba. Tal vez no el planeta, ni el ser humano, pero sí acaba nuestro mundo. El suyo, el mío, el que compartimos ella y yo, junto a un par de amigos próximos: el mundo en que vivimos llega a su fin, probablemente para obligarnos a plantear todo de nuevo y volver a empezar de otra manera.
¿Callejón sin salida?
Habrá que escalar el muro
Entre nosotros hay quien tenía amigos que ya se han ido y quien no deja de ampliar su círculo de amistades; quien tenía un puesto de trabajo que ya no tiene o una vida perfectamente reglada que ahora está del revés; quien tenía salud suficiente para escalar montañas y ahora apenas puede dar unos pasos. Lo que hasta hace unos meses nos conformaba, ya no nos sirve de nada y nuestros sueños han quedado convertidos en uno solo, porque varios de ellos se han diluido en la nada.
Tenemos la buena fortuna de que el más importante de todos los planes que hemos trazado se va cumpliendo. Con dificultades, claro, como se cumplen todos los deseos que realmente valen la pena, pero está en marcha y va saliendo poco a poco a la luz. En medio de la desesperación, avanzamos un paso, tan pequeño algunas veces, que parece apenas un cambio de postura y como peor sería no avanzar nada, nos conformamos. Al menos hasta que un día se añade otro momento gris a la lista de las cosas oscuras y volvemos a rebelarnos, a pensar que no vale la pena seguir luchando, a buscar el refugio de las cosas cotidianas y seguras, la compañía y protección de los seres queridos, para que nos sequen las lágrimas y luego nos den el empujón necesario para seguir luchando.
Hoy le tocó a uno, hace un par de días fue otro. Yo llevo varios días pensando en dejarlo todo y  volver a la vida de antes. Es lo que tiene escoger un camino difícil: uno no siempre tiene fuerzas para seguirlo.
Difícil es a
veces sinónimo de bello
No sé qué traerán los próximos meses, porque los pasados nos han demostrado que no se puede planear nada a largo plazo, ya que siempre hay imprevistos, pero de una cosa si estoy segura: el mundo finaliza y no será con explosiones ni lluvias de fuego. Terminará, como termina casi todo, por muerte natural. Las cosas, como las personas, tienen un tiempo de vida. Luego mueren y dejan paso a otras cosas nuevas, tal vez no mejores, pero siempre llenas de promesas y de esperanzas de que esta vez todo será mejor.
El mundo se acaba porque ha pasado por las etapas que le estaban destinadas. Ahora toca sentar las bases para comenzar a trabajar en nuestra nueva vida, en la que, si es que hemos logrado aprender algo de los errores, tal vez podamos crear nuestro lugar definitivo. Si no fuera así, solo significará que aún vivimos y nos pasan cosas. Y eso también es bueno.