Francisco de Quevedo. Políticamente incorrecto. Magnífico siempre. |
Ya llegó otro enero. Socialmente esto se llama Año Nuevo, aunque yo no creo
que lo sea tanto (como ya he comentado otras veces), puesto que lo único que
cambia en estas fechas son unos números del calendario.
No hacemos nada especial con nuestras vidas solo porque sea principio de
enero y, si bien es cierto que celebramos con comidas, bebidas y bailes, no lo
es menos que al llegar el día 2 volvemos a las mismas tareas que interrumpimos
el 30 de diciembre, sin cambiar nada en ellas. La sensación de "comienzo
de algo" es mucho más intensa en septiembre, cuando nos reincorporamos al
trabajo, los estudios y al hogar tras la pausa veraniega.
Dicho esto admito que yo también practico una serie de rituales cada fin de
año.
Es grande el poder de la costumbre
(a la que llamamos tradición cuando
es bonita y rutina si no es tan
atractiva) y nos impele a realizar una serie de prácticas que nos han de servir
para "entrar con buen pie" en enero y prolongar la buena fortuna los
trescientos sesenta y cinco días siguientes.
Unos cenan lentejas, otros usan ropa interior de color rojo; los de más
allá se regalan sobres con dinero para que no falte durante el año, mientras
otros lanzan cosas viejas por la ventana, haciendo sitio a las novedades.
Todas esas tradiciones han tenido un hueco en algún momento de mi vida y
puedo decir que no he notado una influencia especial sobre los meses
posteriores. Los años han venido siempre cargados de vida, con lo que ello significa:
salud y enfermedad; prosperidad y penuria; risas y lágrimas.
Pese a todo, no puedo evitar comenzar cada ciclo haciéndome algunos
propósitos, que suelo cumplir, porque ya procuro que sean cosas
"facilitas".
Nunca he hablado de dejar de fumar o hacer más deporte, por ejemplo, porque sé
que no lo voy a hacer. En cambio el año pasado me prometí ir al dentista (al
que hacía tanto que no visitaba que no recordaba su cara) y puedo decir que ya sonrío
sin complejos.
Esta vez mis propósitos son de otro tipo, menos físico pero igual de saludables.
Este va a ser el período de no aguantar más tonterías, especialmente tonterías
idiomáticas. He decidido que ya me he hartado de lo "políticamente
correcto", de la gente que usa la lengua para manipularnos, de los que
cambian el sentido de las palabras para cambiar con ellas hechos históricos o
para demostrar lo modernos y abiertos que son. Este año voy a aprender a hablar
con la misma frescura y franqueza que usaron mis antepasados, allá por el
llamado, con todo merecimiento, Siglo de Oro.
Hablando de este siglo, debo decir que ya Quevedo dijo en esos tiempos aquello
de que Por
hipocresía llaman al negro, moreno; trato a la usura; a la putería, casa; al
barbero, sastre de barbas y al mozo de mulas, gentilhombre del camino.
A partir de ahora los negros serán negros; los blancos, blancos; la marca
de plural, una obligación y gritaré a los cuatro vientos que Colón DESCUBRIÓ
América, porque justo eso es lo que hizo, aunque estuviera llena de gente
viviendo allí: para el resto del mundo estaba oculta, escondida, tapada, cubierta
y Colón la des-cubrió para Europa,
como descubrió a los habitantes de ese continente que había otras gentes por el
mundo. Me importa un bledo que los vikingos fueran antes. Como se callaron, no des-cubrieron nada, así que ¡bien por
ellos y su arte navegando! pero nada más. Al César lo que es del César y a Colón,
sus descubrimientos.
No pienso usar eufemismos innecesarios, porque si un hombre mata a una
mujer, no es "violencia doméstica", aunque lleven veinte años
casados: es asesinato. Tampoco tengo el menor interés en decir que una persona
con Down o autismo sea alguien "con capacidades diferentes" porque me
parece una idiotez. Todos tenemos capacidades diferentes y no veo motivo para
usar esa expresión englobando a seres que son distintos entre sí y no deberían unirse en un solo grupo.
En cuanto al tema de los femeninos, por supuesto que me parece estupendo
hablar de juezas, abogadas, maestras y conductoras de autobús, pero no pienso
atentar contra el lenguaje convirtiendo la marca del plural en marca de género
por complacer a nadie.
A ver si vamos a acabar todos como en la famosa anécdota de la oficina en que se robaba tanto material que acabaron escribiendo una nota avisando de que se perseguiría al caco y alguien, políticamente correcto y lleno de amor por la justicia y la equidad, añadió a mano lo de "o a la caca".
A ver si vamos a acabar todos como en la famosa anécdota de la oficina en que se robaba tanto material que acabaron escribiendo una nota avisando de que se perseguiría al caco y alguien, políticamente correcto y lleno de amor por la justicia y la equidad, añadió a mano lo de "o a la caca".
El próximo diciembre os contaré el resultado de mi propósito linguístico.
Seguro que será un año muy divertido, sobre todo cuando la gente empiece a
corregirme y yo saque a relucir el genio vivo y la lengua afilada que tengo
escondidos detrás de estos modales tan prudentes y diplomáticos que suelo usar
en mis relaciones.
Por el momento, empezaré deseando feliz año a todos, así, en plural. Porque
ese "todos" es plural, no masculino.
Foto:
wikipedia.de
Me parece un magnífico propósito, Amparo. Me gusta, como siempre, tu tono sincero y justo. Un abrazo, amiga.
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