lunes, 24 de noviembre de 2014

Mi sentido del humor y la industria juguetera

Digo yo que debo estar perdiendo el sentido del humor, porque cada día me cuesta más aguantar tonterías y últimamente veo tantas que casi voy perdiendo las ganas de sonreír.

Barbies: nada reales, pero útiles para usar como arpón.
Demostrado por un pequeño duende.
Una de las últimas ha sido la muñeca "más cercana a la realidad", de cintura ancha, un par de kilos extra, como suelen tener las niñas que aún andan a mitad de camino entre el bebé que fueron y la adolescente que serán, y  un aspecto variable en la "normalidad", gracias a una colección de pegatinas que simulan granos o estrías.
Dejando a un lado el hecho de que las niñas de ocho años no suelen tener estrías y de que el acné no hará su aparición hasta un par de años más tarde, esas muñecas me parecen una aberración. 

Vamos a ver, señores genios del noble arte muñequil: una muñeca es un juguete. Puede recordar a un bebé o a una modelo, a una flamenca o una rusa, a un campeón de natación o a un buceador. Puede medir veinte centímetros o cincuenta; vestir un elegante traje de fiesta o la práctica impedimenta de un buzo pero siempre es un juguete.

Su función, como la de cualquier otro  es la de entretener y hacer que el niño se integre en el mundo adulto poco a poco, sin traumas y disfrutando en el proceso. Deben servir también para activar la imaginación del niño, convirtiendo el juego en un apoyo al desarrollo cognitivo de la criatura o, lo que es lo mismo, de su capacidad para procesar información a través de procesos como el aprendizaje, el razonamiento, la memoria, la toma de decisiones, etc. 

Todos coincidimos en afirmar que estas competencias se adquieren mejor jugando con
La moderna Nancy. Irreal, como debe ser.
una caja de piezas de Lego que viendo la televisión. Si es así, ¿qué ha hecho pensar a alguien que un niño aprenda más de una muñeca con acné que de otra de aspecto andrógino y curvas imposibles? ¡Ah, no! Es que no se trata de educar al niño, sino de que las niñas aprendan que se puede ser guapa siendo gorda y teniendo estrías.
La idea no es en absoluto crear un juguete educativo, ni siquiera uno que entretenga, la idea es que la niña aprenda desde el primer día que lo importante es el cuerpo. No el cuerpo delgado y deforme de una Barbie, sino el de la gente "normal", claro, pero siempre el cuerpo.

El intento de dar esa pátina de cotidianidad a una muñeca podría quedarse en una anécdota más o menos divertida, si no fuera por ese tufo sexista de dirigir la enseñanza solo a las niñas y por la estupidez de considerar a los críos tan tontos como para no ser capaces de descubrir por sí mismos que la esbelta muñeca o el rechoncho bebé no se parecen en nada a su vecina del tercero ni al hijo recién nacido de esta. 

Siempre pensé que justo esa es la intención: que recuerden, no que se asemejen; que su parecido sea suficiente para que el niño lo ubique en su mundo con un cierto tino, pero no tanto que se limite a trasladar la realidad al cuarto de juegos en detrimento de la imaginación.

Por cierto: esto solo afecta a las muñecas tipo Barbie. Nadie ha planteado aún hacer un Geyperman con tripón cervecero y barba de dos días, por mucho que los hombres "normales" se asemejen más a eso a que a los muñecos de esa marca, aunque seguramente sea porque estos muñecos son "de chico".

Creo que esta lucha por situar a ambos géneros en puntos paralelos del mapa se nos está yendo de las manos. Lo que debía ser una lucha legítima se está transformando en un esperpento.

Se ataca al lenguaje por considerarlo sexista y acabamos soltando una perlas dignas de
¡Anda que como las niñas imiten a estas y se pongan
a morder a los vecinos!
una nueva edición de la Antología del Disparate ("Queridos y queridas vecinos y vecinas: estamos aquí reunidos y reunidas por el motivo, o la razón, de...") y ahora se ataca a las muñecas (y muñecos)  por su aspecto físico (irreal, absurdo, como debe ser un juguete) para proporcionarle otro aspecto físico, supuestamente realista. 
La idea de que el niño toma a su muñeca y le hace subir hasta lo más alto del Aconcagua (en ese momento sospechosamente parecido a la mesa del comedor) enganchada al cordón de una bota y haciendo sentir al jugador como el montañero experimentado que en ese momento es, no se ha planteado en ningún momento. 
Que al niño le importe un bledo el aspecto de su muñeca, porque él la ve con los ojos de su fantasía, le importa un pito a los creadores de juguetes. Que el jugador no sea una niña, sino un niño, ni se la plantean, pero pese a todo, pese a no ocuparse del crío en ningún momento, pese a no interesarse por sus necesidades reales ni por la función del juguete, tratan de vendernos la idea de que lo hacen por el bien de la humanidad y la paridad de géneros.

Pues no cuela, señores. Sabemos que solo quieren fama y dinero y que nuestros hijos no les importan en absoluto. Dejen el apostolado para la escuela dominical y devuélvannos los buenos viejos juguetes. Hagan muñecos gordos y flacos, chinos y franceses, con acné o con embarazos. Creen uno en silla de ruedas y otro con Síndrome de Down, los compraremos, pero solo si nos los piden nuestros niños y no para apoyar ninguna lucha (económica) de ustedes.
Yo empecé la mía hace muchos años y la redondeé cuando compré a mi hija su primer coche teledirigido (porque ella me lo pidió) y a mi hijo su primera muñeca (porque él la quiso) y me consta que son muchos los padres que han actuado igual, muchos años antes de que vinieran ustedes a hacer dinero a costa de nuestro deseo de igualdad para todos.

Cuando se empezó a hablar del lenguaje "políticamente correcto", sonreí; cuando salió la primera muñeca que comía y defecaba, sonreí. Ya no sonrío. Como decía antes, debo estar perdiendo el sentido del humor..



Mientras tanto, en algún lugar de la católica Polonia, un alcalde prohíbe esculpir a Winnie Pooh, porque va semidesnudo y es un mal ejemplo. Ya hablaremos de esto también.


Artículo sobre la muñeca "normal":
http://www.diariosur.es/gente-estilo/201411/21/lanzan-mercado-muneca-normal-20141121132822.html


Fotos:
periodistadigital.com
teinteresa.es

articulo.mercadolibre.com.ar

3 comentarios:

  1. ¡Bien visto, Amparo! Lo importante del asunto es que se sigue educando a las niñas en que lo suyo es estar guapa aunque no tengan el cuerpo "perfecto".

    Me temo, de todas formas, que la responsabilidad no es exclusiva de los fabricantes de juguetes. A menudo ellos se limitan a estar atentos al mercado y ofrecer lo que las niñas (y las mamás) compran.

    ResponderEliminar
  2. Es evidente que la responsabilidad la tenemos todos, sobre todo cuando unos padres deciden que queda muy "moderno" que las niñas tengan una muñeca con acné.

    A los fabricantes de juguetes solo les acuso de ser oportunistas, de tratar de enriquecerse a costa de la buena voluntad del comprador, pero tampoco es una acusación salvaje y malintencionada. Entiendo que como empresarios, su meta es aumentar el capital de la empresa.
    Solo me gustaría que no usaran la lucha por la igualdad (sea de géneros, de razas o de cualquier otra cosa) como publicidad. Esta lucha es mucho más seria que eso y requiere de tantos frentes como situaciones aparecen en la vida.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí me gusta diferenciar entre negocio y empresa. El negocio es siempre el mismo: hacer dinero; lo que varía es la empresa. La empresa de los fabricantes de juguetes es hacer buenos juguetes. Los jugueteros no son los únicos empresarios a los que el negocio de hacer dinero no les deja hacer "buenos juguetes".

      Eliminar