“¡Cuidado
con los sitios demasiado verdes!” Mi padre, la
primera vez que estuvo en Alemania.
Nubes sobre mi cabeza |
Llueve. El cielo está tan oscuro como si estuviesemos viviendo un
atardecer prolongado en el tiempo. Miro a través de la ventana y veo la calle
húmeda, gris y vacía. Los niños no juegan en ella, pese a estar de vacaciones,
y los adultos apenas asoman una mano para dejar la bolsa de la basura en su
lugar correspondiente o sacan el resto del cuerpo para introducirlo en el coche a toda prisa, huyendo
del agua.
Si fuese poeta escribiría unos versos tristes, hablando de corazones
partidos y de cómo la lluvia refleja el llanto de mi alma. Como no lo soy en
lugar de tristeza siento enfado y, en lugar de corazones partidos, pienso que
tendré que andar con cuidado al bajar la escalera, no vaya a ser que lo que me
parta sea la testa.
Ya sé que enfadarse con el tiempo no tiene mucho sentido, pero no lo
puedo evitar. Me irrita que el color gris se haya apoderado del mes de mayo y
me altera ver cómo el agua arrastra la primavera antes de que podamos disfrutar
un poco de ella. Mañana, 1 de junio, empezará el verano meteorológico y en
veinte días el astronómico y, sin embargo, aún no hemos vivido una primavera en
condiciones. Espero que al menos tengamos un poco de verano, que el frío ya se
ha enseñoreado de casi todos los meses del año.
Dicen que esta es la primavera
más fría desde 1985. Yo recuerdo otra
más fría aún
Gotas sobre las hojas del ginko |
Lo malo de esta primavera-otoño es que ha llegado tras un invierno
igualmente gris y húmedo. No ha hecho mucho frío, ni hemos visto nieve o grandes
heladas, pero el sol tampoco ha prodigado su luz y su calor en estos meses. Y
eso es precisamente lo que me enoja. Puedo soportar una cantidad razonable de
agua, puesto que es imprescindible para la vida, pero debe venir acompañada de
la igualmente necesaria luz ¿cómo van a abrirse las flores de los frutales si
el sol no viene a avisarles de que ya es la hora?
Además, yo soy de secano. Me gusta el agua, siempre que se presente
con la cantidad adecuada de sal, olas y peces. Los jardines me atraen en las
fotos, pero prefiero un patio cordobés lleno de macetas, a un jardín inglés,
por muy cuidado que tenga el cesped. En cuanto a las incomodidades que trae
consigo la lluvia, son de sobras conocidas: todo esta encharcado o embarrado;
la ropa se moja y los pies chapotean dentro de los zapatos, mientras se van
quedando congelados; los niños no pueden salir a la calle a jugar y acaban encerrados
en casa, lo que pone a los padres al borde de terminar encerrados también, pero
en el manicomio.
Si sale el sol, tendremos fresas, otra vez |
Cuando era pequeña, vivía en Mallorca y de esa época recuerdo con
especial cariño las lluvias de verano. Caía un torrente de agua y, cuando
pasaba, nos poníamos unos pantaloncitos y una camiseta, cogíamos el cubo de
jugar con la arena, bien enjuagado, y nos marchábamos felices a buscar
caracoles. Todo estaba húmedo, pero la temperatura era agradable y sabíamos que
en unas horas, a más tardar al día siguiente, volvería el sol y de nuevo disfrutaríamos
de la playa y la arena. Lo que tenemos este año es lo más distinto a aquellas
lluvias que se pueda imaginar: agua, frío, cielos cerrados y grises. En cuanto
a mañana... dice la previsión que más lluvia y 17⁰. De buscar caracoles ¿para
qué vamos a hablar?
Habrá que resignarse, claro, porque tampoco podemos cambiar nada. El
tiempo meteorológico solo puede ser utilizado como tema (muy socorrido, por
cierto) de conversación y poco más. Trataré de consolarme pensando que al menos
el jardín está bien regado. Lo que sí puedo asegurar es que nunca olvidaré las palabras que encabezan
este texto y que pronunció mi padre la primera vez que vino a Alemania a
visitarnos y le llevamos a pasear por el bosque. En aquel momento nos hizo reir
pero ¡cuánta razón tenía!
La próxima vez me buscaré un lugar donde vivir en que haya menos verde.
Bonito, pero húmedo |
Fotos propiedad de la autora