Digo yo que debo estar perdiendo el sentido del humor, porque cada día me
cuesta más aguantar tonterías y últimamente veo tantas que casi voy
perdiendo las ganas de sonreír.
Barbies: nada reales, pero útiles para usar como arpón. Demostrado por un pequeño duende. |
Una de las últimas ha sido la muñeca "más cercana a la realidad",
de cintura ancha, un par de kilos extra, como suelen tener las niñas que aún
andan a mitad de camino entre el bebé que fueron y la adolescente que serán, y un aspecto variable en la
"normalidad", gracias a una colección de pegatinas que simulan granos
o estrías.
Dejando a un lado el hecho de que las niñas de ocho años no suelen tener
estrías y de que el acné no hará su aparición hasta un par de años más tarde,
esas muñecas me parecen una aberración.
Vamos a ver, señores genios del noble arte muñequil: una muñeca es un juguete. Puede recordar a un bebé o a
una modelo, a una flamenca o una rusa, a un campeón de natación o a un
buceador. Puede medir veinte centímetros o cincuenta; vestir un elegante traje
de fiesta o la práctica impedimenta de un buzo pero siempre es un juguete.
Su función, como la de cualquier otro es la de entretener y hacer que el niño se
integre en el mundo adulto poco a poco, sin traumas y disfrutando en el
proceso. Deben servir también para activar la imaginación del niño,
convirtiendo el juego en un apoyo al desarrollo cognitivo de la criatura o, lo
que es lo mismo, de su capacidad para procesar información a través de procesos
como el aprendizaje, el razonamiento, la memoria, la toma de decisiones,
etc.
Todos coincidimos en afirmar que estas competencias se adquieren mejor
jugando con
una caja de piezas de Lego que viendo la televisión. Si es así,
¿qué ha hecho pensar a alguien que un niño aprenda más de una muñeca con acné
que de otra de aspecto andrógino y curvas imposibles? ¡Ah, no! Es que no se
trata de educar al niño, sino de que
las niñas aprendan que se puede ser
guapa siendo gorda y teniendo estrías.
La moderna Nancy. Irreal, como debe ser. |
La idea no es en absoluto crear un juguete educativo, ni siquiera uno que
entretenga, la idea es que la niña
aprenda desde el primer día que lo
importante es el cuerpo. No el cuerpo delgado y deforme de una Barbie, sino
el de la gente "normal", claro, pero siempre el cuerpo.
El intento de dar esa pátina de cotidianidad a una muñeca podría quedarse
en una anécdota más o menos divertida, si no fuera por ese tufo sexista de
dirigir la enseñanza solo a las niñas y por la estupidez de considerar a los
críos tan tontos como para no ser capaces de descubrir por sí mismos que la
esbelta muñeca o el rechoncho bebé no se parecen en nada a su vecina del
tercero ni al hijo recién nacido de esta.
Siempre pensé que justo esa es la
intención: que recuerden, no que se asemejen; que su parecido sea suficiente
para que el niño lo ubique en su mundo con un cierto tino, pero no tanto que se
limite a trasladar la realidad al cuarto de juegos en detrimento de la
imaginación.
Por cierto: esto solo afecta a las muñecas tipo Barbie. Nadie ha planteado
aún hacer un Geyperman con tripón cervecero y barba de dos días, por mucho que
los hombres "normales" se asemejen más a eso a que a los muñecos de esa
marca, aunque seguramente sea porque estos muñecos son "de chico".
Creo que esta lucha por situar a ambos géneros en puntos paralelos del mapa
se nos está yendo de las manos. Lo que debía ser una lucha legítima se está
transformando en un esperpento.
Se ataca al lenguaje por considerarlo sexista y acabamos soltando una perlas dignas de
¡Anda que como las niñas imiten a estas y se pongan a morder a los vecinos! |
La idea de que el niño toma a su muñeca y le hace subir hasta lo más
alto del Aconcagua (en ese momento sospechosamente parecido a la mesa del comedor) enganchada
al cordón de una bota y haciendo sentir al jugador como el montañero
experimentado que en ese momento es, no se ha planteado en ningún momento.
Que
al niño le importe un bledo el aspecto de su muñeca, porque él la ve con los
ojos de su fantasía, le importa un pito a los creadores de juguetes. Que el
jugador no sea una niña, sino un niño, ni se la plantean, pero pese a todo,
pese a no ocuparse del crío en ningún momento, pese a no interesarse por sus necesidades
reales ni por la función del juguete, tratan de vendernos la idea de que lo
hacen por el bien de la humanidad y la paridad de géneros.
Pues no cuela, señores. Sabemos que solo quieren fama y dinero y que
nuestros hijos no les importan en absoluto. Dejen el apostolado para la escuela
dominical y devuélvannos los buenos viejos juguetes. Hagan muñecos gordos y
flacos, chinos y franceses, con acné o con embarazos. Creen uno en silla de
ruedas y otro con Síndrome de Down, los compraremos, pero solo si nos los piden
nuestros niños y no para apoyar ninguna lucha (económica) de ustedes.
Yo empecé la mía hace muchos años y la redondeé cuando compré a mi hija su
primer coche teledirigido (porque ella me lo pidió) y a mi hijo su primera
muñeca (porque él la quiso) y me consta que son muchos los padres que han
actuado igual, muchos años antes de que vinieran ustedes a hacer dinero a costa
de nuestro deseo de igualdad para todos.
Cuando se empezó a hablar del lenguaje "políticamente correcto",
sonreí; cuando salió la primera muñeca que comía y defecaba, sonreí. Ya no
sonrío. Como decía antes, debo estar perdiendo el sentido del humor..
Mientras tanto, en algún lugar de la católica Polonia, un alcalde prohíbe
esculpir a Winnie Pooh, porque va semidesnudo y es un mal ejemplo. Ya
hablaremos de esto también.
Artículo sobre la muñeca "normal":
http://www.diariosur.es/gente-estilo/201411/21/lanzan-mercado-muneca-normal-20141121132822.html
http://www.diariosur.es/gente-estilo/201411/21/lanzan-mercado-muneca-normal-20141121132822.html
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