sábado, 4 de enero de 2014

My Precious (Mi tesoro)

Logo de Tolkien
 Al leer por primera vez El Señor de los Anillos entré en un mundo especial. Aunque siempre me gustó la literatura fantástica y los cuentos, de repente todo se ponía en su sitio. Había mapas, idiomas, documentos escritos; los elfos cuidaban del bosque y la naturaleza en general; los hobbits tenían los huertos más productivos y los jardines más cuidados; los enanos trabajaban en sus minas: el bien y el mal eran reconocibles, pero se cruzaban de vez en cuando en el camino de los seres vivos, haciéndoles actuar de modo que no fueran ni tan buenos ni tan malos, volviéndose sencillamente humanos con sus cosas positivas y sus momentos de debilidad.

Era todo exactamente como en la vida real, lo que hacía que La Comarca, Mordor, Rivendel, Bree y todos los demás lugares que se mencionan en esta obra, se conviertieron en lugares físicos a los que poder viajar y el conocimiento de que estaba leyendo una obra de fantasía se quedaba en algún lugar de mi cabeza, sonando como un eco lejano, imposible de creer. Esas tierras y gentes existen. Tienen que existir, porque no es posible que la imaginación cree algo tan concreto, tan palpable.

Ese es a mi entender el mérito de J. R. R. Tolkien, el de haber transmitido la sensación de verosimilitud tan querida por Aristóteles. Creó un mundo y le insufló vida como pocos lo habían logrado antes.

Tampoco Peter Jackson con su trilogía cinematográfica ha conseguido llegar tan lejos. Sus películas son excelentes (yo misma no me canso de verlas) y respetan la obra original con toda la consideración que una película puede mostrar ante un libro, pero hay una diferencia importante: al salir del cine el sentimiento es de haber visto una cinta muy buena, mientras que al cerrar el último libro parece que nos hubieran arrancado a la fuerza del hogar.
Caricatura de Tolkien

Los libros que hemos leído nos dejan siempre algo, ya sea un buen o mal recuerdo, una enseñanza que nos acompañará siempre o la firme decisión de no volver a leer nada de ese autor. El Señor de los Anillos me ha dejado todo un mundo. Uno en el que la magia está en manos de los magos y los hombres han de luchar por conseguir lo que necesitan o desean, recordando siempre que permanecer unidos les hará fuertes. Un lugar donde no sobra nadie, independientemente de su raza o estatura, y en el que todos saben que deben respetar a los demás, porque hasta el más pequeño forma parte del engranaje y sin él no funcionaría nada.


John Ronald Reuel Tolkien (3/1/1892 – 2/9/1973 ), me permito usar las palabras que pusiste en boca de Gildor Inglorion para decirte que Elen sila lúmenn' omentielvo (una estrella brilla en la hora de nuestro encuentro). Gracias por todo.


La Compañía del Anillo, vista por Eternal Image

5 comentarios:

  1. Sin duda la mejor enseñanza de la obra de Tolkien es que ni en este mundo ni en el de Fantasía sobra nadie, que toda criatura tiene su lugar. Otra enseñanza importante sería el amor por las cosas que crecen.

    Quizás lo mejor de 'El Señor de los Anillos', la razón por la que muchos vuelven una y otra vez a sus páginas pese a haberlas leído ya decenas de veces, sea porque deja siempre la impresión que tras la historia que se nos cuenta, sus paisajes y sus personajes hay un mundo más grande aún, amplio en el tiempo y en el espacio. Un mundo no evidente, no descrito, no narrado en la historia, pero que ahí está. Quizás no en las páginas del libro, donde sólo se insinúa, pero sí en la mente y en el corazón de su autor. Siempre que releo 'El Señor de los Anillos' encuentro a Tolkien. No en éste o aquél personaje, no en éste o aquél pasaje de la historia, sino en ese mundo no evidente pero que ahí está: Fantasía.

    Yo bromeaba hace años con mis amigos: "A mí no me gusta 'El Señor de los Anillos'. Tampoco me gusta 'El Hobbit'. A mí me gusta Tolkien".

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  2. Para mí Tolkien es un ejemplo a seguir. Como aficionada a la historia y la filología, le considero un maestro de estas disciplinas.

    Habrá quien le considere un autor, mientras otros le llamarán creador. Yo creo que es, nada más y nada menos, que un estudioso. Escribió y creó, pero como resultado de muchas horas de trabajo y de búsqueda de información.

    Deberíamos estudiarlo en Filología, como se estudia a otros expertos en esta rama del saber.

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    1. Se le estudiaba en la antigua licenciatura de Filología inglesa, aunque de manera colateral y no precisamente como autor literario. Tolkien, como filólogo y profesor, fue un gran estudioso de un antiguo poema de la tradición inglesa, el 'Beowulf', y sus estudios sobre el poema se citaba en las bibliografías recomendadas de algunas asignaturas.

      Si te interesa conocer más sobre la personalidad de Tolkien, te recomiendo que leas sus cartas. Hay una recopilación editada en castellano y no tienen desperdicio. Sobre todo si piensas (como yo) que Tolkien es algo más que el autor de 'El Señor de los Anillos' o 'El Hobbit'.

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    2. Exactamente eso es lo que pienso. Le admiro profundamente como filólogo y creo que está infravalorado en esta faceta.

      Te agradezco la recomendación. Trataré de hacerme con sus cartas, que seguro son de gran interés.

      Conocí el "Beowulf" hace muchos años (gracias a Tolkien, precisamente). Es una obra apasionante que no tiene nada que envidiar a poemas como "La epopeya de Gilgamesh" o "El cantar de Mío Cid".
      Lo recomiendo encarecidamente a todo el que sienta interés por la literatura anglosajona, así como por la mentalidad y los valores de esa época (siglos V a VII, la fecha no se ha podido confirmar aún).

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    3. También están muy bien algunas adaptaciones cinematográficas del poema. La película de animación de Robert Zemeckis me encantó, te la recomiendo (la vi tres veces en el cine y cada vez me gusta más). También hay una coproducción canadiense-islandesa que está muy bien, pensada para televisión. Se titula 'Beowulf y Grendel'. No es tan espectacular como la peli de Zemeckis, pero la ambientación de la época y la atmósfera vikinga que se respira son magníficas.

      Hay una escena memorable en 'Beowulf y Grendel': un sacerdote cristiano habla con el anciano Rey Hrothgar, desmoralizado por la desolación que causa Grendel y su impotencia para defender a su gente. El sacerdote le recomienda que abandone sus costumbres paganas, que deje entrar en su corazón a Jesucristo y que se incline ante el Dios de los cristianos, para que así él y su pueblo recuperen al menos la esperanza. El Rey Hrothgar duda por un momento: "Inclinarme... Sí, inclinarme...", repite para sí. Entonces, cuando está a punto de "inclinarse" ante el Dios de los cristianos, su sangre vikinga se rebela y abandona de repente todas sus cavilaciones: le lanza una mirada asesina al sacerdote y le dice "¡Quedaté con tu Dios, hechicero! Mis dioses nunca me han pedido que me incline".

      Por un momento yo también me sentí vikingo :) La mitología vikinga tiene una combinación muy atractiva, una mezcla del más profundo pesimismo vital y un poderoso afán por, pese a todo, no rendirse jamás. Me encanta Beowulf, los vikingos... y Tolkien ;)

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