domingo, 22 de septiembre de 2013

Palabras que no me gustan I


Hay frases que me producen un profundo rechazo, como las que se utilizan para generalizar (sobre todo si es en sentido negativo), haciendo eso tan deplorable que llamamos "meter a todos en el mismo saco": los alemanes solo comen salchicha y puré de patatas; los estadounidenses usan armas y les encanta la guerra; los catalanes son tacaños; los andaluces son vagos; los madrileños son chulos... ¿en serio? ¿TODOS?
 
En nuestra sociedad (occidental, española y con tendencia al sentimiento inflamado) he oído expresiones que podrían ser motivo de risa, si no lo fueran de vergüenza. Las frases que he recogido en el párrafo anterior son un ejemplo de tópicos escuchados hasta la saciedad y por ello creídos. No tendrían mayor importancia de no ser por ese último matiz: a fuerza de repetirlos se acaba creyendo en ellos, como si de un evangelio se tratase. ¡Cuántas sorpresas se lleva el viajero al conocer esos lugares y sus gentes! Claro que el viajero, al menos si es uno de mis compatriotas, no va a enmendarse a si mismo (defenderla y no enmendarla, que decía el poeta*), así que le hace un arreglito para conservar la intención sin herir a las personas que ha conocido durante su viaje: los norteamericanos son unos violentos. Bueno, su gobierno, porque la gente es bastante simpática. Y se siente orgulloso de sí mismo porque ha generalizado... pero no tanto.
 
Si este defecto es aplicable a muchos hablantes, resulta aún más evidente entre la gente joven, que
Bella, sexi, atractiva... y muy limpita
une a la pasión propia de la edad  la poca experiencia, y al amor por la justicia, el escaso conocimiento del mundo y sus gentes. Combinadas estas características no es extraño escuchar a un veinteañero gritando “muerte a quien mató” (metafórica y, en ocasiones, literalmente), sin pensar en todos los matices que encierra cualquier acto humano, ni en cuán distinto es este según varíen sus circunstancias y las de la persona que lo realiza.
 
Aquellos que tienen cuentas en las redes sociales conocen seguramente un buen puñado de ejemplos de esas expresiones, escritas cual verdades absolutas (¡como si existiera algo absoluto!), confundiendo las pequeñas verdades con la Verdad. Tengo malas noticias, queridos míos: la Verdad, no existe. Como no existen la Justicia o el Amor. Existen leyes, seres que aman y verdades pequeñitas. Por eso precisamente es tan malo generalizar. No todo ser que mata a otro es un asesino, quizá sea un verdugo y actúa en cumplimiento de la ley que exige la aplicación de ese castigo; tal vez sea un torero y, simplemente hace su trabajo en la plaza. Podemos estar contra la pena de muerte y horrorizarnos por la muerte de un toro, pero no tenemos derecho a llamar asesinos  a los que lo practican, por mucho que nos duelan esas prácticas, como no llamaríamos Santo Benevolente a quienes no matan toros ni gente.
 
Estos son dos casos extremos, evidentemente, pero espero que se entienda la intención con que los utilizo. Soy contraria a la pena de muerte y no soporto la tauromaquia ni ninguna otra manifestación de violencia, sea contra animales o personas. Reconozco también que no uso la palabra “asesino” para calificar a esas personas en concreto, pese a que desapruebo sus acciones y me gustaría ver sus profesiones completamente erradicadas del planeta, mas hoy no divago sobre principios, sino sobre palabras.
 
Esto sí es guarro


Cada palabra tiene su sitio, que puede ser más o menos amplio (las conjunciones tienen apenas una silla, mientras que los adjetivos y sustantivos usan sofás enormes) y no se debe sacarlas de su contexto correcto.  Por eso tampoco me gusta nada el uso que se da en la actualidad a ciertas palabras. Por ejemplo, “guarra”. Parece ser que si una mujer es atractiva, le gusta lucir sus encantos y su conducta es abierta hacia los demás, es una guarra, independientemente de las veces que se duche cada día. Eso sí: si el atractivo lucidor de encantos y abierto de caracter es un hombre, no es “guarro”, pero de las injusticias lexico-genéricas hablaremos otro día.
 
Otra de las expresiones que me producen escalofríos es “me pone”. Yo conozco gente que me pone contenta o triste; situaciones que me ponen nerviosa; actitudes que me ponen en alerta y hasta
Ver a T. Kretschmann.
me pone... contenta
jarrones donde me ponen flores. Siempre que algo “me pone” debe venir seguido de una aclaración. Al oir decir eso de “ese tipo me pone”, no puedo evitar el impulso de preguntar ¿cómo te pone? porque me falta la coletilla. No puede ser tan difícil decir “esa persona me... seduce, excita, atrae,  provoca, agita, impresiona, enciende, incita, enardece, activa, estimula...” Sería mucho más claro y no sonaría a frase no terminada.
 
Las lenguas son entes vivos y, como tales, nacen, crecen, cambian y, a veces, mueren. Aplaudo los cambios que demuestran la vitalidad de un idioma y llego a la ovación si estos sirven para limpiar de palabras y expresiones inútiles al lenguaje, pero no cuando surgen a costa de aplastar aquello que ya existe y es útil.
Las palabras definen a quien las utiliza. Las personas alfa hablan de “MI casa” en las mismas situaciones en que el resto de su familia dirá “NUESTRA casa”, por poner un ejemplo. Esto no es bueno ni malo por sí mismo, pero a veces el mensaje que se envía es desagradable para el receptor y, por lo tanto, da una imagen negativa del emisor. Sería bueno para nosotros recordar esto último, aunque solo sea por mantener una buena imagen ante los demás y, por descontado, ante nosotros mismo.
 
 
*
Procure siempre acertalla
el honrado y principal;
pero si la acierta mal,
defendella y no enmendalla.
          Guillén de Castro. Las Mocedades del Cid.

 
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6 comentarios:

  1. Tienes mucha razón en lo que dices, o dado que, efectivamente, la verdad absoluta no existe, diré que al menos a mí me lo parece. Sin embargo, creo que es agotador analizar cada una de nuestras expresiones. Dependiendo del entorno en el que nos encontremos, un poco de relajación tampoco viene mal. Has aportado ejemplos muy claros de expresiones que deberíamos o conviene evitar y muchos las evitamos. Otros, en cambio, como "me pone", no veo que no tengan cabida en un habla de andar por casa. La expresión tiene una clara connotación sexual, aunque algunos la apliquen casi a cualquier cosa. De hecho, completa, sería "me pone cachondo/a". Es evidente que resulta malsonante incluso entre amigos, de ahí que se prefiera hacer uso de una forma apocopada, equiparable perfectamente a los eufemismos que con frecuencia utilizamos del tipo "jolín", "gilipichis", etc.
    Un beso, Amparo. Me encanta divagar contigo.

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    1. Ya sabes que ese placer es recíproco. Me encanta leerte y divagar contigo siempre.

      Gracias por seguir siendo una lectora fiel.

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  2. Detrás de todo abusivo "nosotros" para referirse a una colectividad se oculta siempre una moral no siempre desinteresada ni bienintencionada. Los abusos de la primera persona del plural, así como de toda alegre generalización, deberían resultarnos, cuando menos, sospechosos: ¿a quién se refería Hitler cuando sermoneaba al pueblo diciendo "nosotros, los alemanes"? Un poco de pensamiento crítico no vendría mal en estos casos.

    De todas formas, tampoco hay que dramatizar: generalizar no siempre es malo. De hecho, resulta inevitable. ¿Y qué si resulta ser cierto que todos los andaluces somos (en general) unos vagos? ¡Sea! Aceptemos que todos los andaluces somos, en general, unos vagos. Ahora bien, como decía Aristóteles: "En lo general están los principios. En lo particular, la verdad". Si la verdad no existiese, todos esos tópicos serían ciertos. Pero la verdad, lo bueno, lo bello existen ;) aunque no se dejen atrapar en un abusivo "nosotros".

    En cuanto a lo de "me pone" cachondo, o lo que sea que quieran decir con "me pone", decía en una entrevista el filósofo Gustavo Bueno que todo el que llama "sexo" al amor se califica a sí mismo. "Se califica... ¿de qué?", le preguntó el entrevistador. "¡De imbécil!", contestó el filósofo. Yo no creo ser tan radical, pero jamás me oíras decir de la mujer que amo esa atrocidad de que "me pone".

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  3. Gracias, Daniel, por leerme y por tu opinión.Tus comentarios son siempre acertados y muy enriquecedores.

    Quiero dejar constancia de mis divagaciones son solo eso. Me encantaría hacer un ensayo o un estudio de todos los matices que puede presentar cada afirmación que hago, pero no tengo sitio suficiente aquí, así que me limito a ir a donde me lleva el pensamiento en el momento en que escribo.

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  4. Mejor continúa divagando. Me gustan tus divagaciones. Si te diera por escribir un estudio o un ensayo y lo hicieses con la misma ternura y sensibilidad que demuestras en algunas de tus divagaciones, ya no es que me gustaran, es que tendría que pedirte en matrimonio ❤

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    1. No recuerdo haber escuchado algo tan halagador desde hace mucho tiempo.
      Me has dejado sin palabras.
      Bueno, me queda una: gracias.

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