Spessart. El bosque que hay junto al colegio del duente |
El comienzo del curso escolar me encuentra (una vez más) expectante en
lo que al horario del duende se refiere. Su costumbre de no dormir más que unas
pocas horas diarias y el que estas no coincidan con la noche, me preocupa, pues
entiendo que no descansa lo suficiente. Al duende no parecen afectarle ni mi
preocupación, ni la falta de sueño.
Tal vez debería especificar “mí” falta de sueño, porque él no muestra el
menor indicio de cansancio. Sigue reorganizando los muebles periódicamente,
baila toda la noche, come, bebe; disfruta, en fin, de su vigilia sin prestar
atención a mis ojeras ni a mis quejas.
Se acuesta lo más tarde posible, duerme cinco o seis horas y se
despierta, fresco y renovado, a las dos de la mañana. Me busca para que le
ponga un desayuno o se lo sirve él si no me encuentra; vuelve a su cuarto, pone
música y decora el dormitorio, haciendo tiempo hasta la hora del segundo
desayuno, como si más que un elfo fuese un hobbit necesitado de varios
desayunos diarios. Tras tomarlos se va al colegio donde, de algún modo que aún
no he llegado a explicarme, logra pasar la jornada completa (¡siete horas!),
sin cerrar los ojos ni por unos minutos. Vuelve a casa, merienda, descansa una
o dos horas, cena (no para de comer en todo el día: pienso que es por efecto de
su lado hobbit, como comentaba) y se va a la cama. Luego todo vuelve a empezar.
Música. Esto sí le gusta |
Esto suele ocurrir en los días que el duende considera normales y que
son aquellos en que todo está como debe. A veces se produce un cambio en la vida
familiar, sobre todo cuando el “maromen” no está en la casa. En esos días el
Pequeño Ser se transforma en un mochuelo y permanece toda la noche despierto,
esperando a que todo vuelva a colocarse en su lugar. Me pregunto si lo que le
altera tanto será la ausencia de la mitad de su “público” o si realmente su
dependencia del “maromen” es tan intensa como parece.
El colegio. Esto no le gusta tanto. |
El primer día de clase le pareció bien. Volvió contento del colegio y
con ganas de regresar a él. El segundo día fue otro cantar. Aceptó ir hasta la
escuela, pero al llegar a casa me dijo:
- He ido dos veces al colegio.
Ahora vamos a “casa-casa-playa” (así llama siempre a sus casas: casa-casa-XXX, poniendo en el lugar de las equis una
palabra que la diferencia de las otras “casa-casa”).
Yo también hubiera pedido lo mismo, si alguien
me hubiese preguntado.
No le importa ir al colegio los martes, porque tiene deporte y hogar.
Los jueves también le parecen bien, que son los días en que recibe clase de
música, artes plásticas y baile. Los demás días, con sus horas dedicadas a las
matemáticas o el alemán le resultan algo más tediosos y ni siquiera la
presencia de sus amigos, a los que tanto añora durante las vacaciones, le compensa
de los ratos que ha de pasar escribiendo o contando. Hace tiempo que llegó a la
conclusión de que un duende cuyas principales aficiones son el baile y la
decoración de interiores, solo necesita aprender qué pasos son los adecuados
para acompañar cada ritmo o cuál es el mueble más apropiado en un dormitorio, y actúa en consecuencia.
Creo que tiene razón. Lo más importante en la vida es disfrutar de lo que
hacemos, aunque ello signifique renunciar
a cosas tales como la tabla del 8 o los cuatro casos de la gramatica alemana,
por ejemplo.
De momento ha decidido ir al colegio sin renegar mucho, porque están
preparando la fiesta de Halloween, que es una de sus
favoritas. En realidad
cualquier fiesta en que pueda disfrazarse le parece bien, aunque muestra poca
imaginación para escoger su traje: payaso o pirata, preferentemente el primero.
Pintar su cara de blanco, colocarse la nariz roja y llevar un pantalón enorme y
de colores vivos, es una de sus grandes aficiones. Creo que le gustan los
piratas por el pantalón de rayas, pero pierden mucho en su estima al llevar un
maquillaje tan discreto. No se puede comparar un triste bigote o una cicatriz
pintada en la mejilla con esa maravilla de rostro enharinado.
Las dos de la mañana. Primero llegó el sonido de la música, luego el
ruido de pasos en la escalera. Unos ojos rasgados como los de un chinito me
miran desde el hueco de la puerta. Se me acerca una mano portando un vaso vacío
y, sin palabras, hace un gesto pidiendo que lo rellene. Dentro de unos minutos
el propietario de la mano y los ojos pedirá el primer desayuno.
Empieza un nuevo día y el duende se prepara para ir al colegio.
Amparo, disfruta de tu pequeño duende y permite que los demás sigamos disfrutando de tus pensamientos. Me ha encantado esta historia, me he enamorado de ese duende y comparto con él sus preferencias por la casa-casa-playa. Dale un beso de mi parte.
ResponderEliminarEl duende y yo te damos las gracias por leernos.
ResponderEliminarYo te lo agradezco doblemente, porque hacer disfrutar con una historia a alguien que las cuenta tan bien como tú, es un honor y un placer.
Nos quedamos con tu beso, pero te mandamos dos (uno suyo y otro mío) para que no añores el tuyo.
¡Qué bonito!, Amparo. No dejes de escribir nunca.
ResponderEliminarDuende, mochuelo, pastor de muebles, comilón y pirata...perfecto. Ya tengo ganas de conocerlo.
ResponderEliminarAh, los muebles tienen la mala costumbre de colocarse donde no corresponde y no mucha gente se da cuenta de eso.
Qué bonita historia Amparo, creo que todo el mundo acaba encantado por tu duende, aunque no lo hayamos visto nunca (como en mi caso).
ResponderEliminarYo debía ser una niña bastante rara... Lloraba por ir al colegio y me aburría cuando no tenía que estudiar, la verdad me sigue pasando. Soy un poquito rara ;)
Un beso muuuy grande para los dos ♥
P.d. Espero que sepas quién soy :)
Claro que sé quien eres ¡yo también sigo tu blog!
ResponderEliminarGracias por leer el mío y por tu comentario. ♥
Ese Duende te transmite una visión tan linda de la vida y mágica a la vez, que cuando te leo experimento fuerzas para luchar contra la adversidad y no dejar que la rutina se adueñe de mí.
ResponderEliminarUn beso, Mercedes
El duende es el espejo de tu alma ,Amparo ,esa sonrisa que contagia esta confeccionada de tu esfuerzo y sobre todo del amor maternal que se te sale por la tinta del boli.Un abrazo tolkiano para los dos .Fina
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