Bromas aparte: efectivamente, nadie es perfecto |
En tono positivo: abiertos, serviciales, parlanchines, generosos, graciosos,
bromistas, trabajan para vivir mientras que otros viven para trabajar,
disfrutan la vida por muchos problemas que tengan. En lo negativo, fáciles de
ofender, patrioteros, hablan demasiado alto y rápido, no escuchan otras
opiniones, exagerados... Buscando un canal televisivo español en la web vine a
dar con un programa que enseguida cautivo mi atención. Como ya estaba comenzado
no pude ver el nombre del mismo y, en realidad no hace al caso. Lo interesante
es que en él un grupo de extranjeros de distintas nacionalidades contaban cómo
ven ellos a los españoles. Esa es la lista de calificativos que nos dedicaron
o, al menos, de los que recuerdo en este momento.
Hace muchos años leí un libro de Fernando Díaz-Plaja titulado El español y los siete pecados capitales.
Es un ensayo muy antiguo y no sé si existirán reediciones (imagino y espero que
sí). Yo lo conocí, como tantos otros libros, porque mi padre lo tenía en casa.
Si hay forma de conseguirlo, recomiendo su lectura, que es muy entretenida y
bastante cercana a la verdad. Al menos, así me lo pareció cuando, siendo niña
aún, lo leí... y ha vuelto a parecérmelo hoy al escuchar los calificativos que
esas personas, nacidas y educadas en otros paises, nos dedican. Hay muchos
puntos de coincidencia entre el uno y los otros.
Portada de El Español y los siete pecados capitales |
Recuerdo que en el libro se cuenta que el español no suele caer en la
avaricia, porque eso es contrario al peor defecto que nos caracteriza: la soberbia.
Es interesante ver como unos extranjeros aficandos en nuestro territorio, cuarenta
años después de escribirse ese ensayo, llegan a la misma conclusión, aunque la
describan con otras palabras. Ellos dicen fáciles
de ofender, patrioteros, no escuchan las opiniones de otros: soberbios, en
suma. Avariciosos, no. Todo lo contrario: dicen que somos generosos. Claro que tiene su lógica, puesto que el soberbio, que trata de demostrar
su superioridad en todo, no va a
consentir que su imagen se destruya por causa del vil dinero. Cuando un grupo
de amigos sale a cenar o a tomar unas copas pelearán por pagar una ronda cada
uno o harán un fondo común, cosa que no ocurrirá en Alemania, donde cada uno abona
su consumición y siempre se escucha de boca del camarero la pregunta zusammen oder getrent? (¿juntos o por
separado?) en cualquier mesa en que se sienten dos o más personas.
Volviendo a los adjetivos y prescindiendo del libro, me ha divertido la
unanimidad al considerarnos exagerados y el modo de explicar en qué (básicamente,
en todo). Cómo nos quejamos del frío horrible que hace, de un modo que deja al
oyente pensando si será la primera vez que el invierno trae esa temperatura o
la manera en que narramos el cambio de muebles que hemos hecho en casa y cómo
pusimos la mesa del comedor en la otra esquina, cual si de mover una tonelada
se tratase. Escuchando nuestros relatos parece que nadie más en el mundo se
hubiera visto sometido a los inconvenientes que hemos tenido que padecer.
Es más, nosotros no sufrimos
inconvenientes sino auténticas tragedias griegas.
¿Bromistas y divertidos? |
De lo que no estoy segura
es de que seamos tan graciosos. Claro que hay gente muy guasona, pero no sé si
lo serán también cuando se convierten en el objeto de la chanza y, en mi
opinión, solo merece el nombre “bromista” el que es capaz de reirse de sí
mismo.
Espero estar
equivocada y que, cuando pensemos en cómo nos ven los emigrantes y turistas,
seamos capaces de sonreir, cuando no reir abiertamente. No con orgullo ante las
descripciones positivas o entre dientes por las negativas, sino con una
carcajada sincera al reconocernos en alguno de los epítetos.
Riamos con ellos,
aunque solo sea para que en el próximo programa de este tipo, nadie vuelva a
decir que somos “fáciles de ofender” y así perder dos defectos de una vez,
demostrando que no es tan facil lograr que nos sintamos atacados y que sí
escuchamos las opiniones de los demás y hasta las aceptamos si son legítimas.
Fotos: