Tengo un amigo muy especial.
Se coló en mi vida porque venía incorporado como "regalo" en otro lote de amistades, pero su singularidad le ha hecho superar al resto y convertirse en único.
Con él puedo reir a carcajadas, porque siempre tiene la mente presta para encontrar la ocurrencia precisa, el comentario divertido, la palabra guasona con que amenizar cualquier conversación. Incluso en momentos de tristeza es capaz de descubrir el ánimo necesario para pronunciar la frase jovial con que quitar un poco de hierro a la pena. Es además una persona inteligente y acostumbrada a ayudar a los demás.
Esta amistad me ha hecho pensar en todas esas personas que encontramos en nuestro camino y a las que no damos importancia, hasta que un día descubrimos que son las mejores que conocemos. Y en aquellas otras a las que consideramos el centro del universo y un día nos desilusionan con su conducta.
Estas últimas no son importantes, pero las otras, esas personas que nos parecen tan oscuras, tan anodinas, son realmente imprescindibles.
A partir de ahora empezaré a mirar mejor a mi alrededor, porque hay personas que están cerca de mí y que no veo pero que son poseedoras de una grandeza interior, de una fuerza y de una capacidad para repartir felicidad y amor que no estoy dispuesta a perderme.
Mientras tanto, quiero disfrutar de mi amigo y de todo lo que tiene para ofrecerme. De momento ya hemos compartido conversaciones, risas y, desde hace apenas unas horas, también lágrimas y creo que esa es la mejor prueba de amistad que he recibido nunca.
Gracias, amigo por hacerme pensar, por hacerme reir y, sobre todas las cosas, por llorar conmigo.
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