Madrugada del 1 de
noviembre. La ciudad se puebla de fantasmas, vampiros, duendes y zombies. Unos,
los de menor edad, piden chucherías de puerta en puerta a la voz de “truco o
trato”. Otros más mayores, acuden a fiestas y bailes.
Parece que hablo de
EEUU, pero no: me refiero a algunas ciudades europeas en las que la forma de
celebrar esta fiesta va adaptándose al estilo norteamericano.
Algunas personas han
convertido esta fiesta, otrora triste y recogida, en un festival de calabazas y disfraces y a mí (que en cierto modo les envidio, porque me encanta
travestirme con cualquier excusa) me parece que hacen muy bien.
Escucho a mi alrededor
voces de queja: esta fiesta no es nuestra; esto no es tradicional en nuestro
país; nos traemos lo peor del extranjero... A ciertos grupos les
encanta renegar por todo y tienen argumentos muy interesantes para defender su
punto de vista. Desde el origen pagano hasta el que nos llegue a través de la
cultura americana, les parecen razones contundentes para despreciarla. Como yo
nací fiestera tengo pocos prejuicios y si no celebro este día es solo por falta
de costumbre.
El origen gentil de la
fiesta, no me interesa. Tampoco son festividades religiosas el carnaval o mi
cumpleaños y no pienso dejar de celebrar ninguna de ellas. En cuanto a su procedencia
estadounidense habría que discutirla. Que la hayamos conocido gracias a las
películas y series de televisión de ese país no le va a borrar su origen
irlandés y celta, pueblo este último del que también recibimos visita en su
día, probablemente genes y, con total seguridad, costumbres y tradiciones.
Mi argumento no tiene
mucho peso porque no voy a remontarme a la historia de la fiesta para apoyar mi
opinión. Ni siquiera trataré de convencer a los creyentes de que existan
matices de religiosidad en ella. No los he visto y no voy a mentir solo por
lograr mis fines.
La razón de que me
guste que la gente celebre Halloween es simple, quizá hasta tonta: es una fiesta
divertida, así que, de todas las cosas que hemos exportado del extranjero,
puede que esta festividad sea una de las más razonables.
Tal vez el año que
viene me anime y yo también festeje este día con una fiesta de disfraces y,
para aunar antiguas y nuevas tradiciones, me disfrazaré de D. Juan Tenorio o,
quizá, del espíritu de Doña Inés y me pasearé por ahí recitando aquello de...
... y medita con
cordura
que es esta noche, D.
Juanel espacio que nos dan
para buscar sepultura.
Va a ser el mejor
Halloween hispano-alemán que habrán visto los siglos.
Fotos:
En el Mediterraneo alicantino que está poblado de ingleses hace muuuuchos años que se celebra, la dulzura de los caramelos, los sustos, las risas, las calabazas monstruosas y la juerga que acompañamos los adultos, que también nos disfrazamos permiten una vez al año que dos culturas cómo la inglesa y la española estén en la calle sin molestarse y divirtiéndose con un tabú cristiano como es la muerte.
ResponderEliminarEn Málaga parece que también se va asentando la fiesta de Halloween. En un parque público de mi barrio organizaron una fiesta de disfraces con un pasaje del terror, talleres de maquillaje, de decoración de calabazas y un espectáculo de magia. Por la calle te cruzabas con multitud de niños y niñas disfrazados de zombis, brujas o vampiros. De niños y de madres. Y es que parece que han sido las madres las responsables de que la fiesta de Halloween sea ya una tradición más entre los chavales. Y viendo como se lo pasan, sospecho que la fiesta ha venido para quedarse.
ResponderEliminarAsí que...
¡Feliz Halloween!