jueves, 11 de julio de 2013

Filosofando en verano



Grecia
Por fin llegó el verano. El sol calienta con fuerza, las plantas se secan y amarillean y todos los movimientos se ralentizan. Y los más sosegados de todos ellos son los míos. El verano me devuelve a la vida, después del letargo invernal, pero a una tranquila, lenta, de gestos morosos, como de querer aprovechar los segundos.

Cualquier actividad que realizo requiere el doble de tiempo del que invierto en la temporada fría y, sin embargo, no me siento agobiada por ello, porque pierdo la sensación de prisa que me acompaña en los meses de invierno, al tiempo que gano en actividad mental, pues esa cachaza me permite observar cuanto me rodea y analizarlo con calma.

Me descubro a mí misma pensando en cuestiones filosóficas o políticas mientras hago las tareas de la casa y paseo por la calle “arreglando” la economía europea, incluso creando un nuevo orden moral para el mundo.  

Termino preguntándome si será el calor el motivo de que la cuna de la filosofía y la literatura fuera un país mediterráneo. Tal vez Homero no habría podido escribir La Ilíada de haber nacido vikingo. En el mejor de los casos quizá fuese un druida o un sacerdote de cierto prestigio y nosotros no conoceríamos las aventuras de Ulises. Peor aún: ahora no podríamos hablar de las odiseas de los grandes aventureros, porque no conoceríamos esa palabra.

De pronto he sentido vértigo al pensar en todo lo que no tendríamos si Homero, Aristóteles o

Rodas
Pericles, entre otros muchos, no hubieran sido griegos. No podríamos disfrutar de la música, porque no tendríamos pentagrama o melodía y nadie habría compuesto una sinfonía; no conversaríamos sobre política, democracia, tiranía ni tendríamos nociones de economía; los médicos no reconocerían una bacteria al verla ni podrían decir que hemos enfermado de neumonía y cuando nuestro coche se estropease no tendríamos un mecánico a quien encargar su reparación.


Si es cierto que el primer homínido nació en África, no lo es menos que la primera pregunta se planteó en algún punto del Mediterráneo. Me imagino a algún antecesor, sentado a la sombra de un pino, a la orilla del mar. Su cuerpo cubierto por una túnica, el cabello negro y rizado y los ojos oscuros, de mirada profunda, observando el vaivén de las olas. Le veo sonreír sorprendido al descubrirse capaz de hacer algo que ningún otro animal hizo anteriormente: está pensando. Estudia el agua que baila ante sus ojos y se pregunta sobre las mareas, mientras, por primera vez en la historia de la tierra, busca una razón lógica para explicarlo.  Se plantea qué clase de ser es él mismo, por qué puede andar si el árbol que le cobija no puede hacerlo; de dónde vienen los humanos; qué es la justicia. De pronto le viene una palabra a los labios: Filosofía. A partir de ahí da comienzo la auténtica civilización, esa que se forma a base de cultura y pensamiento. El resto, es historia.

Y todo gracias al buen tiempo de que gozamos a la orilla del Mare Nostrum y al verano que nos permite tomar la vida con calma y dedicarnos a pensar.

Definitivamente, es una suerte que tengamos este clima tan suave y, sobre todo, que Homero no fuese un vikingo.



Filósofos

4 comentarios:

  1. Dos filósofos atenienses podrían discutir eternamente sobre si los dioses existen o no. De lo que estarían seguros ambos es que, de existir, hablarían griego.

    De esta forma es como la filología se abre a la filosofía, y viceversa. Por algo Nietzsche era filólogo antes que filósofo: zapatero antes que fraile ;)

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  2. Ese es un tema para otra entrada... o para un libro: pensamiento y palabras.

    Me ha hecho sonreir tu primera frase ¡bendito carácter griego y su amor por la discusión!Sin ellos, griegos y discusiones, el mundo hubiera sido muy distinto.

    Gracias por seguir ahí.

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  3. Bonita reflexión Amparo. Grecia siempre, Mediterráneo siempre. Me pregunto qué hubiera escrito Dumas sin tanta tradición y magia, o más allá, qué mierda de lenguaje tendríamos

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    1. ¿Te imaginas que todos hablásemos danés, por ejemplo? ¡Qué horror!

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