El mundo está consternado por una
tragedia aérea en la que han muerto muchas personas y la prensa se hace eco de
la noticia.
Desde hace una semana las cadenas
de televisión, la prensa escrita y hasta internet, cuentan lo mismo una y otra
vez. No hay nada más que contar, claro. La investigación no se ha terminado ni se espera antes de dos o tres meses, pero ya se sabe que el mundo está lleno de
"expertos en todo" que lo mismo te "analizan" un partido de
fútbol que un problema económico.
(Y no olvido el dolor terrible de unas familias que quieren explicaciones y certezas, no "amarillismo".)
Sin embargo de otras cosas no se
habla tanto. Cosas que son más urgentes o más importantes (o igual de
importantes, si se prefiere así), no tienen ningún eco. Tal vez sea porque no
son tan llamativas, o porque damos por sentado que son "cosas que
pasan".
No pretendo negar el impacto que
produce un avión estrellado, cientos de muertos y el terrible descubrimiento de
que se provocó adrede. Otra cosa es que necesitemos una semana viendo las
mismas imágenes, porque no hay otras, y oyendo las mismas cosas, ya que no hay
nada más que contar, mientras en otro lugar del mundo aparecen otras imágenes
que deberían ser mostradas y, sin embargo, continúan semiocultas.
Una de ellas me ha saltado
directamente a las entrañas, desgarrándome por dentro. Una foto que se tomó en
enero pasado y hace unos días algún periódico publicó en sus páginas.
En la fotografía se a ve a una
niña de cuatro años. Su cabello, castaño con vetas más claras, cortado en una
melena redonda, como la de tantas otras niñas. Su rostro redondo, sus manitas
pequeñas y sus muñecas rellenitas, recuerdan que hace muy poco era solo un
bebé. Debía ser la hermosa foto de una hermosa niña, pero no lo es.
Sus ojos, grandes y oscuros,
reflejan miedo. Sus labios apretados, esperando el daño que da por sentado y,
lo peor de todo, sus brazos en alto, con las manos sujetándose sobre la cabeza
en señal de rendición. Porque se está rindiendo. Tiene cuatro años y se está
rindiendo. Ha perdido la esperanza porque en su pequeño cuerpo solo cabe el
miedo.
Cuatro años tan solo. Siria. Vive en un campo de refugiados. Creyó que la cámara era un arma.
Y se rindió.
En este enlace se pueden ver la foto y la noticia.
http://cadenaser.com/ser/2015/03/30/internacional/1427708643_463831.html
http://cadenaser.com/ser/2015/03/30/internacional/1427708643_463831.html