domingo, 15 de diciembre de 2013

Corona de Adviento. Tercera Vela


15 de diciembre. Tercera Vela



El tercer domingo de Adviento me encuentra enfrentada a problemas personales que, unidos a la hipersensibilidad propia de las fiestas, me llevan a divagar sobre el futuro con una negatividad que hasta ahora me era desconocida.

Hace ya muchos años que sueño con una casita pequeña, junto al mar y a mi gente, en la que vivir mis últimos años sobre la tierra. Me veía a mí misma paseando descalza sobre la arena, con el agua rozando mis pies y sintiendo el olor a pino y a sal propio de una cala mediterránea.

Esa idílica estampa se ve ahora empañada por noticias sobre la pobreza y abandono a que se ven sometidos cada día más niños y ancianos, los recortes en ayudas sanitarias tan básicas como la adquisición de medicamentos o el apoyo a los enfermos y discapacitados, necesitados de una persona que les facilite la vida.

Una miembro del gobierno dice que no sería justo gastar dinero del estado en un enfermo crónico, olvidando al hacer esas manifestaciones los años que ese mismo enfermo ha pasado pagando al estado para, entre otras cosas, asegurar esa ayuda en caso de necesidad. Otro decide que el único aprendizaje que nuestros niños necesitan imperiosamente en la rama de Humanidades es la religión católica y lo impone como asignatura obligatoria en las escuelas, al mismo tiempo que otro miembro de su partido telefonea a una fundación, preguntando cuánto dinero cobra y desde cuando la persona que da nombre a esa corporación... muerto hace ya casi 700 años. Se aprueba una ley penando a aquellas personas que instalan en su hogar un sistema fotovoltáico, porque al usarlo dejan de aportar dinero a las eléctricas, supongo que por el miedo a tener que rebajar el sueldo al pariente o amigo al que han puesto al frente del negocio. Otra ley anula unos derechos básicos del ciudadano de un país democrático: manifestar su rechazo a lo que no les gusta; unirse a otros en esa lucha; demostrar con imágenes qué hacían ellos y qué les hacían otros durante la protesta.

Cuando parecía que había mucho de exageración, que las cosas no pueden estar tan mal, leo la noticia de la muerte de tres miembros de una familia. Se intoxicaron con los alimentos ingeridos en la comida. Los pocos alimentos que habían conseguido para su sustento estaban caducados y seguramente, podridos. Una niña de 13 años está ingresada en un hospital, víctima también de la intoxicación y cuando salga descubrirá que es huérfana y que ha perdido a su hermana. Espero que al menos no tenga que pagar la factura del hospital o una parte de las medicinas que haya consumido.

Definitivamente, no es ese un lugar donde un jubilado, con la sola ayuda de su renta, pueda disfrutar del merecido descanso. Habrá que ir cambiando los planes.

 
Enciendo la tercera vela y, por unos segundos, me conformo con ver su luz bailoteando ante mis ojos y con sentir el calor que desprende. Entonces me doy cuenta de que eso es justo lo que deseo hoy: luz y calor.

2 comentarios:

  1. Yo voy a encender mi tercera vela por el "buen ánimo". Muchos filósofos que han pensado acerca de la ética y la moral coinciden en que lo primero que hay que tener para ser "buena persona" es tener buen ánimo. Esto todavía no es nada, pues "los malos" a menudo parecen tener también muy buen ánimo para superar sus propias miserias. Pero bueno, aun así, lo primero es tener "buen ánimo", que el resto ya lo iremos trabajando.

    Encenderé mi tercera vela para nunca nos abandone la luz y el calor del "buen ánimo" y su positividad.

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  2. Totalmente de acuerdo.
    Y ahora, más que nunca. Cuando las cosas se ponen feas, el buen ánimo es la mejor inyección de fortaleza para afrontarlas y, sobre todo, para solucionarlas.

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