viernes, 8 de noviembre de 2013

"Sabe hacer casi de todo"


Edad Media. Aprendiz de panadero
Hoy mismo (viernes, 8/11/13), en un programa de televisión. La noticia, de las que desgarran el alma: una pareja joven, sin trabajo ni hogar, ha pasado el verano durmiendo en el coche. Ahora se han trasladado al trastero (un cuchitril de, aproximadamente 2x1,5 m2) de unos conocidos, donde pueden pasar la noche sobre un colchón. Él responde a la pregunta de la locutora, con lágrimas en los ojos, diciendo que ha sido albañil, carpintero haciendo palés, carpintero metálico y alguna cosa más. La entrevistadora, amable y positiva, le anima asegurándole que alguien verá el programa y le dará trabajo. Es en ese momento cuando yo me pregunto ¿trabajo? ¿qué clase de trabajo se puede dar a un aprendiz de todo?

No pongo en duda la capacidad ni las ganas de trabajar de ese hombre, ni se me ocurrirá jamás criticarle porque estoy segura de su lucha por una supervivencia digna y honrada. Lo que me angustia es el sistema que permite que una persona joven salga a la vida adulta sin preparación suficiente.

¿Cuándo van a ser conscientes nuestros políticos de la importancia de la cultura para la elaboración de un futuro honesto? Y no me refiero a una educación universitaria, sino a posibilitar un aprendizaje adecuado a las necesidades, gustos y circunstancias del niño y adolescente.

La escuela, el instituto, la formación profesional, en el sistema educativo actual, solo conocen un triunfo: el del fracaso escolar. Profesores malpagados y peor tratados junto a alumnos aburridos y hartos se han convertido en la norma.

Creo que ya va siendo hora de que valoremos el aprendizaje aquel que hubo en otros tiempos, cuando el chaval comenzaba de aprendiz junto a un maestro que le enseñaba los secretos de su oficio. Poco a poco iba formándose en su tarea y cuando al fin llegaba a ser maestro él también, construía una catedral que seguía en pie durante siglos o cosía unos ropajes que pasaban de una generación a la siguiente.

¿Suena raro? Pues en algún país se hace así y funciona. La formación profesional consiste en un
S. XXI: aprendiz de carpintero
alemán en su año itinerante.
aprendizaje práctico, combinado con un par de días semanales de teoría y cultura general. El alumno, aprendiz en este caso, está desde el primer día en donde quiere estar (en el taller, la fábrica, la oficina) y haciendo lo que le gusta. Cuando acabe (entre dos y cuatro años después, según la profesión), sera un “oficial”, es decir, una persona conocedora de su “oficio”. No sabrá hacer “casi de todo”, sino “mucho de algo” y podrá acceder a un puesto adecuado a sus conocimientos, junto con un sueldo justo y digno.


 No olvido que de los puestos de trabajo también habría mucho que decir, porque el sistema absurdo que impera en nuestro país es capaz de no dar salario a profesionales, con la excusa de que “aún no tienen experiencia” (que se lo pregunten a becarios y pasantes), pero por algo hay que empezar. Yo voto porque comencemos impartiendo cultura, porque la gente culta no se deja engañar tan fácilmente.

¡Ah, claro! Olvidaba que ese es precisamente el motivo de que ciertos gobiernos traten de ahogar todo intento de aprender. Me corrijo entonces: empecemos por escoger otros dirigentes y procuremos que sean unos menos preocupados por los matrimonios entre homosexuales, el aborto o el sexo de los ángeles.

Comer, tener un techo y formarse adecuadamente, son cosas mucho más importantes.
 
 
 
 
 
Fotos:
 

sábado, 2 de noviembre de 2013

Halloween


Madrugada del 1 de noviembre. La ciudad se puebla de fantasmas, vampiros, duendes y zombies. Unos, los de menor edad, piden chucherías de puerta en puerta a la voz de “truco o trato”. Otros más mayores, acuden a fiestas y bailes.
Parece que hablo de EEUU, pero no: me refiero a algunas ciudades europeas en las que la forma de celebrar esta fiesta va adaptándose al estilo norteamericano.
Algunas personas han convertido esta fiesta, otrora triste y recogida, en un festival de calabazas y disfraces y a mí (que en cierto modo les envidio, porque me encanta travestirme con cualquier excusa) me parece que hacen muy bien.
Escucho a mi alrededor voces de queja: esta fiesta no es nuestra; esto no es tradicional en nuestro país; nos traemos lo peor del extranjero... A ciertos grupos les encanta renegar por todo y tienen argumentos muy interesantes para defender su punto de vista. Desde el origen pagano hasta el que nos llegue a través de la cultura americana, les parecen razones contundentes para despreciarla. Como yo nací fiestera tengo pocos prejuicios y si no celebro este día es solo por falta de costumbre.

El origen gentil de la fiesta, no me interesa. Tampoco son festividades religiosas el carnaval o mi cumpleaños y no pienso dejar de celebrar ninguna de ellas. En cuanto a su procedencia estadounidense habría que discutirla. Que la hayamos conocido gracias a las películas y series de televisión de ese país no le va a borrar su origen irlandés y celta, pueblo este último del que también recibimos visita en su día, probablemente genes y, con total seguridad, costumbres y tradiciones.

Mi argumento no tiene mucho peso porque no voy a remontarme a la historia de la fiesta para apoyar mi opinión. Ni siquiera trataré de convencer a los creyentes de que existan matices de religiosidad en ella. No los he visto y no voy a mentir solo por lograr mis fines.
La razón de que me guste que la gente celebre Halloween es simple, quizá hasta tonta: es una fiesta divertida, así que, de todas las cosas que hemos exportado del extranjero, puede que esta festividad sea una de las más razonables.

Tal vez el año que viene me anime y yo también festeje este día con una fiesta de disfraces y, para aunar antiguas y nuevas tradiciones, me disfrazaré de D. Juan Tenorio o, quizá, del espíritu de Doña Inés y me pasearé por ahí recitando aquello de...

... y medita con cordura
que es esta noche, D. Juan
el espacio que nos dan
para buscar sepultura.
 
 
Va a ser el mejor Halloween hispano-alemán que habrán visto los siglos.
 
 
 
 
 
 
 
 
Fotos: