sábado, 13 de abril de 2013

Mi vida conmigo


Esta semana ha sido de lo más tonta. Corta, porque tenía tantas cosas pendientes que apenas he percibido el paso del tiempo, pero tonta del todo.

Yo soy así, pero sin esos colores tan bonitos
De las tareas que he comenzado apenas he terminado un par, generalmente por pura desorientación por mi parte. Me he enfrentado a trabajos por escrito, estudio, compras, arreglos en la casa y fuera de ella, todos al mismo tiempo y sin apenas ocasión para sentarme a disfrutar de un té, un libro o, sencillamente, unos minutos del necesario aburrimiento que tan bien sienta a los espíritus agotados.

Lo peor de todo es que mi cerebro no está dispuesto a concentrarse en lo inmediato, porque lo tengo preparando las futuras vacaciones veraniegas, mientras el resto de mi cuerpo se esfuerza por afrontar las tareas diarias y, claro, así no avanzo.

Hace un par de días tenía que haber entregado un trabajo, pero yo preparé otro, porque los confundí; hoy fui al banco a pagar tres facturas y dejé dos sin pagar, ya que olvidé los datos
Pensando dónde dejo la cartera, seguro
bancarios de una y el nombre del beneficiario en otra. Esto son solo dos ejemplos de las situaciones en que me he visto envuelta, sin mencionar que en casa ha sido aún peor: tratar de leer un texto y verme leyendo el mismo párrafo una vez tras otra, sin saber siquiera lo que dice; salir de la ducha y dejar el agua corriendo casi veinte minutos, porque no cerré el grifo; preparar una ensalada, dejar un momento el plato y olvidar completamente dónde, lo que me provocó una búsqueda desesperada por toda la casa, hasta que apareció, como por arte de magia, en los peldaños de la escalera... y ni siquiera puedo echar la culpa al duende, que estaba en el colegio a esas horas. No: la culpa es solo mía y de mi atolondramiento.


En mi familia suelen decir que convivir conmigo es fácil, seguramente porque ellos no son yo. Desde mi perspectiva, convivir conmigo es dificilísimo. Dentro de mí vive una persona ordenada, que sabe exactamente dónde deja sus cosas, lleva una agenda impecable y no se olvida de una fecha. A su lado, otra, que es incapaz de concentrarse, no recuerda las cosas más elementales y vive pendiente de que llegue una nueva oportunidad para empezar de cero, porque le parece imposible terminar nada de lo que ha empezado hasta el momento. La primera se enfada y avergüenza muchísimo de la conducta de la segunda y esta se siente inconsolable al ver los disgustos que causa, pero es incapaz de cambiar de actitud.

La mayoría de personas que conozco ríen con lo que ellos llaman “mis despistes”, pero a mí cada vez me cuesta más acompañar sus risas, puesto que las consecuencias de estos, sin ser graves, me producen incomodides: tendré que volver al banco, no pude entregar el trabajo que no hice, gasté más agua de la necesaria y me veré obligada a volver a estudiar lo que ya debería saber desde hace días.

Mientras, mi cerebro...
Algunas veces me siento tan impotente que incluso me planteo dejar todo lo que hago y dedicarme exclusivamente al cuidado de la casa y la familia. Si no puedo concentrarme en mis lecturas, ni en los trabajo que he de realizar, no merece la pena que siga esforzándome, porque cuando llegue el momento de demostrar mis conocimiento, no estaré preparada. Otras veces pienso que mi vida estaría muy vacía si no la ocupase de esta forma, así que continúo adelante y espero que el año que viene todo vaya mejor. Seguramente es por eso por lo que mi mente está ya planeando las vacaciones: sabe que después de sentir el sabor de la sal y la textura de la arena, vuelvo a relajarme y recobro el entusiasmo y la capacidad de aprender.

En cualquier caso, mis dos yos siguen enfrentados, el uno con enfado y el otro con arrepentimiento, esperando el milagro que le cure del extravío casi crónico del que es víctima.

Ya digo que da igual lo que opine mi familia: mi vida conmigo no es nada fácil.




Fotos:
Walt Disney World
fondosni.com

2 comentarios:

  1. Tranquila Amparo, a mi tb me pasaba lo mismo hasta que el tercer yo que tenemos, el adulto y sensato apareció de repente y concilió a mis otros dos "yo". Para eso escribía en un cuaderno cartas entre ellos tres y ahora soy una. Espero que te sirva. Me encanta como escribes. Un beso.

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  2. Seguramente tienes muchas fuentes de distracción cerca. Elimina todas las que puedas, redúcelas al mínimo indispensable y verás como tu capacidad de concentración mejora y todo te resulta más sencillo. Céntrate, Amparo. Tienes una oportunidad entre manos que no debes desaprovechar.

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