viernes, 22 de febrero de 2013

Y el mar


Sa Foradada. Mallorca.
S´Estaca, Valldemossa... si alguna vez me pierdo,
buscadme por ahí.
Dentro de unos días saldré de viaje. Subiré al tren una vez más para ir hacia el sur y allí, detrás de los Pirineos, encontrar los trozos de mi vida que faltan cuando estoy a este lado de las montañas: viejos y nuevos amigos; desconocidos con potencial para cobrar importancia en mi vida... y el mar.

Ya he hablado en otras ocasiones de lo que significa el mar para mí. Lo que tal vez me dejé en el tintero es la confianza que me inspira. Entre las muchas manías y fobias que tengo hay tres que me han impedido muchas veces hacer cosas que la gente considera “normales”: le tengo pánico a las alturas, lo que me impide viajar en avión o, sencillamente, asomarme al balcón de mi casa; me aterrorizan todos los animales, por lo que salgo corriendo de una habitación en la que se encuentre una araña o quedo paralizada ante la idea de acariciar a una tierna ovejita y no entro jamás en un sitio si antes no he comprobado las posibles vías de escape, pues me produce una inseguridad tremenda el pensar que pueda pasar algo y yo no sea capaz de liberarme por mis propios medios. 

Torrent de Pareis. Mallorca.
Uno de mis rincones favoritos.
Estas tres fobias tienen excepciones: no mi importa asomarme a un acantilado, si lo que hay debajo es el mar; no me asusto jamás si el animal que tengo delante es marino, incluyendo medusas, morenas o tintoreras (los evito, claro, puesto que sé que pueden ser peligrosos, pero no me dan miedo) y pese a saber que dentro del agua no hay más amo que Poseidón, que con un golpe de tridente puede mandarme al fondo sin remedio, adoro bucear.

Ahora, después de un mes de enfermedades más o menos graves, nervios preparando exámenes, más nervios haciéndolos y unos días que debieron ser de relax y se han llenado de más enfermedades, estoy deseando estar cerca del mar de nuevo, porque sé que él me va a curar. Como dije antes, tengo una fe ciega él y en sus poderes.

C.M. San Antonio de la Playa.
En una de esas casas crecí. En ese club descubrí lo
que era un "optimist".
Sé que el estar con mis amigos y compañeros va a ser divertido y emocionante. Tengo ganas de estar con ellos, tanto con los que ya conozco y echo de menos, como con los que aún no he visto en persona y a los que estoy deseando pintar los ojos y la sonrisa. Iré a verles a ellos en primer lugar, porque las personas son siempre lo más importante, pero luego me zafaré de sus abrazos y me acercaré al mar.

Es el único que me puede curar tanto de los males del cuerpo, que tantas semanas de pesar me están causando, como los del alma, que la añoranza y la soledad también pesan y enferman a los corazones.

Me siento feliz cada vez que pienso en los compañeros que voy a encontrar y cuento los minutos que faltan para verles, pero he de confesar que no son lo único que llena de ilusión estos días. Me alegro pensando en el tren, el viaje, mis amigos, mis compañeros y el mar.
 
 
 
 
 
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