jueves, 14 de junio de 2012

Fútbol, deporte... ¿deportividad?

Yo no soy deportista. No lo he sido nunca, ni siquiera de sofá. Me aburren las retransmisiones deportivas y lo más parecido a la práctica de un deporte que ha habido en mi vida han sido el aeróbic (hace ya mucho tiempo) y el baile. Dicho esto supongo que ha quedado claro para todos que este Campeonato de Fútbol está pasando por mi vida sin pena ni gloria. No miro los partidos, por mucho hombre guapísimo que se prodigue por la pantalla y si pregunto por el resultado de algún partido es más por amabilidad hacia mis contertulios que por interés real. Eso no quita que me alegre más o menos si gana uno u otro: no puedo evitar tener mis favoritos y hasta un deseo que se viene repitiendo desde hace años (y solo una vez se ha hecho realidad): que la final la jueguen España contra Alemania. Luego, ¡qué gane el mejor! (Bueno, qué gane España, pero si lo hace Alemania también lo puedo soportar.)
Pero aún hay algo que me desagrada más que ver un partido y son los seguidores fanáticos que tienen todos los equipos. Mi idea de un campeonato europeo de lo que sea no es ver a los seguidores de dos clubs (por ejemplo Polonia y Rusia, hace unos días) dándose de mamporros por la calle mientras la policía reparte leña entre todos sin mirar colores, que en eso la policía es muy equitativa y lo mismo le da un “por favor” que un “bitte”.
Hasta Playmobil
pone a España por
delante
Como española estoy acostumbrada a que el contrario sea siempre “enemigo”, da igual que hablemos de fútbol que de parchís o de  política, y ya se sabe que “al enemigo, ni agua”. Además en nuestro país al que no piensa como nosotros jamás se le dice “fuera”. Eso sería poco para lo que merece ese... (en los puntos suspensivos se puede colocar cualquier palabra alusiva a la vida disipada de la madre del ofendido o la escasa fidelidad que le muestra su esposa, independientemente de que las conozcamos o no). Como decía, nada de “fuera”: el enemigo “muera”, “tendrían que colgarlo”, “la cámara de gas es poco”... vamos, que si un señor no es seguidor de nuestros colores o vota a otro partido diferente ha cometido un crimen comparable, como poco,  con la violación y asesinato de un par de viejecitas, por poner un ejemplo.
Muchos paisanos míos esbozan una sonrisa cuando comento esto y se les llena el alma de orgullo por pertenecer a una raza que tiene “sangre en las venas”, sin pensar que lo único que demuestra esa actitud es la pertenencia a la especie animal. Y, entre estos últimos, a los más ruines de todos.
No me gustan los extremismos de ningún tipo, aunque puedo entender (y de hecho, comparto) la pasión. Me agrada ver a gente apasionada ante su causa, sea esta política, artística, deportiva, etc. Lo que no me parece de recibo es que esa vehemencia se demuestre atizando un botellazo a quien no comparte nuestro gusto.
Chiste alemán, con motivo
de la semifinal en los Mundiales
del 2010. Al final España "oxido" a
los alemanes (1-0)
Tampoco voy a decir que seamos los peores. Los alemanes me impactan cuando pierden los partidos, porque no saben perder, pero aún más cuando los ganan, porque menos todavía saben ganar. Les gusta hacer leña del árbol caído y se regodean en cualquier rasgo negativo que puedan usar contra el contrario, sea su escaso conocimiento deportivo, sus dotes culinarias o la fealdad de sus mujeres.  Y, desde luego, tampoco se inhiben a la hora del “reparto”. Yo prefiero el respeto.
Además, si solo hubiera un color ¿contra quien íbamos a jugar el partido?

Fotos:

2 comentarios:

  1. Quizás la primera razón por la que siento rechazo hacia las retransmisiones deportivas sea el vocabulario que emplean los periodistas, sobre todo cuando usan términos bélicos. Por ponerte un ejemplo, cuando dicen eso de "fusilar al portero".

    Supongo que no debo ser el único consciente de lo desagradable e inhumano de mucho de lo que rodea a los espectáculos deportivos (no viene mal diferenciar el "espectáculo" de lo propiamente deportivo), pero me temo que son multitud los que ni tan siquiera se dan cuenta. Algo realmente descorazonador... y preocupante.

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  2. Eso es, a mi entender, la prueba de que no se ve en la otra camiseta a un contrario, sino a un enemigo: se le dan "trallazos", se "tira a puerta" y el balón sale "disparado", etc.
    Por si eso fuese poco, el equipo que gana el partido está formado por "héroes", como si meter un gol fuese comparable con salvar a un niño de una casa en llamas o cortarle la cabeza a Medusa.
    Creo sinceramente que este vocabulario sirve, más que para enfatizar, para provocar. Y luego pasa lo que pasa, claro: que a la salida, perdidos ya los nervios e insuflados de palabras ardientes, los seguidores se sienten dispuestos a matar por sus colores.
    Definitivamente: el fútbol no es lo mío... ni las guerras.

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